El refugio de “La Gioconda”

Mercedes Álvarez

(EFE)

El rey francés Francisco I no podía imaginar que el majestuoso Castillo de Chambord, que ordenó construir a los 25 años, serviría de refugio de obras de arte durante la Segunda Guerra Mundial, entre ellas la conocida “Gioconda”.

Por él pasaron el tapiz de “La Dama del Unicornio”, el pastel “Madame de Pompadour” o varios dibujos de Pisanello y Leonardo da Vinci, incluida “La Gioconda”. La obra maestra del renacentista italiano, arquitecto oficial de Chambord bajo el mecenazgo de Francisco I, llegó a ser albergada en este castillo cercano al río Loira hasta en tres ocasiones durante el conflicto bélico.

En un ambiente de tensión política en aumento, la Dirección de los Museos Nacionales franceses empezó a programar un posible plan de evacuación desde el final de la Guerra Civil española. No en vano, el conflicto español sirvió, como en otros campos, de experiencia para la Segunda Guerra Mundial, y así, quien sería el encargado de la protección de las obras de arte en Francia, Jacques Jaujard, había colaborado previamente en la evacuación del Museo del Prado de Madrid, hecho que le permitiría “ser todavía más eficaz”.

La ocupación de los montes Sudetes, en la antigua Checoslovaquia, por las tropas de Adolf Hitler en septiembre de 1938, provocó que dos convoyes de obras de arte partieran del Museo del Louvre hacia Chambord, temiendo el devenir de los hechos.

Los alemanes habían sido informados por el gobierno francés de los lugares en donde se albergaban las piezas, ya que las autoridades optaron por hacerlos públicos para conseguir que los nazis las protegieran del pillaje. Lo cierto es que las únicas obras que se requisaron fueron las de colecciones privadas que pertenecían a familias judías, explicó la responsable de la exposición. Los inmensos espacios vacíos del interior de un castillo construido para ostentar, a la vez que aunaba las pasiones de Francisco I -la arquitectura y la caza-, albergaban, en junio de 1944, 4.000 metros cúbicos de cajas repletas de obras de arte.

“Se intentaron reconstruir las condiciones de conservación”, aseguró Fleury, quien explicó que se abrían las cajas a menudo para controlar el estado de las piezas y que, en algunos casos, se procedió a la restauración de los objetos que estaban deteriorados. La situación estratégica del castillo, alejada de grandes núcleos urbanos, la protegía de los vaivenes de la guerra, aunque su posición, bajo una ruta aérea, y el riesgo de incendio eran los mayores peligros a los que se exponían. Si bien no hubo que reseñar grandes daños durante la contienda en los alrededores del castillo, fue al final, con la liberación de Francia, cuando un hecho trágico marcó la obra de Francisco I. Un grupo de soldados que se retiraba a Alemania fue atacado por los resistentes a su paso por el pueblo de Chambord; como escarmiento, cuatro vecinos de la localidad fueron fusilados, tres de ellos eran españoles. Aunque Alexandre Fleury apuntó que la elección fue aleatoria, aseguró que “para los alemanes, los españoles en Francia eran amenazas potenciales”. Poco tiempo después empezaría el regreso de las obras de arte a sus museos respectivos.

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El Castillo de Chambord fue el refugio de miles de obras de arte durante la Segunda Guerra Mundial. Entre ellas figuraba la gran obra de Leonardo da Vinci.

Foto: Archivo El Litoral.