PATRIMONIO RELIGIOSO Y CULTURAL

Proyectan completar la Catedral Nueva

Vecinos y feligreses de la parroquia del Sagrado Corazón, ciudadanos en general y personas vinculadas con la historia y la cultura impulsan la terminación del proyecto a medio construir, originado en 1896. La iniciativa cobra fuerza en el Centenario de la parroquia y el Bicentenario de la Patria. La continuidad de la obra se inspira en una visión contemporánea, abierta a todos. Se invita a participar para enriquecer la idea y vigorizar su ejecución.

Proyectan completar la Catedral Nueva  El arquitecto  “Es una deuda de los santafesinos”

Excepcional documento. Este dibujo coloreado de Juan Bautista Arnaldi, fechado en 1896, yacía olvidado en un altillo -de allí su deterioro-. La imagen, que aporta significativa información sobre el proyecto de la Catedral Nueva, muestra el lado norte del edificio. A la izquierda se ve el ingreso principal sobre calle 1° de Mayo; en el centro, el importante crucero con una gran cúpula; y a la derecha, la casa parroquial sobre calle 4 de Enero, segmento que hoy aloja a la Iglesia del Sagrado Corazón. foto: José Vittori

 

De la Redacción de El Litoral

[email protected]

La propuesta le fue transmitida al arzobispo de Santa Fe, monseñor José María Arancedo, cuando llegó a esta ciudad en 2003. Pero la difícil situación económica y social que atravesaba el país, como consecuencia de la enorme crisis de 2001-2002, planteaba otras prioridades. Por eso quedó en estado de latencia.

No obstante, el nuevo arzobispo la recibió con interés, porque vio en ella algo más que la dimensión religiosa y la deuda histórica. En aquellos primeros días en Santa Fe, Arancedo quedó impactado por el panorama que mostraba la ciudad, los altísimos porcentajes de pobreza e indigencia y el desánimo general. También observó que una parte significativa del equipamiento urbano y la infraestructura desarrollada durante décadas yacían desactivados, como cadáveres urbanos indicativos de que había habido tiempos mejores. Pero ahora las imágenes mostraban un proceso de degradación dominado por la necrosis de lo que fuera un importante nudo logístico a nivel nacional. Así lo gritaban el deterioro de la estación del Ferrocarril Belgrano (antes Central Norte) en la punta del bulevar Gálvez, o las instalaciones del Ferrocarril Mitre, en la zona sur. Lo mismo sugería el Puerto semiabandonado. La miseria se manifestaba aquí y allá, mientras la Basílica de Guadalupe se hundía por socavaciones producidas en su base.

En ese deprimente contexto, Arancedo pensó no sólo en continuar una obra que pudiera aumentar la capacidad receptiva de fieles o en una catedral que se correspondiera en su expresión física con los edificios institucionales que caracterizan a las capitales de provincias. A la vez imaginó que la continuación de aquella obra podría comportar un mensaje constructivo en una ciudad átona. Al poner manos a la obra se transmitiría que era posible construir, siendo un mensaje edificante que crecería con el edificio a medida que se erigieran estructuras y paredes faltantes. Pero además del estimulante plano simbólico, monseñor pensaba en los efectos concretos de la ejecución del proyecto respecto de la movilización productiva de recursos con sus efectos sobre el trabajo y las actividades económicas.

Ahora, en un año de seculares recordaciones y una tasa de crecimiento alta, la iniciativa es reimpulsada por un grupo promotor constituido en asociación civil, con el objeto de producir el primer movimiento efectivo, de dar el primer paso en un camino que seguramente será largo. Lo hace con espíritu constructivo y abierto a todos aquellos que les interese colaborar de una manera u otra. También lo hace en una ciudad que lucha por recuperar la autoestima, que desarrolla nuevos emprendimientos, que recupera el extraordinario edificio de la Estación Belgrano, que urbaniza terrenos portuarios y avanza en la reconversión de su estación fluvio-marítima. Lo hace en una ciudad donde la Basílica de Guadalupe ha dejado de hundirse gracias a un importante trabajo de estabilización mediante micropilotes y a un sustancial aporte dinerario del gobierno de la provincia a ese efecto. Corren otros aires y existe un mejor ánimo general para hacer cosas. En este clima de recuperación santafesina, el desafío de completar la obra de la Catedral Nueva adquiere especial significación.

Sin duda, un gran proyecto representa un claro espíritu de superación, abre posibilidades de participación e insufla energía al conjunto. Se trata, sin duda, de un templo que interesa y moviliza de manera especial a la feligresía católica, máxime cuando el Sagrado Corazón aloja la expansiva devoción popular a San Expedito. Pero es, al mismo tiempo, una obra arquitectónica, una marca urbana, un signo cultural que intenta completar un extenso ciclo histórico.

2_JV.jpg1_JV.jpg

Vistas. Dos imágenes ilustrativas del avance logrado por la obra hasta su suspensión en 1931. fotoS: José Vittori

Basta recordar que ya en 1887 se había solicitado al Vaticano la creación de sedes episcopales en La Plata, Tucumán y Santa Fe, propósito que recién se concretó diez años más tarde mediante una Bula pontificia del 15-02-1897, que erigió el obispado de nuestra ciudad e instituyó a monseñor Agustín Boneo como primer diocesano santafesino.

Para ese entonces, como lo revela el dibujo que reproducimos en esta nota -firmado por el arquitecto italiano Juan Bautista Arnaldi en 1896- el proyecto estaba listo. La flamante cátedra obispal requería su Catedral. En un primer momento se pensó demoler la antigua iglesia matriz, de origen colonial, para erigir en ese terreno el nuevo templo; pero privó el buen criterio y se preservó ese austero edificio histórico que integra el marco urbano del área fundacional. La Catedral se haría frente a la plaza San Martín, que se esbozaba como un segundo centro institucional de la ciudad. Allí, en un gran predio con frente a calle 1º de Mayo -y que a sus espaldas alcanzaba calle 4 de Enero- se implantaría la imponente iglesia, cuya piedra basal fue bendecida el 17 de enero de 1897. Poco después se iniciaría la construcción, encomendada a la empresa Mai, construcción que atravesaría problemas financieros y de abastecimiento de materiales -los principales venían de Italia- a causa, sobre todo, de la Primera Guerra Mundial (1914-18) y de la Gran Depresión ocasionada por la crisis económica de 1929-30. Por eso, en 1931 sería suspendida sine die.

Ahora, esa suspensión -por tiempo indeterminado- concluye con la constitución de la asociación civil, que tiene por objeto reconducir el proyecto y reanudar las obras.


Lugares de la humanidad

Los templos, cualquiera sea la religión a la que estén consagrados, son lugares de la humanidad que traspasan la noción de localía. Son espacios de paz, de amparo, de abrigo, de protección -la institución del asilo se vincula en origen con los sitios sagrados-. Son lugares caracterizados por la hospitalidad, el recogimiento, la compasividad, la plegaria; sitios de búsqueda y encuentro con uno mismo, y con otros, mediante la celebración de una fe compartida. Y como tales integran el patrimonio espiritual de la humanidad.

Un gran proyecto representa un claro espíritu de superación, abre posibilidades de participación e insufla energía al conjunto.

El arquitecto

Juan Bautista Arnaldi nació en 1841 en Porto Mauricio, en las cercanías de Génova, Italia. Trasladado a nuestro país, desarrolló una amplia tarea de arquitecto, con especialización en edificios religiosos. Su mayor proyecto fue la Catedral de Paraná, Entre Ríos. También hizo la de Rosario. En nuestra ciudad realizó los proyectos de la inconclusa Catedral Nueva, la iglesia de Santo Domingo y la Basílica de Guadalupe e intervino en las capillas de Adoratrices y del Huerto. En la vecina Santo Tomé, le pertenece la autoría de la iglesia de la Inmaculada Concepción. En el plano de la arquitectura civil, su principal obra fue el Consejo Provincial de Educación, que se levantara en el terreno que actualmente ocupa la escuela Sarmiento, frente a la plaza San Martín.

“La obra del pueblo”

“En los años hubo algún intento, no de terminar la catedral entera pero sí de anexarle el crucero” recordó el padre Colombo. La limitación es que en todas las oportunidades las tentativas habían sido asumidas como obras parroquiales y ésta es una “empresa que excede a las capacidades de una parroquia, es una obra diocesana, provincial”. Una intención central de los actuales impulsores es que “la sociedad asuma el proyecto como propio”. “Tiene que ser la obra del pueblo como lo fue a lo largo de la historia” recordó el párroco.

 

Para el Pbro. Ricardo Colombo

“Es una deuda de los santafesinos”

Está al frente de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús desde hace cuatro meses, y desde el 6 de agosto preside la Asociación Pro Catedral Nueva. En diálogo con El Litoral, el Pbro. Ricardo Colombo manifestó que la posibilidad de culminar las obras fue planteada por monseñor José María Arancedo “como el proyecto del Bicentenario, de aquí a 2016”, aunque se mostró cauto al indicar que eso “no significa que ese año lo tengamos que ver terminado”.

Sin embargo, hizo hincapié en que se dio el paso fundamental que fue “salir de la inercia, tomar contacto con la obra y empezar de nuevo, que es lo que más cuesta tras 79 años”. “Estamos en los inicios” indicó y apuntó que “la obra es como una deuda de los santafesinos consigo mismos, más allá de lo religioso. Es emblemática en arquitectura y cultura” subrayó.

Recordó que la posibilidad de terminar la iglesia ya había sido planteada al obispo santafesino cuando asumió en 2003. Pero la inundación que golpeó a la ciudad, las malas condiciones edilicias de la Basílica de Guadalupe y las recién iniciadas obras del seminario obligaron a postergarla. “Hoy el seminario se terminó, la Basílica quedó hermosa, entonces ¿por qué no esto? Ya es tiempo”, señaló.

—¿La idea es terminar la obra siguiendo los mismos lineamientos definidos hace un siglo?

—A comienzos de año, se comenzó a pensar en voz baja. El arquitecto empezó y el gran problema era la cubierta, como techar la parte que falta terminar. Se pensó en una estructura más liviana y moderna, pero resultaba muy difícil unir lo moderno con lo tradicional. Tenía que ser demasiado bueno para ensamblar dos épocas, no sólo arquitectónicas, sino de cultura y pensamiento. Hasta que se optó por el proyecto original tal como Arnaldi lo pensó, quitándole tal vez alguna sobrecarga rococó o detalles que no se pueden hacer porque ya no están los artesanos ni los materiales.

—¿Esto requiere el trabajo anexo de otros profesionales?

—Se estuvo pensando en abrir a nivel provincia, no más grande, una licitación de arquitectos para que trabajen en el proyecto, para abrirlo a la sociedad. Que no quede reducida a una persona, ya que la obra es demasiado grande, importante. Abrir el juego entre las escuelas de Arquitectura. Son cosas que se están hablando. De hecho hay que avanzar en un estudio de las obras que quedaron, porque es probable que haya muros que no resistan. Hay que ver que se puede rescatar.

—¿Dónde se buscaría el financiamiento necesario?

—Todavía no se pensó en cifras, porque el proyecto no terminó de definirse concretamente. Pero fundamentalmente, con el aporte de la sociedad, pidiendo subsidios a nivel provincial, nacional e internacional. En Europa hay muchos lugares que apoyan estas obras culturales. Todo eso tenemos que ir hablándolo. También se pensó abrir una cuenta donde la feligresía, la gente de Santa Fe pueda aportar una cuota siendo socios fundadores.

—¿Los materiales para hacer un trabajo de estas características son muy onerosos?

—Entendidos en la materia, arquitectos y empresarios de la construcción decían que no. Hoy resulta más fácil hacer una obra de estas características que 100 años atrás: hay materiales más adecuados, livianos, con mejor tecnología. Eso no sería un escollo para avanzar.


El fervor por San Expedito

El actual emplazamiento de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en 4 de Enero al 2400, se convierte cada 19 de abril en el paso obligado de unas 6 mil personas, que llegan para rendir culto a San Expedito, el Patrono de las Causas Justas y Urgentes. Para el padre Colombo, ésta es otra razón que justifica el ambicioso proyecto. “La parroquia resulta chica, necesitamos imperiosamente ampliar el espacio de celebración” aseguró.