La casa de los horrores del Gulag

Ignacio Ortega

(EFE)

La ciudad ártica rusa de Vorkutá, trágicamente célebre por acoger uno de los campos de trabajo más grandes de la Unión Soviética, recreará al aire libre la casa de los horrores del Gulag. “Un país que no conoce su pasado, no tiene futuro”, aseguró a Efe Kiril Arábov, jefe de la administración de Vorkutá (república de Komi), que se encuentra en plena tundra, cincuenta kilómetros al norte del círculo polar ártico.

Vorkutá, que fue construida por represaliados soviéticos -muchos de ellos artistas e intelectuales- en los años 30 del siglo XX, ha decidido “hacer justicia histórica” a los artífices del nacimiento de la ciudad. “Precisamente, Vorkutá era considerada en la época de las represiones estalinistas el corazón del Gulag, por eso decidimos que en nuestro territorio debe crearse un museo único con el que rendir memoria a las víctimas de ese horrible sistema”, señaló Valeri Budovsky, alcalde de la ciudad. Subrayó que “nada parecido existe aún en Rusia”, a diferencia de Alemania, donde se conservan los campos de concentración nazis como Dachau o Buchenwald, o Polonia (Auschwitz).

Arábov explica que a la hora de reconstruir uno de los campos han consultado con historiadores y expertos de la organización de derechos humanos Memorial, eterna candidata a los Nobel que se dedica a preservar la memoria de las víctimas de las represiones. “Será una réplica exacta de los campos que había en Vorkutá. Las obras ya han comenzado”.

El memorial tendrá barracones, baños, lavaderos, cocina, celdas de castigo, torres de vigilancia, casetas para guardias, cinco filas de alambre de espino y, por supuesto, centinelas de carne y hueso. “De esa forma, recrearemos al pie de la letra la atmósfera de los años 30-40. Incluso habrá centinelas con los abrigos blancos de piel que llevaban en esa época”, aseguró el empresario Alexéi Ovats, cuya compañía Monolit ha sido elegida como contratista del proyecto.

El campo se emplazará a unos 20 kilómetros de la ciudad en un solar no lejos de la línea eléctrica construida en su tiempo por los presos, que tuvieron que soportar en invierno temperaturas de 50-60 grados bajo cero. “Por eso, alrededor de la línea eléctrica se levantaron numerosos campos de trabajo. Construiremos el memorial en esa zona”, comentó Ovats.

El alcalde aseguró que las autoridades confían en que “con la ayuda del museo se pueda desarrollar el sector del turismo en el círculo polar ártico”.

Ovats matizó que el museo no tiene intención de “entretener” a los visitantes, ya que sería “ofensivo”, teniendo en cuenta que en la zona murieron miles de personas “No será un parque temático. Estamos hablando de asesinato masivo”, apuntó Arábov, que cifró en 100 millones de rublos (más de 3 millones de dólares) el presupuesto del proyecto.

Vorkutá era unos de los eslabones del infierno helado del “Archipiélago Gulag” -acrónimo de Dirección General de Campos (Glávnoye Upravlenie Lagueréi)-, título de la célebre novela de Alexandr Solzhenitsin, que dio a conocer en Occidente los horrores de la “trituradora de carne” soviética, como era conocida popularmente. Varios millones de personas fueron enviadas entre 1931 y 1953 a trabajar en las minas de Vorkutá donde, según las estadísticas de la biblioteca local, unos 200.000 perecieron de hambre y frío.

Curiosamente, muchos escritores, artistas y actores se quedaron en Vorkutá tras ser liberados, lo que paradójicamente permitió que la ciudad tuviera una gran vida cultural. “¿A dónde iban a ir? Si regresaban a Moscú o a sus ciudades de origen, todo el mundo les señalaba como enemigos del pueblo. Entonces decidían quedarse en Vorkutá, donde muchos eran como ellos, represaliados”, comentó una portavoz del gobierno local.

Unos 30 millones de soviéticos fueron condenados a trabajos forzados entre 1929 -año en que se creó el sistema de campos- y 1953, en que murió Stalin y el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) decretó una amnistía general.

El Gulag, que desapareció oficialmente en 1960, fue ideado por Stalin para reprimir a los enemigos del pueblo y explotar los recursos naturales de las zonas más inhóspitas del país. En 2008, el presidente ruso, Dmitri Medvédev, rindió tributo a las víctimas durante una visita a la región de Magadán (extremo oriente ruso), en cuyas minas también murieron cientos de miles de presos.