EDITORIAL

Viaje de Cristina al gigante de Oriente

Por fin la presidenta de la Nación viajó a China y se reunió con sus principales autoridades políticas. Como se sabe, el viaje estuvo precedido de diversos incidentes diplomáticos y políticos entre los que se incluye la suspensión de la gira hace unos meses debido a la desconfianza de la mandataria respecto del vicepresidente Cobos.

En su momento esa decisión generó polémicas internas y externas. Para los observadores se trató de una decisión injustificada y hasta torpe, no obstante lo cual en su viaje a Estados Unidos la señora Cristina de Kirchner recompuso los puentes de un vínculo maltrecho.

Es que las relaciones de la Argentina con China en los últimos años no han sido fáciles. Los mandatarios locales han oscilado del triunfalismo enancado en anuncios espectaculares -como el que en su momento hiciera Néstor Kirchner- a la fría indiferencia. Peor aún, a la adopción de medidas proteccionistas que afectan el intercambio de bienes, escalada que inició la Argentina con trabas a la importación de manufacturas, y que ahora padece con la drástica reducción de la compra de soja y derivados por parte del gigante asiático.

La economía capitalista mundial se ha ido trasladando progresivamente hacia el Pacífico y en ese rumbo China es el gran mercado para la producción argentina. China es en la actualidad nuestro segundo socio comercial; le exportamos básicamente materias primas y alimentos e importamos maquinarias y equipos electrónicos. La complementación de ambas economías es también un dato favorable, pero ese dato debe ser luego elaborado mediante estrategias de mediano y largo alcance y políticas inteligentes y prácticas, políticas que se hagan cargo de las nuevas condiciones del mercado mundial y de los reales intereses de las naciones.

A pesar de las dificultades conocidas -algunas estructurales, otras producto de medidas e iniciativas desacertadas-, el balance de la delegación argentina es en principio positivo. El hecho de haber concretado la visita, la recepción de las principales autoridades políticas e incluso el otorgamiento de un doctorado honoris causa para la presidenta, dan cuenta de la receptividad de los anfitriones y de la fortaleza de los vínculos.

Sin embargo, no todas fueron rosas. La restricción para el aceite de soja se mantiene y así seguirá en el futuro inmediato. No se sabe bien si esta decisión de las autoridades chinas tiene que ver con cuestiones económicas o es la consecuencia de represalias. No se debe perder de vista que los diplomáticos chinos nunca han dejado de hacer conocer sus quejas por la decisión argentina de establecer barreras arancelarias al ingreso de juguetes, textiles y calzados. Al respecto, y a fin de no perder de vista el campo real de relaciones de fuerza, conviene recordar que si bien para nosotros la relación con China es estratégica, esta perspectiva no es recíproca en la medida que para este país la Argentina ocupa el 44 lugar en el destino de sus exportaciones y el 26 en sus importaciones.