Una charla con Miguel Garrido en Cape Town...

“En Uruguay y en Argentina los

jugadores nacen como margaritas”

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Cape Town, Sudáfrica)

“Mire, yo nací en Avellaneda en 1935, estoy por cumplir 75 años pero no soy uruguayo aunque todos me vinculan con ese país porque me fui a vivir a los 3 años. Yo soy argentino, e hincha de Independiente. En Uruguay, no digo que soy uruguayo. Digo que soy rioplatense”, así arranca la charla con Miguel Ángel Garrido, quizás el periodista más veterano de los que ha llegado a cubrir esta Copa del Mundo. Es conocidísimo en el ambiente del fútbol, se declara amigo de muchos de los que jugaron aquella final en el Maracaná ante Brasil, en 1950, cuando Uruguay dio vuelta el resultado ante 200.000 personas. Algunos ya no están, pero él los referencia como si permanecieran vivos, algo que también ocurre en el recuerdo de todos los uruguayos.

—No están ni Brasil ni Argentina, pero están ustedes. ¡Qué sorpresa!

—Ni los uruguayos se lo imaginaban. Todos pensábamos que Brasil y Argentina eran los candidatos. Pero te voy a decir algo. Cuando nos veníamos para Ciudad del Cabo, le dije al maestro Tabárez que me iba a tener que hacer un monumento. ¿Sabés por qué?, porque para mí, los favoritos eran los campeones del mundo. Y Uruguay estaba entre ellos. Nadie lo creía, pero la historia pesa... Mirá el penal que tiró el de Ghana en el último minuto, a otra selección se lo hace, pero a Argentina, a Brasil, a Uruguay, no. No se olvide el mundo, que Uruguay es dos veces campeón olímpico y dos veces campeón del mundo, en la década del ‘80 los juveniles arrasaban con todo, Peñarol y Uruguay tienen 8 Libertadores y 6 intercontinentales... Uruguay es de los países con más títulos.

—Usted no cree, entonces, que a la historia hay que abastecerla y renovarla permanentemente.

—Mirá, vamos a hacer un juego. Supongamos que Brasil no gana más nada durante 20 años, ¿qué hacemos con los cinco campeonatos?, ¿qué hacemos con Pelé?... La historia vale. ¿Se puede negar a Schiaffino?, ¿a Obdulio Varela?, no. ¿Podría yo negar a Pedernera?, mucho menos.

—Con ese razonamiento, la final sería Alemania-Uruguay...

—Es la final que yo veo.

—¿Qué tenía aquel equipo del Maracanazo en 1950 con éste, de Tabárez para compararlo?

—El gran Obdulio Varela decía: “Ya no sé lo que es verdad y lo que es mentira de la historia del Maracaná...”. (risas) Yo era muy amigo de Míguez y él siempre contaba una anécdota: resulta que un dirigente viene la noche anterior y le pregunta por el partido, y Míguez le dijo que al otro día ganaban, entonces el dirigente le dijo: “¡Vos siempre el mismo, mirá que vamos a ganar...!”. Yo vengo de otros tiempos, de aquella delantera de Peñarol de 1949 con Ghiggia, Hohberg, Míguez, Schiaffino y Vidal, que sólo se puede comparar con Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau o Michelli, Cecconatto, Bonelli, Grillo y Cruz. Esos jugadores maravillosos ya no salen más.

—¿Era más, entonces, aquel equipo?

—Mirá, te voy a decir algo que me dijo Bilardo una vez y con toda razón: “¿Sabés por qué antes había mejores jugadores?, porque antes había 500 como yo que íbamos a la Facultad y 5 millones que jugaban al fútbol”. Cuando yo era pibe, teníamos ojos de gato, jugábamos al fútbol de noche. Esos grandes jugadores surgieron así.

—Aquella gesta del Maracanazo tiene una significación especial, debe ser la final más recordada de la historia. ¿Me equivoco?

—Mirá, cuando llegamos a Francia en el ‘98, leí en una revista que un periodista francés decía que Schiaffino había sido, para el fútbol, lo que Fred Astaire para la danza. Cuando Uruguay pierde con Hungría en 1954, muchos opinaron que ese cuadro era mejor que el de Maracaná. ¿Y sabe lo que decía la prensa europea?, que daba emoción ver a esos jugadores en el vestuario, con la cabeza entre las manos y derramando lágrimas de hombre... Yo escribí un libro: “Casos y cosas curiosas de los mundiales”. El prólogo me lo escribieron los jugadores. Y Obdulio Varela me puso la piel de gallina... Tenía como 90 años cuando hablé con él para el libro, y a veces desvariaba, se iba... Pero esa vez me dijo: “Jugar la Copa del Mundo es algo maravilloso, porque es defender a la patria”. Me emocionó.

—¿Cuál fue el caso o la cosa que más le sorprendió?

—¡La de 1950!... Era imposible que Brasil perdiera esa final. Y por imposible, se hizo posible... Fueron unos monstruos sagrados esos uruguayos.

—¿Cuál fue el mejor jugador que vio?

—En Uruguay, hablan de Héctor Scarone... Mirá, un día lo vi en la cancha de Nacional, tenía 60 años y llevaba puesto un sobretodo. Empezó a patear desde el punto del penal y pegaba todos los tiros en el palo, a propósito, buscándolo... Un día me lo encontré al Huevo Cruz, un defensor que jugó en Nacional. Uruguay le había empatado en Wembley a la selección inglesa y le pregunté qué le parecía. Y él me dijo: “Jugué dos veces contra Inglaterra allá y le gané las dos veces, lo tenía que marcar a Finney y a Stanley Matthews”. Ellos eran los maestros del fútbol... Recién me preguntabas una curiosidad y me viene a la memoria otra: ¿sabías que en el Mundial de 1930, en la final entre Argentina-Uruguay, no se vendieron más entradas que en la semifinal?

—¿Alguna otra?

—Ramón Barreto, el árbitro uruguayo, en el Mundial de 1974 le tocó dirigir el partido entre las dos Alemania... Estaba lleno de policías... Muy feo.

—¿Y alguna historia de sobornos o partidos arreglados?

—Mirá, en el fútbol puede haber jugadores arreglados y jueces arreglados, pero lo que no hay son partidos arreglados. Un día, en un Peñarol-Nacional atajaba Errea, en Peñarol, y en Nacional estaban el Marqués Sosa y Celio, un delantero brasileño que jugaba en Nacional. Sosa peinó una pelota y Celio metió el gol. Entonces, entró un dirigente de Peñarol a increpar a Errea y a los defensores porque no habían saltado... El chileno Figueroa lo quería matar, y Goncálvez, aquel famoso caudillo de Peñarol, me dijo: “¿Quién me viene a decir a mí que hay que ir para atrás?”... Por eso, jugadores arreglados sí, pero partidos arreglados, no.

—¿Alguna vez sintió la tentación de ir a la cancha sólo para ver a un solo jugador?

—Te repito, de los que no vi, todos me hablan de Scarone. De los que vi, Schiaffino. Y Maradona, claro... Hay tres frases célebres para mí. Una es de Pelé, cuando dijo: “Entre Maradona y yo, mi mamá me elige a mí”; otra es de Maradona, cuando dijo: “La pelota no se mancha”. Y la última es la de Obdulio Jacinto Varela: “Sólo cumplimos si ganamos”. Eso fue lo que se dijeron los jugadores en el Maracaná, antes de entrar a la cancha.

—¿El resultado es lo más importante en el fútbol?

—Sí, definitivamente sí. ¡Ah!, me olvidaba de otro grande: Walter Gómez... ¡Qué jugador!

—¿Por qué un país tan chiquito como Uruguay llega tan lejos?

—Por lo que te dije antes, porque todos los botijas jugábamos al fútbol, jugábamos todo el día... En Uruguay y en Argentina nacen jugadores como margaritas.

—¿Será la garra charrúa?

—Diego Pérez es un jugador que todos los cuadros desearían tener, pero a veces la garra lo lleva a jugar al límite... Pero, ¿sabés una cosa?, Diego Pérez es un jugador como los de antes, va fuerte pero leal. Me acuerdo de Gambetta, otro del Maracanazo, un jugador que iba al frente... Un día me dijo: “¿Vos te pensás que yo le iba a pegar una patada de atrás a un brasileño, con un árbitro de Inglaterra y 200.000 personas?, ¡por favor!”. Bueno, ustedes lo tuvieron a Pipo Rossi, que era un tipo fuerte, tenaz, pero tremendamente leal.

—¡Suerte Uruguay!, aunque usted sea argentino de nacimiento...

—Y para el gran pueblo argentino, ¡salud!

“En Uruguay y en Argentina los jugadores nacen como margaritas”

Decano de la prensa mundial, debe ser el periodista más veterano de los que llegaron a Sudáfrica. Se llama Miguel Ángel Garrido y tuvimos con él una charla bien futbolera. Foto: Enrique Cruz (h)