La manía por la corrección política amenaza al lenguaje

Ana Mendoza

(EFE)

La “manía por la corrección política es uno de los mayores peligros que amenazan el buen uso del lenguaje”, afirma Pancracio Celdrán (Murcia, España, 1942), quien ha dedicado su vida a enseñar el camino para hablar con propiedad y develar “los misterios y curiosidades de nuestra lengua”.

¿Se dice “extravertido” o “extrovertido“? ¿Es correcto el verbo “repantingarse“? ¿“Cuchichiar” es lo mismo que “cuchichear“? ¿Puede uno “faxearse” con alguien? ¿“Traumado” equivale a “traumatizado“? ¿Se puede “sufrir” una remodelación? Cuando uno tropieza, ¿da un “traspié” o un “traspiés“?

Estas preguntas son una pequeña muestra del sinfín de dudas que se le puede plantear a cualquier hablante, y a todas ellas da debida respuesta Celdrán en los libros libros de una serie que el autor inició con “Hablar con corrección” (va ya por la sexta edición) y continuó con “Hablar bien no cuesta tanto”.

Los tres van destinados “al gran público” y se hacen eco de la preocupación que siente Celdrán ante “el creciente deterioro del idioma en boca de periodistas y políticos poco cuidadosos con ese instrumento básico de comunicación.

“Son pocos los que pueden hilvanar tres o cuatro frases sin dar alguna patada a la sintaxis”, asegura este experto en Historia y Literatura Antigua Medieval.

Autor de unas 40 obras, entre ellas “El libro de los elogios”, “Diccionario general de anécdotas” y “El Gran Libro de los Insultos”, Celdrán trata de enmendar en su nuevo libro los errores léxicos y gramaticales más comunes, e incluye también un apartado de fraseología y otro de etimología.

Más de un lector se enterará de que el verbo “cuchichiar” existe. Cuchichía o canta la perdiz, y cuchichea la persona que habla en voz baja; recordará que lo correcto, según Celdrán, es decir “extravertido” y no “extrovertido”, si bien es cierto que la Real Academia Española recoge este último término en el Diccionario, y sabrá que “repantingarse” en el sillón es más vulgar que “repantigarse”.

Celdrán cree que la corrección política, “el temor a llamar a las cosas por su nombre, es un problema serio para el lenguaje”.

Decir “persona de lógica diferente” en lugar de “tonto” o llamar “persona verticalmente limitada” al enano; “bromas como la dualidad “miembro/miembra” o la negativa a asumir la universalidad genérica de ciudadanos, padres, trabajadores” son ejemplos de esa corrección política de la que “tanto abusan los políticos temerosos de caer mal, o de ser tildados de machistas”.

Cuando no se conoce bien el sentido de estas frases es mejor no usarlas, porque no es lo mismo poner a alguien “en un brete” que “en un membrete”. No se da “el dos de pecho” ni se va “viento en pompa”. Y no se está a la “antigua ultranza” sino a la “antigua usanza”.

Pancracio Celdrán lleva décadas dedicado al estudio de la lengua española, y fruto de esa pasión es su nuevo libro “¿Quiere usted hablar mejor?”, en el que analiza los errores más comunes que cometen los hispanohablantes y critica “la manía por la corrección política”.