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“Carl Schmitt o el mito de lo político”

Donde falta el mito “no puede haber ningún poder social o político, ni aparato mecánico que pueda formar un dique cuando se libera una nueva corriente”, sostenía Carl Schmitt en “La teoría política del mito”, de 1923. Los autores que conforman el volumen “Carl Schmitt o el mito de lo político” parten de las concepciones expuestas por el autor alemán (1888-1985) -antiliberal, militante (rápidamente caído en desgracia) del nazismo, que concebía a la individualización de un “enemigo” como esencial para la constitución de un pueblo- para señalar al mito como común denominador de sus ideas políticas.

En “El concepto de lo político”, Schmitt determinaba a la contraposición amigo/ enemigo como esencial. Los autores del libro que acaba de publicar Nueva Visión intentan demostrar que tal criterio y determinación de la esencia de lo político atañen al mito. “En un doble sentido: primero, en el de una fábula y de una ficción ligadas a otras fábulas y ficciones por las cuales Schmitt reconstruye imaginariamente la realidad política, pero también la historia del pensamiento político y jurídico desde el comienzo de la Modernidad hasta el siglo XX”, señala Yves Charles Zarka. “En Schmitt, las fábulas llaman a las fábulas, las ficciones, a las ficciones. Segundo, en el sentido en que Schmitt extrae de lo político del terreno de la racionalidad para desplazarlo al espacio de una mitología política donde las nociones de Katechon, de combate último, de apocalipsis, etc., ocupan un lugar central”.

Denis Trierweiler estudia en un capítulo a Georges Sorel y a Schmitt; Nicolas Tertulian se detiene sobre las escenas de la vida filosófica bajo el III Reich (Steding, Schmitt, Heidegger); Jean-Pierre Faye analiza a Schmitt, Göring y el “Estado total”. Finalmente se transcribe el ensayo de Schmitt sobre la teoría política del mito.

Schmitt, que ha concitado un renovado interés en los últimos años, incluso entre pensadores de izquierda, según Zarka, estaría lejos de ser un “pensador de lo político, ni el pensador del Estado moderno o posmoderno. Si hemos podido decirlo, es porque nuestro tiempo es de una confusión filosófica y política tal que podemos hacer pasar la falsificación más grosera por la cosa misma”.

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