La consabida sobre el mundial

La consabida sobre el mundial

 

Cuando usted lea el Toco el sábado a la tarde, a la noche o el domingo a la mañana o cuando le vengan las ganas de sentarse en el inodoro (cada cual lee cuando se le antoja o cuando puede), el mundial ya habrá empezado y nuestra selección también ya habrá jugado su primer partido. ¡Ahhhhhh! ¿Qué digo ahhhhh? ¡¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

AMarc Augé se le atribuye el concepto del “no lugar”, esto es, una serie de sitios/situaciones caracterizadas por la transitoriedad y por ende incapaces de constituir un “lugar” tradicional. Estamos allí, pero no estamos. Para este antropólogo francés serían “no lugares” un aeropuerto, un supermercado, una autopista, una habitación de hotel, es decir, sitios de tránsito, despersonalizados. En una adaptación libre, podríamos inferir que un mundial de fútbol es un “no tiempo”, por cuanto en el lapso de un mes cada cuatro años en que se desarrolla hay como una suspensión del tiempo, un congelamiento, un adormecimiento, un tipo o una familia o un montón de gente frente al televisor, bah...

Uno, definiendo a ese uno como un ser futbolero, alguien a quien el fútbol le gusta, quiere ver todos los partidos y tiene la excusa de que un mundial es como la summa del fútbol, la antología, lo mejor, el mega recital. Allí están los mejores jugadores y el condimento de los estilos, los prestigios y hasta las nacionalidades, todo con una especie de fervor popular que se envasa y fermenta con la sucesión de partidos.

Comenzó el hermoso no tiempo del mundial y en el caso argentino estamos traspasados de argentinidad. Ya lo sospechábamos y lo postulábamos -con apenas un poco menos de rigor científico que Augé- en una nota anterior: entre el día de la escarapela al que nunca le damos pelota pero este año sí, el 25 de mayo, el bicentenario, el mundial y el día de la bandera tenemos un exceso de celeste y blanco del que ya tomaron debida y unilateralmente nota todas las agencias publicitarias y por ende todo, todo es celeste y blanco. Hasta el carnicero te vende morcilla y chorizos celestes y blancos.

Los creativos (que son previsiblemente creativos: todos van ordenados y prolijitos tras el mismo objetivo, tienen una creatividadcita acotada y pequeña) se esmeran por encontrar la frase junta, la imagen que te conmueva y hay un notable exceso de argentinidad, de los peores atributos de la argentinidad. Hormonas, aguante, vamo todo loco, a estos putos le tenemo que ganar y todas esas bravatas que duran, desde luego, poco.

En los hogares, de golpe los miembros de la familia no futboleros se encuentran con la brutal revelación de que el jefe de la familia -o la jefa- se ha instalado en el trono para siempre, y esta vez no es el inodoro, sino el sillón del living directamente enfrente del mejor televisor. El tipo o la tipa generó un simpático y efectivo sistema (patentable: un golazo) que es un control de tv con muñequera, de manera que nadie ose sacárselo ni siquiera ocasionalmente. Lo siento por las novelas mejicanas, lo siento por el bailando, lo siento por el Ricki y lo siento por todo el mundo: es el mundial y hay que ver Costa de Marfil porque tiene un tres que la rompe.

Otra idea para que nadie nos moleste a la hora de los partidos es generar una corredera o pasillo de madera terciada o algo así entre el sillón y el tele (con uno adentro, y con la heladerita también, y de última con una pelela, para no movernos) y que el resto de la casa se mueva por donde pueda.

Ya estamos en marcha. Lo siento: no puedo atenderlos, no puedo escribir nada, no puedo ni escucharlos porque ya arranca el partido de primer turno de la mañana. Ubíquenme entre partidos y sean rápidos y directos para expresarse porque mi atención puede focalizarse unos pocos minutos por fuera de la pantalla. Y me voy. No quiero tirar la pelota afuera, pero ya estoy de nuevo en juego. En un mes charlamos. Tengo algo mundial para contarte.