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Flashes y sonrisas en el bloque PJ

 

Luis Rodrigo

Eduardo Duhalde llega a la Legislatura con la custodia, los vehículos y la demora que tendrían que acompañar a todo ex presidente. Varios senadores del justicialismo lo aguardan expectantes fuera del Palacio Legislativo. Juan Carlos Mercier (a quien saluda primero), Alberto Crosetti, Norberto Betique, José Baucero, Hugo Terré y Alcides Calvo esperan que los periodistas terminen su trabajo para acompañarlo hasta el bloque.

Mientras el precandidato presidencial se desplaza por los pasillos recibe abrazos y besos. Estrecha manos y demuestra que conserva intacto el magnetismo de los hombres poderosos.

La expresión “seducción del poder”, tan de los “90, describía lo que Carlos Menem provocaba dentro y fuera del peronismo. Hoy se puede aplicar a Duhalde, a quien los años no la han cambiado tanto físicamente. Como entonces, al hablar parece tener bastante más de un metro sesenta.

Ocupa con naturalidad el centro de la escena. Ha encontrado un tono ecuménico para interpretar la historia. Cuando Mercier, desde la cabecera de la mesa, destaca que peronismo le ha dado a la provincia “24 años de excelentes gobiernos” y subraya que la fecha impone recordar a la figura de “nuestro líder” -hoy se cumplen 36 años de la muerte de Perón- Duhalde advierte que su misión histórica fue “completar la revolución que iniciaron Alem e Yrigoyen”.

Su discurso es siempre inclusivo. Busca encantar a todos y palabras como “ignorancia” o “soberbia” se reservan sólo para los Kirchner: elige citar al Perón que dice que para un argentino nada mejor que otro argentino. Reflexiona sobre los ejemplos de convivencia que imponen los países que lograron acordar la existencia de la Unión Europea en la posguerra o de los sectores políticos que -por ejemplo en Brasil- construyeron políticas de Estado más allá de los gobiernos.

Sus observaciones profundas no se corresponden con la imagen del jefe de los intendentes del conurbano bonaerense que lo siguió mientras fue -dos veces- gobernador de la provincia de Buenos Aires. Hoy disfruta de un mito: los senadores y quienes lo saludan se rinden al piloto de tormentas que tomó el timón en 2002.

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