Compromiso con la pintura

Carlos Alonso ha sobrevivido a grandes tragedias personales: la pérdida de su primera esposa Beba y la desaparición de su hija Paloma en 1977, en plena dictadura militar. Su prolífica obra -que ha sostenido con una convicción arrolladora- trascendió en el tiempo. Es uno de los más destacados pintores de Argentina.

TEXTOS. LUCAS CEJAS.

1.jpg

El genial pintor galo Jean Auguste Dominique Ingres (1780 1867) sostenía que “el dibujo es la probidad del arte”, nada mejor que esta reflexión para definir la esencia del maestro mendocino Carlos Alonso (Tunuyán Mendoza 1929). Desde temprana edad, este gran artista plástico, se dedicó a comprender la naturaleza de todo a través del dibujo, quemando papeles y consumiendo carbonillas con la avidez de quien desea abrazar honestamente el arte. Esos estudios (dibujos, se entiende) realizados en la Academia de Bellas Artes de Mendoza exhibían, en gran medida, dos verdades: La primer verdad reflejaba la preocupación de Alonso por aprehender todo lo que el arte tenía para ofrecerle, de ahí el apodo que portaba con dignidad “Speddy Gonzáles”, debido a que corría velozmente para llegar a las clases de dibujo, pintura, grabado y escultura. La otra verdad dejaba en evidencia la aparición de un extraordinario dibujante, algo que sería confirmado en poco tiempo. Es decir, un estudiante de bellas artes capaz de asimilar todas las enseñanzas de grandes maestros como Lino Enea Spilimbergo, Lorenzo Domínguez y Lajos Zsalay. Alonso y otros jóvenes hablaban, discutían largas horas y se consagraban al arte.

El crítico de arte peronista José de España fue nombrado director de la Academia de Bellas Artes, lo que provocó la partida de Gómez Cornet y Lorenzo Domínguez a Tucumán. Por su parte Spilimbergo ya estaba allí . Su intención era crear una escuela muralista y, entre otras cosas, poder pintar el interior de una iglesia, pero como era tildado de comunista, el vaticano se encargó de frustrarle el proyecto rápidamente. Y lo hizo con la mayor discreción, enviando a un pintor de estampillas. Alonso, seguidor incansable de Spilimbergo, era uno de sus discípulos. Charlaban horas sobre pintura, con un buen vino tinto de por medio que era invitado por Spilimbergo, ya que jamás permitía que pagaran sus alumnos (aunque él los llamaba compañeros)

Más tarde, su instinto de conservación hizo que siguiera dibujando y pintando en cuanto lugar tuviese para vivir. Con un compañero de estudio Orlando Pardo recorrían las veredas en busca de monedas que proporcionaran algunos alimentos (escasos en esos tiempos). La escala siguiente fue Santiago del Estero, vivió junto a su compañero Pardo en una casa abandonada, propiedad de la familia Gómez Cornet, ya que Spilimbergo se había ido a vivir a Unquillo. Permaneció en esa provincia por un año. Luego, dibujos en mano y por recomendación de la fotógrafa Annemarie Heinrich, Alonso recorre todas las galerías de calle Florida hasta obtener una fecha de exposición. La primera oportunidad de exponer es en la galería Domingo Viau de capital federal, cuyo dueño -en carácter de mecenas- le financió un viaje a Europa con la intención de que Alonso volcara todo lo asimilado en una nueva exposición a su regreso. Llevaba consigo un paquete de cartas que debía ser entregado a otro galerista, a cambio de dinero, por pedido de Viau. Esa pequeña ayuda económica le permitiría a Carlos Alonso permanecer el tiempo necesario en Europa para visitar los grandes museos y observar a los genios de la pintura: Courbet, Velázquez, Rembrandt y, por supuesto, Picasso (el genio del siglo xx). Las cartas que debía entregar habían sido escritas por Tolouse Lautrec.

Una ausencia muy presente

La intención de esta nota era, en un principio, hacerle un reportaje al maestro Alonso, pero sus 80 años cobijaron una fuerte gripe y lamentablemente debió quedarse en Unquillo, donde reside actualmente. El lugar acordado era Capital Federal y la excusa una muestra de dibujos y técnicas mixtas en la excelente galería Hoy en el arte, propiedad de Teresa Nachman, hoy en manos de su hija Haydeé. Se exhibieron más de cincuenta dibujos en tinta, carbonilla, lápiz, pastel, acuarela y técnicas mixtas. Sin dudas, la posibilidad de poder entrevistarlo hubiera servido como testimonio fiel e irrefutable de esa vida plena e intensa que ha vivido. Pero también es cierto que -después de mucho transitar por la senda del arte- aún conserva una suerte de pureza, de coherencia de vida, de manifestarse (con reflexivas imágenes) ante el mundo que lo rodea, pese a que éste se ha reducido con la maceración impiadosa de los años. Es decir, no es de extrañarse que algunas reflexiones Alonso no se hayan modificado por el paso del tiempo. Es por eso que ha elegido pintar , actualmente, los más cercano, su entorno. Lo interesante de Alonso, en igual línea argumental que Picasso, es que trata de evitar “explicar el cuadro”. Este maestro considera que “mientras más aporte el espectador en su rol y menos aporte el artista desde lo verbal, es mejor. Digo, el esfuerzo por penetrar, por comprender, por amar o rechazar es un trabajo que queda librado al espectador. Creo que los cuadros tiene que tener esa posibilidad abierta de ser distintos respecto de quién los mira. Si los contempla un joven o un viejo, o si los mira un estudiante o un obrero, o un persona de la calle o un intelectual. Digo, tienen muchas visiones. La visión del autor es eso, lo que está pintado, yo creo que no se debe agregar nada más. Porque, no se dan pistas. Si el autor lo dice debe ser así, por lo cual se cierra la posibilidad de que uno opine sobre el cuadro.”

Desde un autorretrato hasta una serie que tiene como protagonista a Van Gogh peleando con el color en forma de pomo o simplemente dibujando a una modelo, nos presentan a este Alonso de hoy refugiado en la tranquilidad cordobesa, lejos de aquellos dolorosos años ‘70 que le arrebataron una hija y el derecho a pintar en su país. Estos dos hechos generaron una exponencial fractura en su mundo interno y externo. Tuvo que reconstruirse de a pedazos, hasta conformar un todo de su persona, así fue que eligió como tema los grandes pintores. En el exilio produjo la serie Visita Guiada, donde reflexionaba sobre las obras maestras de la pintura y sus realizadores.

El maestro Alonso siempre se nutría de temas propios, de la comedia humana criolla y cercana a él. Del hambre visceral, ajeno y propio. Confeccionó una tremenda serie sobre la atormentada vida de Van Gogh, llamada “El pintor caminante”. El genial y tozudo holandés fue tema de numerosas pinturas en la vida del maestro Alonso.

Así es que de la injusticia, de los postergados y de un “ mundo canallesco” -citando a Zitarrosa-, construyó un universo pictórico sensible y poético, ciertas cosas solo son posible de ser contempladas a través de sus cuadros. Aunque -nobleza obliga- muchos cuadros no son solamente algo agradable o bonito. Alonso define a la pintura como un medio de expresión para irritar, para provocar, no para ganar adhesiones facilistas : “hacer un cuadro o un dibujo para venderse es muy diferente al hecho de pintar o dibujar para desentrañar aspectos ácidos y repulsivos dentro del arte.”

A su regreso del exilio y ya instalado en Unquillo Diría un tiempo después “dejé de pintar la figura humana porque sentía rechazo por el ser humano, por la condición humana, estaba desencantado. Empecé por pintar paisajes, para volver a conectarme de algún modo.”

Un artista completo

La potencialidad de Alonso como artista se puede medir no sólo en su trabajo pictórico (que ha sido el más importante de los últimos 60 años en el campo de la pintura argentina) sino en su producción como ilustrador, es decir en el campo popular, en la gráfica. En donde la imagen se multiplica mil veces, recalando, por ejemplo, en los hogares y en las calles. El artista se encuentra, de esta manera, ofreciendo una expresión desde lo masivo.

Ilustró clásicos de la literatura como El Quijote y La Divina Comedia, representándolos de manera auténtica, corrosiva y personal. Trazando paralelismos -de manera visual- entre contenidos literarios e injusticias sociales de su tiempo, Alonso va ensamblando la palabra y la imagen con absoluta maestría, sin renunciar a sus propias convicciones. La condición humana se ve expuesta como nunca a través de los dibujos y serigrafías. No son testimonios gráficos bellos para el espectador, las imágenes trasmiten crudeza, dolor y desencanto, al menos en la Divina Comedia. Desafían la conciencia del espectador, lo introducen en un terreno árido, desolado, que únicamente se hace tolerable por la calidad que Alonso le imprime a sus imágenes. El talento salva, la probidad en este caso da cuenta de la inmensa talla que el pintor y dibujante posee. La capacidad de transformar, en cierta manera, la desesperanza en algo real, palpable, pero otorgándole poesía, es un hecho irreemplazable en la vida de Alonso, tanto como la pulsión y el deseo de ser pintor. En cada reportaje recuerda esta frase “ Spilimbergo nos decía que los que quieran ser pintores deben estar dispuestos a cagarse de hambre”. Dos grandes críticos de arte como Rafael Squirru y Raúl Vera Ocampo ponderaban la honestidad intelectual y artística de Alonso, y su compromiso y responsabilidad con la pintura. En la escena del arte nacional muchos artistas -de la manera más frívola- se prostituyeron ante corrientes banales y emitieron execrables postulados donde auspiciaban el triunfo de la abstracción por sobre la figuración ( “son pintores literarios”, decían de manera despectiva). Como si no bastase, algunos críticos de arte -con absoluta impunidad y liviandad- elogiaron seudo propuestas decorativas al nivel de “obras de arte”. Dentro de ese panorama desalentador hubieron pintores como Carlos Alonso y Guillermo Roux que llenaron paletas, vaciaron pomos y colmaron lienzos y hojas. Dieron cátedra de dibujo y pintura, elevando la figuración, los retratos o los paisajes a niveles extraordinarios, haciendo gozar estéticamente al espectador, ofreciendo testimonios de vida y muerte, de amor y de locura en el caso de Alonso. Catalizadores del arte, son abanderados de nuestra mejor pintura, por ahondar, penetrar y generar búsquedas reales, sacrificadas y laboriosas. Por no claudicar ante el facilismo pictórico en afán de reconocimiento o cotización. Por partir hacia los grandes maestros de la pintura y regresar enriquecidos, inspirados y sin “chamuyo” (utilizando una expresión del lunfardo).

“Imaginemos”, diría un maestro, a Spilimbergo luchando contra su asma para poder seguir pintando, a Fernando Fader en igual situación y en el mismo aire cordobés, tan grato para los bronquios, o a un joven Carlos Alonso empeñando muebles y objetos para poder seguir pintando y comiendo, claro. Ahí está la clave, el paradigma de un verdadero artista, a pesar del que y del como, la convicción de continuar por sobre todas las cosas y buscando la naturaleza de todo a través del arte. Generándole algo al espectador, pero siempre a través de la pintura. Eso, en gran medida, es lo que constituye a Carlos Alonso como un artista fundamental de nuestro país.

2.jpg

el pintor caminante (detalle).

3.jpg

paloma, témpera s/cartón.

Alonso define a la pintura como un medio de expresión para irritar, para provocar (...): “hacer un cuadro o un dibujo para venderse es muy diferente al hecho de pintar o dibujar para desentrañar aspectos ácidos y repulsivos dentro del arte.”

4.jpg

retrato de pompeyo audibert, carbonilla s/papel.

5.jpg

el autor en una de las muestras realizadas con obras de carlos alonso en capital federal. Foto. Freddy Heer.

+info FUENTE

Las imágenes que ilustran esta nota pertenecen al libro “Carlos Alonso”, de Ignacio Gutiérrez Zaldívar, 2009, Zurbaran Ediciones

Canción para Carlos Alonso

El gran poeta Hamlet Lima Quintana, autor del exquisito poema “Gente necesaria”, le dedicó a su amigo el pintor, esta canción:

Muchas veces recuerdo Castro Urdiales,

esa breve bahía que en España

ponía verdes, amarillos,

rojos a porfía en las barcas pesqueras del Cantábrico.

Allí llegué una mañana

a la casa de Horacio Guarany

para encontrarme con Armando

y este Carlos Alonso del dibujo y el color alucinados.

Eso fue ya hace tiempo, por el 78...

Pero recuerdo dolorido

que Carlos hablaba de Paloma, su hija,

que integra esas listas de los que no regresan.

Entonces yo pensaba en esta tierra,

la gente de estos lares,

la sangre de mi sangre,

los amigos, el amor desmayado

a través del Atlántico

y me dolía el alma

que regresaba entre los vientos,

regresaba de mi angustia

a la angustia de estas calles,

las cartas con noticias, la música en la sangre

y lloraba, les juro que lloraba.

He caminado por la soledad

junto a la vida de un amigo.

El pecho justo nos creció a los dos

éramos fuente del abrigo.

Él y yo, sol y luz

nos contábamos el tiempo que pasó.

Él me contaba sombras de crueldad,

mientras lloraba con mi amigo.

El pecho justo se pobló de amor

de eso no sabe el enemigo.

Él y yo, sol y luz

nos contábamos el tiempo que pasó.

Y todo un pueblo nos miro pasar,

el pecho entero y dolorido.

Y todo un pueblo nos pobló de paz,

de eso no sabe el enemigo.

Él y yo, sol y luz

nos contábamos el tiempo que pasó.

mente en un disco de R&B.