Publicaciones

“Paul Ricoeur. Del hombre

falible al hombre capaz”

En “Paul Ricoeur. Del hombre falible al hombre capaz”, distintos autores analizan diferentes grados de “capacidades del sí mismo: el sí en su relación consigo mismo, el sí en su relación con el otro en el cara a cara, el sí en su compromiso con respecto al tercero, el sí en su modalidad hermenéutica, en suma, el sí en su relación con otra lengua que no es la suya”.

El tema del “hombre capaz” se constituyó en un punto central de la filosofía de los últimos años de Ricoeur, fallecido en 2005. El tema de la felicidad, de la acción y de la capacidad fueron sus últimos desvelos. Como destaca Alain Thomasset, el “sí mismo ético, entre el hombre falible y el hombre capaz, es el hombre simultáneamente llevado al mal y capaz de hacer el bien. Esta tensión ética que recorre toda la obra de Ricoeur vuelve a encontrarse bajo otra forma en el debate contemporáneo de la articulación entre lo bueno y lo justo, entre una ética comunitaria contextual y una ética procedimental formal”.

Ricoeur destaca el valor del perdón. Como señala en la introducción Gaëlle Fiasse, el perdón se presenta como una voz superior “al proclamar “vales más que tus acciones’”, revelando tal capacidad del hombre. “El sí, llamado a vivir una vida buena con y para los demás, en instituciones justas, es un ser que actúa y sufre. La amistad, como el perdón se comprende a la luz de las relaciones bilaterales de la justicia y con la vara de una economía del don. El hombre capaz es invitado a escuchar la voz de la sabiduría, que lo invita a la sobreabundancia, a nunca avalar la injusticia ni a adoptar la situación del chivo emisario”.

La traducción es una de las zonas importantes de la filosofía de Ricoeur, y precisamente el perdón ocupa también un lugar preponderante en este tema: “Una ética de la justicia tocada por una poética del perdón... En el difícil acto del perdón, la empatía de la traducción entre el sí y el otro siempre debe permanecer atenta a la demanda de justicia. El perdón no puede olvidar la impugnación, del mismo modo que el amor no puede olvidar la acción”.

Ricoeur se suma a la gran tradición de teóricos de la traducción (Croce, Rosenzweig, Benjamin, Steiner) y agrega una perspectiva singularmente hermenéutica al tema. Señala el papel decisivo desempeñado por la traducción de, por ejemplo La Biblia. Aparte del intercambio interlingüístico, Ricoeur atiende al acto intralingüístico: “aquí la traducción indica el acto ontológico de hablar como una manera no solamente de traducirse a sí mismo (desde el interior hacia el exterior, desde lo privado a lo público, desde el inconsciente hacia lo consciente), sino también, y más explícitamente, de traducirse a sí mismo para los otros”. En suma, un modelo ontológico de la traducción. “El trabajo de la traducción se podría ver entonces como incluyendo un deber de doble faz: expropiarse a sí mismo mientras se acerca al otro”. El traductor debe estar preparado a abandonar la pretensión de autosuficiencia de la propia lengua. “Hospitalidad del lenguaje, donde el placer de habitar la lengua del otro es compensado por el placer de recibir en uno, en la propia morada de recepción, la palabra del extranjero”. En el fondo, Ricoeur propone la traducción como modelo hermenéutico, paralelamente a sus desvelos por instaurar una teoría del texto como modelo de interpretación. Publicó Nueva Visión.