EDITORIAL

La hora de la política

Con el voto “no positivo” de Julio Cobos acerca del aumento de las retenciones agropecuarias establecido por la resolución 125, hace hoy algo más de dos años, se produjo un punto de inflexión en la vida política argentina. Seguramente, aquella enunciación dubitativa y temerosa -motivo de permanentes humoradas posteriores- se fundaba en la conciencia de la enormidad de aquel paso.

Los analistas discrepan sobre las cuotas de responsabilidad institucional y oportunismo que intervinieron en la decisión, pero coinciden sobre sus efectos. Al pronunciarse en contra del gobierno que integraba -que aún integra- y provocarle con eso la pérdida de una votación crucial, el vicepresidente certificó la defunción de la meneada y cuasi ficcional concertación, mostró los pies de barro de un poder que hasta ese momento lucía imperturbable, potenció el proceso de renovación parlamentaria que había comenzado a gestarse y dio el pistoletazo de largada para la carrera presidencial hacia 2011.

La vertiginosa sucesión de acontecimientos políticos e institucionales de alto impacto producida desde entonces, encontró en el minuto más largo de esa tensa madrugada su más acabada y simbólica señal de partida. A riesgo de desdibujarse y en pleno desgranamiento, el oficialismo comenzó a pergeñar una agenda parlamentaria que le permitiera recuperar la iniciativa y conservar el poder. La oposición, por su parte, redobló los esfuerzos para coordinar acciones y estrategias, e imponer también un temario que sirvió como plataforma de las elecciones legislativas de 2009 y programa de acción para este año.

Los resultados de la confluencia de ambas corrientes se tradujeron, sobre todo en los últimos meses, en la generación de actos de gobierno -la asignación universal por hijo, la distribución de ATN retenidos- o la puesta en discusión de proyectos -la reforma del Consejo de la Magistratura, el Indec, el 82 % móvil para los jubilados- hasta entonces impensados o sistemáticamente relegados en uso de las hoy perimidas mayorías automáticas.

Más allá de las motivaciones que hayan llevado al kirchnerismo a impulsarlo y de todas las consideraciones que puedan hacerse al respecto, la discusión sobre el matrimonio homosexual mostró no sólo posicionamientos basados en convicciones personales y al margen de la disciplina partidaria, sino también un importante nivel de fundamentación. El mismo que merecen cuestiones tan sensibles y vitales como el sueldo de los jubilados, la sustentabilidad del Estado, el federalismo fiscal, el rigor estadístico y los mecanismos de selección de magistrados.

Con todo lo cual, en los próximos meses y previo al frenesí electoral, los legisladores, partidos y la propia sociedad organizada a través de los canales correspondientes, tendrán una oportunidad infrecuente en la historia nacional de ejercitar la política en serio. Y de asumir en plenitud la siempre deslucida condición transformadora de esa actividad humana, muy por encima de las instancias de campaña o las eternas pullas partidistas.