Imagen del estancamiento y el desgaste

Imagen del estancamiento y el desgaste

“Policía, adjetivo”, de Corneliu Porumboiu, muestra las secuelas de la dictadura de Ceasescu, en Rumania.

Foto: Agencia Télam

Laura Osti

Policía, adjetivo, del director rumano Corneliu Porumboiu, es un film que se inscribe en una movida cultural joven del país centroeuropeo, que pretende mostrar la realidad de una sociedad atravesada por un sinfín de conflictos político-institucionales que han ido conformando un modo de ser bastante particular, aunque no muy diferente de otras sociedades sometidas a la presión de conflictos permanentes.

Con una estética despojada al extremo, Porumboiu cuenta la historia de un policía en una ciudad provinciana, que tiene como misión espiar y vigilar a un estudiante secundario que consume hachís.

Su tiempo se reparte entre las largas horas de plantón frente a la escuela o ante el domicilio del muchacho, y el tiempo en su oficina, en la comisaría, donde redacta de manera manuscrita los informes de su “caso”.

El policía está recién casado con una profesora de Lengua, con quien comparte un minúsculo departamento y mantienen conversaciones un tanto dificultosas, por la evidente diferencia de formación intelectual que hay entre ambos. Hay una cierta frialdad y una distancia que hace prever un futuro no muy armónico entre ellos.

Sin embargo, Porumboiu toma al personaje del policía como un paradigma de las contradicciones que sufre una sociedad encorsetada por normas rígidas, que no responden a las verdaderas necesidades de la gente pero que se siguen aplicando con una especie de inercia para matar el tiempo y justificar, en todo caso, un cargo, un empleo, un lugar en la burocracia estatal.

El joven se da cuenta de que es absurdo pretender tratar a un consumidor que no molesta a nadie y lleva una vida bastante ordenada como si fuera un peligroso traficante y aplicarle los rigores de una ley a la que considera mala, y no quiere ser el responsable de arruinarle la vida en el supuesto caso de que cayera en prisión por varios años sólo por fumar una sustancia ilegal.

Plantea sus dudas y sus objeciones a sus superiores, que ya tienen años de experiencia en los entresijos del poder burocrático y perverso, pero no consigue zafar de la apretada trama en la que está inmerso.

Por otro lado, el personaje protagónico muestra también interés en cuestiones que le sugiere su esposa, quien no puede resistir la tentación de corregir el vocabulario de su esposo o explicarle asuntos vinculados al uso de la lengua o a recursos retóricos o expresivos. Temas que llevan al policía a asomarse a problemas más complejos, y descubre que así como hay leyes absurdas que someten a los hombres a rigores innecesarios, también el lenguaje somete el pensamiento a un modo de expresión que no siempre satisface las necesidades del hablante, que se ve en dificultades para manifestar claramente lo que quiere decir.

Esos son los temas centrales de una película caracterizada por el quietismo, los planos fijos, la morosidad, los diálogos circunstanciales aparentemente intrascendentes, en escenarios que muestran una ciudad deslucida, descascarada, pobre, gris. Porumboiu trabaja solamente con sonido ambiente y no introduce jamás una sola nota musical de fondo. Es una imagen de una pobreza extrema de recursos en un ambiente social también bastante limitado y sin horizonte.

La morosidad de la película atenta contra la atención del espectador, que se ve obligado a hacer grandes esfuerzos para seguir los diálogos o el monólogo final del protagonista, donde se concentra la verdadera esencia de la propuesta. Una especie de laberinto sin salida y sin grandes distracciones, nada que entusiasme demasiado, una suerte de trampa kafkiana. Quizás no por casualidad en algún momento se hable de Praga de manera insistente. Es un film para nada complaciente y que obliga a pensar.

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BUENA

Policía, adjetivo

Politist, adjectiv/ Police, Adjective, Rumania/2009. Guión y dirección: Corneliu Porumboiu. Con Dragos Bucur, Vlad Ivanov, Ion Stoica, Marian Ghenea e Irina Saulescu. Fotografía: Marius Panduru. Edición: Roxana Szel. Diseño de producción: Mihaela Poenaru. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 113 minutos. Apta para mayores de 13 años. Se exhibe en el América.