ETSURO SOTOO Y LA SAGRADA FAMILIA

La satisfacción del artista de una obra inacabada

El escultor japonés dice ser muy feliz completando la obra que iniciara Antoni Gaudí. Estuvo en Santa Fe para transmitir el espíritu con el que encara la deslumbrante construcción española.

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En 1978 llegó hasta las gigantescas estructuras de piedra y allí se quedó.

Foto: FLAVIO RAINA

 

ANA LAURA FERTONANI

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Visitó nuestra ciudad el renombrado escultor japonés Etsuro Sotoo (Fukuoka 1953), quien tiene la posibilidad de disponer de las formas nacientes de la gran obra inacabada del arquitecto español Antoni Gaudí: el templo la Sagrada Familia, que se erige en Barcelona.

De la mano del Centro Cultural Charles Péguy y la Universidad Católica de Santa Fe, llegó para hablar de su experiencia y de su inspiración: Gaudí y la belleza.

“Fui a Europa en busca de las estructuras de piedra, y me quedé ahí porque las encontré”, cuenta el artista a El Litoral en un limitado castellano. Sotoo se enamoró de la Sagrada Familia en 1978, cuando la visitaba y ahí se quedó.

“Antes había estado en París, pero allí no hay sitios para picar piedra, todo estaba hecho, para mí fue una gran decepción, todo ordenado, todo triste. Y yo quería picar piedra”, repite, mientras pide un café con hielo en el hall del Hotel Los Silos.

EL DISCÍPULO

El aula de la Universidad Católica estuvo repleta de gente convocada por la Facultad de Arquitectura. El disertante pudo, además de exponer, mostrar su trabajo en pantalla gigante.

Allí habló de la significación, el honor y la felicidad que le provoca el camino de artista que está construyendo.

—¿Qué está trabajando actualmente en el templo?

—Estoy terminando los símbolos de la Eucaristía de la nave central, cerca de 30 piezas, y acabo de colocar las gárgolas de cuatro evangelistas, cada uno diseño propio, porque Gaudí no dejó la obra proyectada. Y falta una puerta para la fachada del Nacimiento, donde he colocado todos los ángeles que faltaban y cinco años más tarde la nombraron Patrimonio Mundial por la Unesco, sólo a esta fachada, pero falta la puerta. Yo he ganado el concurso en el año 2000, pero ya han pasado 10 años y no me dejan. Ahora sé que la tengo que hacer, pero hay un problema: hace 10 años no era Patrimonio Mundial, y ahora tengo que pasar por un trámite burocrático, y pedí permiso a un delegado de la Unesco.

—Dice que Gaudí no dejó una proyección de su obra...

—No dejó como normalmente imaginamos, planos en dos dimensiones, la arquitectura de la catedral es en tres dimensiones y él sabía que los planos no solucionaban nada, todo lo contrario, se confundiría su idea. El único camino es el amor de construir el templo de la Sagrada Familia, que no se puede escribir, cada uno tiene que buscarlo.

—Antes de conocer el templo, ¿qué sabía de Antoni Gaudí?

—Nada. Yo era profesor de Arte y sabía lo que había leído en un libro muy grueso de la historia de la arquitectura del mundo. Allí ponía algo breve sobre la Sagrada Familia y sobre Gaudí, no se sabía si era un loco o un genio.

EL CAMINO

—¿Por qué llegar hasta el otro lado del mundo para hablar de Gaudí y la belleza?

—Porque cada cosa que investigo de esculturas descubro palabras de Gaudí, el espíritu de Gaudí, y le doy importancia. Todo el mundo quiere conocer a Gaudí pero nadie lo conoce, van por caminos equivocados, mirando obras, formas y no entienden nada. La única manera para entender es golpear la puerta de su espíritu, es la única entrada y su espíritu está en la fe. La belleza es el esplendor de la luz de la verdad, sin amor no existe belleza, y el ego es incompatible con la belleza, conocer esto me hace fortalecer como escultor y como persona.

—¿En qué instante encuentra estas puertas?

—Las encontré cuando sufrí mucho. Tenía que realizar un trabajo de la Sagrada Familia y no había datos. Por donde mirara no había datos y yo debía hacer el trabajo, era mi responsabilidad y yo no sabía dónde tenía que mirar, que era ahí donde él miraba, donde él quería llegar, tenía que estar donde estaba Gaudí, en el mundo de fe.

—¿Y ahí se convirtió al catolicismo?

—Empecé en el ‘78 a trabajar. Muchísimos años la gente me dejó libremente hacer las esculturas, en su mayoría ángeles, la fachada del Nacimiento y no era católico. En 1991 pedí el bautismo. Construir la Sagrada Familia no es un trabajo, es la vida. No hay horarios. Mientras duermo, a veces me despierto con una buena idea y no puedo esperar hasta el amanecer. La construcción del templo es un camino que me enriquece verdaderamente y me hace feliz.

—La conclusión de la obra, ¿está prevista para el 2020?

—La conclusión está prevista para el 2026, en 1926 falleció Gaudí, su obra se concluiría a 100 años de su muerte. El templo no es una caja, sino que está lleno de mensajes y símbolos eternos. Ésta es la gran vocación de dar mensajes y que la gente los reciba, un espacio para dar eternamente.


El templo

En 1882 la Asociación Espiritual de los Devotos de San José, fundada por José María Bocabella Verdaguer, inició la construcción de la iglesia dedicada a la Sagrada Familia. Dos años después, la dirección de las obras pasó a Antoni Gaudí.

Cuando proyectaba el edificio, Gaudí buscó identificarse con el proyecto y profundizó en el conocimiento de la doctrina cristiana y en especial en la liturgia.

Poco a poco la construcción de la Sagrada Familia absorbió toda la vida de Gaudí, que murió a los 73 años, en 1926, atropellado por un tranvía, mientras iba de las obras a la iglesia de San Felipe Neri para rezar las Vísperas.

La Sagrada Familia tiene una planta de cruz latina con más naves. A lo largo de cada extremo de la cruz se abre un acceso, decorado por una fachada dedicada a las virtudes teologales. La fachada orientada hacia el Este, por donde sale el sol, está dedicada a la infancia de Cristo, la del poniente a la Pasión, y la fachada que da hacia el Sur; a la Gloria.

Cada portante está concebido en modo simbólico: los pilares o torres que rodean el cimborrio son cuatro, como los evangelistas; los campanarios son doce, como los apóstoles, etc. Pero más allá del aspecto simbólico, del proyecto de Gaudí impacta la extraordinaria atención a la funcionalidad de los elementos arquitectónicos: el interior está concebido para que la luz se difunda de manera particular: nunca directa, de modo que garantice la perfecta iluminación sin descuidar el recogimiento. Además la atención al sonido: la acústica tiene que ser perfecta para que el canto pueda resonar en la iglesia dignamente.