“La dinámica climática no permite

hacer pronósticos a largo plazo”

La importancia para actividades económicas y humanas que tienen los informes del Instituto. El sistema que funciona a partir de 1983 y la cooperación con los países que integran la Cuenca del Plata.

Los cambios

Borus admite los cambios en el tiempo. Recordó que cuando se puso en marcha el sistema, hace 25 años, “era común que en cada ciudad del interior hubiera un agorero que pretendía entender cómo venía la mano y según su conveniencia o sus contactos decía algo. Esa agorería fue cambiando y hoy prácticamente no existe en la Cuenca del Plata. Hay que destacarlo y esto es no sólo por el INA sino por todos los organismos con los que trabajamos horizontalmente, esto es Servicio Meteorológico, Hidrografía Naval, Inta, Senasa. Esta interacción ha permitido fortalecer un frente de ataque hacia la comunidad y a la comunidad le queda que el Estado nacional le está dando una respuesta y si hay respuesta del Estado para que vamos a escuchar a un agorero”.

El profesional destaca la responsabilidad que le cabe al sistema al ser la voz única. “Implícitamente nos están dando la responsabilidad de buscar consenso porque nadie es dueño de la verdad. Estamos desde hace tiempo reuniéndonos horizontalmente con profesionales de otras áreas, con las provincias, sociedades rurales y allí sale por consenso una idea de la situación en la que estamos parado, un escenario posible: la voz que van a recibir será única, pronóstico único, pero resultado de un análisis consensuado con mucha gente. Estamos a dos puntas: decir y escuchar, y esta es una ganancia del Estado institucional, muy importante, de la que no me canso de repetirlo”.

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El científico admite la responsabilidad que significa la tarea para definir tareas económicas en una gran zona del litoral argentino.

Foto: Flavio Raina

Mario Cáffaro

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“Hoy, ¿es más probable un escenario de sequía que de exceso de agua para el último cuatrimestre del año?”, pregunta el periodista y Juan Borus asiente, pero enseguida aclara que no es válido hacer pronósticos más allá de tres meses.

“Si hablamos de rigurosidad en la tendencia climática, nuestra experiencia indica que el mojón es de tres meses. Pensar hoy lo que va a pasar en septiembre es un albur total, el pronóstico es para junio, julio y agosto. Si me preguntan sobre septiembre, internamente a algún productor le sugeriría que haga tal cosa, pero en la generalidad y en nuestros informes no salimos del 31 de agosto porque la realidad nos ha mostrado que la tendencia climática cambia con una dinámica que supera el horizonte de los tres meses. En los últimos diez años, hemos recibido palizas en ese sentido”.

Borus es uno de los responsables, junto a Dora Goniadzki y Gustavo Almeira, de la elaboración los posibles escenarios hidrológicos en la cuenca del Plata, que forma parte del Sistema de Alerta Hidrológico de la Cuenca del Plata del Instituto Nacional del Agua (INA), información cada vez más requerida no sólo por los gobiernos de zonas ribereñas sino por actores económicos y pobladores de esa amplia zona.

En la semana que pasó, Borus fue uno de los participantes de un taller seminario de los distintos centros que tiene el INA (Mendoza, Córdoba, Buenos Aires y Santa Fe) sobre la temática de riesgos urbanos y se detuvo a hablar con El Litoral de la tarea que cumple el sistema que en su último informe habla de tres meses de “normalidad hidrológica”.

“Hasta 1983, la Argentina no estaba preparada para afrontar tareas de pronóstico, la palabra era una rareza en lo hidrológico, no así en lo meteorológico. La paliza que recibimos en 1983 con la gran crecida que castigó al litoral obligó a crear este sistema de alerta y se le dio la responsabilidad a nuestro Instituto de armar un esquema de pronósticos, de seguimiento, de monitoreo. Primero, era para inundaciones, y después, se demostró lo imprescindible de hacerlo en todo momento. Los usuarios que hoy tenemos provienen de una gama muy extensa. En un principio, era Defensa Civil, ahora lo es el ganadero de islas, el apicultor, el manejo portuario.

“El INA -continuó- tiene la fortaleza de ser un instituto de fuerte contenido federal. No actuamos solos, sino integradamente. Cada experiencia nos ha ido sumando conocimiento y en gran medida ese conocimiento se tiene que trasuntar en una mejor información a la gente”, explicó.

El desafío es conocer cómo se fueron comportando esos pronósticos en el tiempo. “Quince años atrás, nuestros pronósticos estaban publicados con un margen de error, hasta que nos dimos cuenta de que la gente no leía el margen de error sino que leía el pronóstico concreto, puntual. Hemos cambiando la forma de presentar el pronóstico en las páginas pero para nuestro uso interno, el error de pronóstico es un objetivo de análisis y de evaluación tanto como el pronóstico en sí”.

Borus admite que “es interesante analizar con la misma gente el error porque uno toma conciencia de cuánto le duele el error, cuál es su propia percepción del riesgo, su percepción del error, su necesidad de pronóstico. Recorro el litoral y veo que la gente no tiene toda la misma necesidad de pronóstico. Me ubico en la ribera santafesina: no es lo mismo una escuela, un armador fluvial, Defensa Civil, un ganadero de islas, un apicultor, etc. Cada uno tiene una necesidad de pronósticos absolutamente distinta y yo tengo que conocer esas necesidades y el error en el pronóstico, es un puente que permite conocerlas y percibirlas mejor”.

El Niño y el Atlántico

El último informe del Servicio predice tres meses de estabilidad. “El Niño se retiró, pero la emergencia que hemos vivido no tiene sólo que ver con el Niño sino con un Atlántico que estuvo anómalamente caliente durante mucho tiempo, a partir de julio del año pasado.

El especialista dice que toda la entrada de humedad que vino del norte y dio lugar a las lluvias, crecidas, etc, tuvo que ver con el Atlántico. “Ahora el Niño se aplacó, está neutral y el Atlántico, de alguna manera se enfrió un poco y los centros de alta presión que hacían que entrara la humedad se han corrido, con lo cual la situación -en general- para nuestra región en materia de lluvias no nos tienen que preocupar los excesos y sino más bien, puntos suspensivos, con respecto al último cuatrimestre en que quizás nos muestre una situación opuesta”.

“La dinámica climática no permite hacer pronósticos a largo plazo”

Foto: Flavio Raina

(Viene de página 6)

Vivir al lado del río

El informe del Servicio de Información y Alerta Hidrológico del INA es la voz oficial que utilizan las provincias ribereñas en la Cuenca del Plata y hay reuniones periódicas entre los técnicos y funcionarios de esas provincias. En tanto, el INA realiza una tarea conjunta con organismos de Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia.

“En los últimos años, no sólo se tiene un caudal de información mucho mayor, a veces en exceso, sino que además mucho mayor interacción con los profesionales del área tanto de Brasil como de Paraguay y Uruguay y en menor medida de Bolivia. No es solamente un ida y vuelta de información, es un ida y vuelta de conocimiento, de experiencia que se va sumando y a nosotros nos permite -por ejemplo- entender cómo funciona la alta cuenca de Brasil. Esto para la tarea de pronóstico es fundamental. La experiencia y el contacto con Brasil me permite ajustar mucho mejor y en las últimas situaciones -tanto de bajante como de creciente- fue evidente que pudimos ajustarlo mucho mejor”.

La ribera argentina

Más allá de los pronósticos, es interesante saber cómo está hoy la ribera argentina para soportar la crecida del sistema. Bonus responde desde tres puntos de vista.

“En materia de obras, ya no hay mucho más por hacer porque el Paraná es incontenible, aunque sí, obras particulares de defensa, y la ciudad de Santa Fe está haciendo los deberes después de lo que pasó en el 2003. Goya, Resistencia y Formosa, también. Las obras estructurales están mejor.

“Otro punto de vista es la percepción del riesgo y eso no hace sólo a las ciudades sino a la gente que tiene actividad económica en islas y zonas bajas, eso ha mejorado mucho porque se ha informado mejor, porque durante las últimas emergencias hemos tenido un contacto muy directo con la gente del Senasa, con las oficinas locales, ganaderos, etc.

“El otro punto es la aversión al río que es un concepto más complicado. Es cuánto estoy dispuesto a aceptar de riesgo: sé que me va a pasar tal cosa, me importa, no me importa. Yo tengo ganado en islas y me dicen que vendrá la misma crecida que la del 2007, cuál es mi actitud, de reaccionar rápidamente: salir corriendo. Este tema no está uniformizado dentro de la ribera y ése es un rol nuestro, de comunicación, de intercambio con la gente que debe entender bien de qué estamos hablando”.

La historia de la civilización se dio al lado de los ríos y hay una tendencia a ocupar zonas inundables. “Yo lo llamo una relación de amor y de odio con el agua. El 80 % del Producto Bruto Interno de los cinco países de la Cuenca del Plata está en esa zona y esto obliga a estar allí tanto cuando hay poco como cuando hay mucho. Cuando hay más o menos la pasamos bien, cuando hay poco sufrimos y cuando sobra nos preguntamos: cuándo terminará la emergencia. Esto no va a cambiar, Santa Fe no se va a ir de aquí”.