Sobre las estatuas ecuestres

del Libertador San Martín

Miguel Ángel Bolcatto

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La estatua ecuestre de San Martín se repite en numerosas ciudades argentinas y extranjeras. De este modelo clásico hay más de sesenta. El original de 1860 fue del escultor francés Luis Daumas, a pedido del gobierno municipal de Santiago de Chile.

Buenos Aires encargó una réplica al mismo escultor, que se inauguró en 1862 frente a la estación Retiro. Son casi iguales, pero en la de Chile, San Martín enarbola la Bandera de los Andes y la cola del caballo cae verticalmente hasta tocar la base metálica como un tercer punto de apoyo por precaución a los sismos. En cambio la argentina tiene la cola espectacularmente desplegada.

Todas las capitales de provincia tienen una, salvo Tierra del Fuego, además de otras ciudades importantes del interior y del exterior como México, Asunción, Bruselas, Montevideo, Madrid, Cádiz, Nueva York, etc.

La de Santa Fe fue la primera del interior y se inauguró el 30 de octubre de 1902, dándosele una importancia acorde. Los diarios de la época le dedicaron páginas enteras. Vino el presidente de la República, Julio A. Roca, que en ese entonces exigía veneración, y pareció un homenaje a él mismo más que al monumento. Llegó con todos los ministros, dos regimientos con sus bandas de música y a las 4 de la tarde un impresionante desfile partió desde el Cabildo de los constituyentes hasta la plaza San Martín, acompañando el sable corvo del Libertador y la Bandera de los Andes. Como broche final se estrenó oficialmente la Marcha de San Lorenzo compuesta por Cayetano Silva. El “negro” Silva, como le decían, era hijo de una esclava al servicio de una familia de Maldonado. La marcha, compuesta en Venado Tuerto, que se hiciera famosa en toda Europa, era solamente instrumental y recién cinco años después el poeta mendocino Carlos Javier Benielli le escribiría el “Febo asoma”.

En casi todas las estatuas, San Martín señala la cordillera. No así la de Santa Fe, que apunta hacia el oriente, un simbolismo masónico, como suelen afirmar los librepensadores. De ser así, la iniciativa se debe al mentor de la obra, el Dr. Carlos A. Aldao, fervoroso sanmartiniano, quien impulsó además en 1920 la erección de la misma estatua en la ciudad de Washington, cuando fuera diplomático en los EE.UU. El basamento de la santafesina contiene granito traído de los Andes y una gran placa al frente señala la fecha de su inauguración en números romanos MCMII.

Un caso curioso de información conforman las estatuas que hay en Entre Ríos. En 1908, año de bonanzas, se encargaron 5 estatuas al gobierno nacional para la capital provincial y otras ciudades importantes, para ser inauguradas en el Centenario de la Patria. Cuando Gualeguay se vio excluida reclamó y entonces se modificó el pedido y se aumentó a 6 estatuas. Pero las crónicas de la época ya habían registrado las 5 primeras y así se repitió en los libros de historia, actuales folletos de turismo, etc. En 1920, calladamente, la ciudad de Colón encargó otra por su cuenta, o sea la número 7, que es el total de estatuas ecuestres que tiene actualmente Entre Ríos.

En Victoria, había una pirámide de la libertad levantada por masones, pero nadie se animó a demolerla. La cortaron y la trasladaron a otra plaza, pero lo hicieron durante la noche. Y en Concepción del Uruguay, donde está la pirámide histórica, ninguno quiso tocarla porque en ese punto Urquiza se pronunció contra Rosas. La erigieron en otra plaza.

Quien visite Paraná, se encontrará, frente al monumento de San Martín, con un enorme granadero de bronce. Su porte de custodio a pie firme, haciendo guardia con el sable desenvainado al hombro, ha estimulado el imaginario colectivo que lo simboliza como el “soldado heroico” de la batalla de San Lorenzo. No hay otro granadero igual en todo el país y hace que el monumento adquiera identidad propia. Nadie sabe nada de ese granadero, pero una ancianita, profesora de geografía, nieta de don Borgobello, el italiano que construyó la catedral de Paraná, me aseguró que esa estatua llegó entera con los otros cajones de las partes de la estatua de San Martín, según escuchara en las reuniones de obreros que ocurrían en la casa paterna. Y yo me pregunto; ¿no habrá sido un regalo exclusivo del arsenal por semejante pedido? Porque la estatua de San Martín no llegaba entera. Se fundía en bronce en varias partes, por lo general en los talleres del arsenal Esteban de Luca de Bs. As., que luego se soldaban y cada ciudad recibía por un lado el jinete y por otro, separadamente, el cuerpo del caballo, la cabeza y la cola, que era lo último que se enroscaba, totalizando unas dos toneladas a pesar de ser hueca.

La única estatua que se inauguró en el centenario del 25 de Mayo de 1910, acompañando a las entrerrianas fue la de la ciudad de Bahía Blanca. Pero ahí fueron más previsores; al pie del monumento enterraron un cofre de plomo con los diarios y publicaciones de ese año, monedas, objetos varios y ahora en el Bicentenario, lo desenterraron, enterándose de todo. En Paraná, no encontré ningún diario de la semana de mayo de 1910. Y eso que no dejé ni archivos ni hemerotecas sin revisar.

En esa misma fecha, se reinauguró la de Bs.As., que miraba hacia el oriente, con nuevas esculturas complementarias, ocasión que los porteños aprovecharon para darle vuelta. Podría continuar con otros casos, pero se me hace muy largo, y cada monumento tiene su anécdota. Por ejemplo, la de Rafaela tiene un grande y magnífico bajorrelieve, que ocupa casi toda la base, representando la Batalla de San Lorenzo y los rafaelinos tumbaron el mástil de cemento para la bandera, para poder instalar la estatua en el centro de la plaza. Me limito a la estatua clásica con el caballo erguido, obra del francés Daumas, que se inspiró en el cuadro de Napoleón pintado por David.

Hay otros modelos, como el de Boulogne sur Mer con el caballo más sosegado, con réplicas en Rosario, La Plata, Luján y Mercedes, Pcia. de Bs. As., y la de escultores argentinos como Eduardo Noé en Escobar, y el de Antonio Berni, en el departamento San Martín, del Gran Bs. As.

La estatua ecuestre más joven, inaugurada en 2000, con motivo del sesquicentenario de la muerte del Libertador, está en la ciudad de París, en el gran parque Montsouris, donde se encuentra la ciudad universitaria con los edificios de los países que albergan a sus estudiantes becados. Nuestro San Martín está enfrente de la Casa Argentina y se puede ver entre el follaje de añosos árboles desde la ventanilla del tranvía que recorre el Boulevard Jourdan, que separa los dos predios, y que tiene la parada justo frente a la estatua ecuestre. La placa de bronce reza: “Homenaje permanente al virtuoso patriota argentino y sudamericano que vivió largos años en Francia y murió en Boulogne sur Mer el 17 de agosto de 1850”.

El texto de este mensaje nos remite a lo que fue San Martín: un visionario que hace doscientos años vislumbró la libertad y unión sudamericana, comenzando una lucha audaz y heroica para lograrlo. Actualmente los sudamericanos estamos en algo parecido. Ojalá lo logremos.

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Detalles de nuestro monumento a San Martín.

Foto: Archivo El Litoral

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Monumento a San Martín, en nuestra ciudad.

Foto: Archivo El Litoral.