Los efectos del amor

Por María Luisa Miretti

“Seducción”, de Ana María Torres. Editorial Metáfora, Buenos Aires, 2010.

2.jpg

“El beso”, de Gustav Klimt.

Ana María Torres narradora, dramaturga y ensayista argentina, tiene una extensa producción literaria (“¿Qué le hicieron?”, “Seguir viviendo”, “El gallo ciego”, “Los revoltosos”, “Detrás de la palabra”, entre otros títulos). Su última publicación es la novela “Seducción” cuyo tema es el amor, pero desde la alienación producida, en este caso en una mujer que durante mucho tiempo estuvo destinada a la espera, por lo tanto revela sus carencias afectivas, los miedos, las pérdidas y las esperanzas y las sucesivas transformaciones generadas.

El bloqueo emocional quizás autoimpuesto como mecanismo de defensa o como consecuencia de una sensibilidad atrofiada- altera la rutina monocorde de una traductora de idiomas que vive de su oficio, sin otro aditamento que cumplir con las tareas encomendadas. La irrupción de un hombre en su vida le despierta emociones adormecidas (y desconocidas), a tal punto que para preservar ese mundo interior que descubre, se aísla y miente, para que nada ni nadie altere su nuevo escenario.

Una sutil maraña apenas le permite visualizar el ingreso a una extraña dimensión, donde los sucesos se precipitan hacia otros derroteros que la van despojando gradualmente, tanto de lo material como de lo humano.

Las anécdotas y las mentiras la van envolviendo hasta hacerla cómplice de su propio infortunio.

La originalidad del texto reside en la organización discursiva y al habilidoso manejo técnico de un recurso singular: al descubrir que es un montaje pergeñado por una supuesta voz autoral que pretende escribir una novela y no sabe qué hacer con los personajes, entonces ellos aparecen en escena y deciden sus destinos. Así, vemos cómo se van entrecruzando relaciones que por momentos se triangulan o se tornan colectivas, hasta que la protagonista recupera cierta dosis de realismo que la devuelve a la normalidad.

Sin embargo, es ahí donde el embaucador que supo maniatar hasta el desborde a su víctima- efectúa un salto espacio-temporal y le pide a la supuesta autora que cambie el hilo argumental y recapacite sobre su accionar, ya que él es un buen hombre y los verdaderos tramposos son los amigos de la protagonista que pretendían dejarla en la calle.

Una novela muy entretenida y llevadera, por momentos exasperante como consecuencia de las actitudes de sus personajes la incredulidad extrema de la protagonista frente a la creciente y evidente impostación del hombre que la persigue hasta el acoso-, la mentira o la pasión enfermiza de una relación tan extraña y enigmática, como candorosa al mismo tiempo.

Desde la ilustración de Klimt en la portada es posible suponer de antemano el ingreso a mundos encontrados o de sentimientos robados, a fuerza de un sadismo rayano con lo patológico, que logra imponerse frente a una víctima que responde al sometimiento, por la extrema necesidad de las carencias padecidas.

Son historias atravesadas por los sentimientos, con reiteradas alusiones literarias afines (Virginia Woolf, Clarice Lispector) y referencias hipertextuales en las que alterna la mejor poesía junto con la cadencia propia del relato. Nada está puesto al azar. Cada verso, ya sea el que oficia de apertura o el que cierra o rememora, tiene una estrecha correspondencia con los personajes y cada una de sus acciones. Es una novela breve, dinámica y ágil que se devora de un tirón, sin caer en estereotipos ni en forzado melodrama.

2.jpg