“Cazuela de Taricos”

Garganta prodigiosa

Garganta prodigiosa

Un gesto poco elegante para una clásica señora de Barrio Norte, fervientemente celebrado por los espectadores. Ariel Tarico provocó una larga y afectiva ovación en la colmada platea de la función de estreno. Así, fue esa noche profeta en su tierra.

Foto: PABLO AGUIRRE

ROBERTO SCHNEIDER

Los sobresaltos y angustias que los sufridos argentinos padecemos en los últimos tiempos pueden servir de levadura para amasar un drama, o bien alimentar la desmesura de un cómico con alma trágica que nos haga reír aunque nos duela. Esto último logra el autor, actor y humorista Ariel Tarico, a partir de la puesta en escena de “Cazuela de Taricos”, presentada con indiscutible suceso de público en la Sala Mayor de ATE Casa España. El espectáculo está aggiornado con los últimos acontecimientos políticos ocurridos en el país.

Acompañado por el actor e imitador Mauricio Jortack -brillante en sus personificaciones de Pitty Álvarez, Fito Páez y Charly García-, Tarico realza la pintura de la realidad nacional. El actor -porque así se definió en una entrevista que le realizamos en “La cuarta pared”- se desplaza sobre el escenario con gracia y dice sus punzantes parlamentos escritos por él, a pesar de los complicados discursos que son un reto aún para memorias tan prodigiosas como la suya.

Sin pelos en la lengua, Tarico refiere las peripecias de nuestra clase política (esencialmente, a sus políticos). Va relatando en la personificación de conocidos dirigentes los vaivenes de dos décadas de la democracia recuperada a fines del ‘83 y vapuleada por los sucesivos gobernantes. Sin dejar títere con cabeza dentro del espectro político nacional -con algunos representantes provinciales- pero remarcando claramente que la salida tampoco está por la puerta de los cuarteles, entre carcajada y carcajada, reclama a los presentes un poco más de atención a la hora de emitir sus votos.

Además del gran escenario nacional y provincial, algunos de sus monólogos, en los que el espectador intuye que no olvida ni una coma, también se reflejan las pequeñas realidades, como la representación del futbolista Carlos Tévez, con un innecesario mal gusto en el lenguaje, cargado de procacidades, o la del esperpéntico -en la vida real- Ricardo Fort, de seguro impacto en la platea. Lo mejor de Tarico, indudablemente, es el prodigioso uso de sus cuerdas vocales para transformarse en personajes de fuerte impacto. Cuando como “La señora de Barrio Norte” se multiplica en los políticos chantas y exhorta a buscar mediante el voto una nueva dirigencia cuya condición esencial no sea el carisma, sino la transparencia, la honestidad y la eficiencia.

El espectáculo hace agua en el ritmo de la totalidad. Es evidente que hace falta la mano de un director para ordenar en tiempo y forma los baches que se producen en escena. En la mejor secuencia, el actor se transforma con el cuerpo y la voz en sucesivas criaturas con el vestuario de un mismo rol, que resulta hasta confuso. De todos modos, es innegable que Ariel Tarico ofrece sobre la escena una labor actoral de brillante desempeño. Algunos dirán que no, que sólo “dice” sus monólogos. Pero hay que estar casi dos horas en escena cautivando a los espectadores. Los dardos son arrojados hacia los propios argentinos como culpables al elegir a sus gobernantes. Sus palabras cargadas de humor lacerante le sirven para pedir que no se repitan los mismos errores. A lo largo de su corta y exitosa trayectoria, el actor propone reflexiones para tener en cuenta. Es cuando se descubre que pasan por el escenario los más diversos personajes de una sociedad devastada. Ellos son los que provocan la -vaya paradoja- amarga risa del espectador.