Un lector apasionado

Hace 81 años que lee El Litoral

Antes de empezar la escuela, José Luis Veltri ya sabía leer. Cada tarde le comentaba a su abuelo las noticias de este diario, que compraba con su propio dinero. “El Litoral es un vicio de toda la familia. Nunca dejé de leerlo”, cuenta.

Hace 81 años que lee El Litoral

Como hace 81 años, Veltri espera todas las tardes al diariero. “Apenas llega El Litoral, nos peleamos por ver quién lo lee primero”, cuenta. Foto: Pablo Aguirre

 

 

Agustina Mai

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El 25 de mayo José Luis Veltri cumplió 87 años. Desde los 6, es un fiel lector de El Litoral. “Cuando empecé la escuela, para procurarme unas monedas iba junto a otros muchachos del barrio a la playa del ferrocarril. Ahí juntábamos sellos de plomo y los vendíamos a 40 centavos el kilo. También juntaba huesos de ganado y los vendía a una empresa que pagaba 10 centavos los 10 kilos. De ese dinero, gastaba 10 centavos en tortitas negras y 10 centavos en El Litoral”, recuerda José Luis.

Desde aquella infancia, cuando le leía el diario a su abuelo italiano -que era analfabeto-, hasta hoy, Veltri no se separó de El Litoral. Este hombre rememora que “por aquel entonces no existían los kioscos, como hoy, sino que pasaba el diariero que voceaba de una manera muy especial”.

La familia Veltri era humilde y de gente trabajadora. “Mi padre, mi abuelo y mis tíos eran ferroviarios. Éramos pobres, pero con dignidad. Teníamos nuestra huerta, unas gallinas y mi abuela amasaba el pan. Vivíamos detrás de los chalés, de las “casas de recreo’, como se le llamaba a las quintas que estaban en la zona de la Costanera”, detalla. En esa casa, El Litoral era el único medio de comunicación al que accedían.

Un apasionado

Por cuestiones de trabajo, Veltri recorrió la provincia. Cada vez que se alejaba de la ciudad de Santa Fe, una preocupación venía a su mente: cómo conseguir El Litoral. “Cuando viajaba por el interior, lo primero que preguntaba era a qué hora llegaba el diario. No puedo dejar de leerlo; nunca dejé de comprarlo”, asegura orgulloso.

José Luis se considera un “autodidacto”. “Escríbalo así m’hija: autodidacto, con “o’, porque yo soy hombre y autodidacta es una palabra que tiene género. Soy un apasionado. Me gusta la redacción, la poesía... he escrito algunas cosas y mi hija es profesora de letras”.

Veltri tiene una relación muy estrecha con este diario. “Un día estaba en un bar, en calle San Gerónimo, y veo que un hombre que estaba en otra mesa tenía el diario a un costado. Y yo lo miraba y lo miraba -narra estirando el cuello y abriendo los ojos-. Hasta que me acerco y le pregunto si ya lo había leído. Como me dijo que sí, ¡se lo quise comprar!”, cuenta, mientras los ojos se van achicando a medida que se agranda la sonrisa.

El presente

Veltri asegura ser un romántico. “Extraño esa época”, desliza en medio de la entrevista. “Había grandes “recreos’, íbamos al bar-teatro frente al Puente Colgante y veíamos espectáculos mientras tomábamos una gaseosa. No hacía tanto calor en esa época y lo que usábamos como aire acondicionado era una pantalla. En invierno, la estufa era un ladrillo envuelto en sábanas viejas que colocábamos en los pies de la cama”.

Tantos recuerdos le provocan un brillo intenso en los ojos. José Luis se entristece cuando contrasta ese pasado con la realidad. “Lamentablemente, muchos de mis amigos de aquel entonces ya no están. Con el que suelo conversar de tanto en tanto es con Raúl Morales”.

Actualmente vive con su mujer, Ángela, y su hija. “Leer El Litoral es un vicio de toda la familia. Todas las tardes lo estamos esperando; y apenas llega, nos peleamos por ver quién lo lee primero. Por lo general yo me conformo si me dan primero el deportivo. Después me gusta mucho leer la parte de política. Siempre lo leo de atrás para adelante y, por lo menos, le dedico una hora. El Litoral, junto a la cerveza y los alfajores, son el referente de Santa Fe”, concluye.