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El General del petróleo

Hombre a prueba de sobornos y tentaciones, Enrique Mosconi expresó como pocos el perfil de un funcionario con visión de empresa. Sobre la base de la defensa de los recursos petroleros, este ingeniero militar construyó un nuevo modelo de gestión al servicio del Estado, que luego sería imitado en toda América. Resultado: un país que en apenas ocho años se hizo dueño de su matriz energética. El golpe de 1930 acabó con sus esfuerzos.

TEXTOS. DANIEL CICHERO.

 

La vida de Mosconi bien pudo transcurrir en Italia adonde regresó su padre -también ingeniero- con toda la familia, luego de haber trabajado en la Argentina en la construcción de ferrocarriles. Pero la temprana muerte de su madre argentina los devolvió a todos al Río de la Plata. Antes de convertirse en la figura mítica de nuestro desarrollo petrolero, la historia de Mosconi fue una más entre las miles que venían de Europa.

El petróleo es un arma. El segundo arraigo a esta tierra del joven Mosconi fue el definitivo. Pero además fue profundo. El chico llevaba la carrera de las armas en la sangre y se graduó en el Colegio Militar de la Nación con el Diploma de Honor de la Promoción 1894.

Pero a la vida cuartelera, el hombre decidió sumar además su otra gran pasión: la ingeniería. En cinco años, se graduó en la Universidad de Buenos Aires con una tesis que versaba sobre un proyecto de embalse para el lago Nahuel Huapi y una válvula reguladora de caudal sobre el Río Negro que lo haría navegable desde el mar a la precordillera.

Su capacidad hizo que el Ejército lo enviara a Europa entre 1906 y 1908 para realizar un estudio sobre usinas hidroeléctricas y a gas. Para este trabajo, fue asignado al Cuerpo de Ingenieros del ejército alemán, donde -de paso- hizo un postgrado en la Escuela de Ingeniería de Charlottenburg. Su estadía y sus estudios en Alemania lo transformaron en un conocedor de la realidad industrial de ese país y lo convirtieron en agente de compras de armamento y de material de ingeniería para el Ejército Argentino.

Mosconi cumplió su misión, pero un hecho ocurrido a su regreso a Buenos Aires sirvió para dibujarlo desde el costado de su integridad. Nuestro joven ingeniero había recibido de las empresas alemanas un cheque a su nombre por la comisión de una compra. Y entonces, se dirigió por nota al ministro de Guerra dejando constancia en una aclaración: Es costumbre en estas fábricas liquidar comisiones para los agentes de compras. Y allí mismo, solicitó permiso para que la “gratificación” pudiera ser utilizada para la compra de una pieza de artillería para su unidad. Otros tiempos, ¿no?

En 1915, como director del Arsenal Esteban de Luca, Mosconi comenzó a aplicar lo aprendido en Alemania: el reemplazo de la energía térmica proveniente del carbón por petróleo crudo. Pero la toma de conciencia del valor político y militar del petróleo nació —según él mismo relata— a partir de un hecho muy puntual.

Un aspecto poco conocido de la vida de Mosconi es su pasión por el desarrollo de la aviación. Gran amigo de Jorge Newbery e impulsor de la Escuela de Aviación del Ejército, Mosconi se topó casi de improviso con el poder del petróleo resignificado como “dependencia”. Fue cuando la empresa estadounidense West Indian Oil Company

-subsidiaria de la Standard-, la única que importaba combustible para aviones en la Argentina, se negó a suministrarlo de no mediar pago por adelantado. Ese fue el click. A partir ese momento, Mosconi comenzó a reflexionar sobre las consecuencias que acarrearía al país la falta de “ese” combustible, ya no para los vuelos de práctica del Aeroclub Argentino, sino para la defensa aérea del territorio. “Allí, en el mismo escritorio, me propuse juramentándome conmigo mismo, cooperar con todos los medios legales para romper los trusts”, afirmará luego en sus memorias.

La decisión de Mosconi cambiaría la historia y llevaría -con el respaldo político de Hipólito Yrigoyen- al nacimiento de YPF.

LAS LLAVES DEL REINO

Por esos tiempos, la Primera Guerra Mundial ya había cambiado el mapa de las naciones y también había creado las condiciones tecnológicas para la consolidación de una nueva matriz energética basada en el petróleo. En todo el mundo, se había desatado una feroz lucha entre empresas petroleras, que - a su vez- incluía el padrinazgo de lobbies políticos locales para la obtención de las concesiones de explotación y comercialización en cada país.

En la Argentina -ue ya tenía algunas explotaciones petroleras- el proceso decantó en 1922 a través de un simple Decreto de ocho artículos firmado por el recién asumido Presidente Marcelo T. de Alvear. La norma disponía crear una Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales en el marco del... Ministerio de Agricultura. Pero el verdadero valor agregado de aquella decisión fue la designación de Enrique Mosconi para conducirla. Mosconi -secundado por el general Alonso Baldrich- transformaría a YPF en la llave para el control del recurso petrolero y en la creación de un exitoso modelo de gestión pública.

La historia tomó por un camino revolucionario y quedó reflejada en un libro que el General escribió durante sus años al frente de la empresa: La batalla del petróleo. Mosconi comenzó a capitalizar de tal manera a YPF que -con sus propias ganancias- logró hacer construir la entonces mayor refinería de América Latina, cerca de La Plata.

La producción fiscal de crudo alcanzó, como consecuencia, un volumen equivalente al 77% del total del consumo nacional, pero además la empresa pudo entrar al mercado con su propia línea de productos derivados -la aeronafta incluida, claro-. Y contra todos los pronósticos y todo tipo de presiones políticas, desarrolló una de las más importantes industrias petroleras del continente.

El plan original era el de la nacionalización integral en materia de petróleo. Más tarde, modificó esa opinión y propuso -en consonancia con el sistema de la Anglo-Persian- una sociedad mixta del Estado con las empresas extranjeras. Pero volvió a su proyecto inicial en 1928 al expresar que “no queda otro camino que el monopolio del Estado, pero en forma integral; es decir, en todas las actividades de esta industria: la producción, la elaboración, el transporte y el comercio. Así, YPF también se materializó en estaciones de servicio en cada rincón del país, en camiones cisterna y en una flota petrolera marítima y fluvial.

La batalla contra las petroleras inglesas y estadounidenses llegó a un punto sin retorno el 1º de agosto de 1929. Ese día, YPF decidió rebajar el precio de todos sus productos “para establecer una más equitativa relación entre los precios de producción de derivados petrolíferos y los de venta al consumidor, todo lo cual beneficiará en modo muy importante a la economía nacional”, justificaba la medida en sus considerandos. Fue una declaración de guerra.

La decisión de Mosconi motivó una protesta por parte del embajador estadounidense y fue respondida por el General del Petróleo sin dejar lugar a mayores interpretaciones: “(...) Afirmo, sin temor a equivocarme, que los funcionarios que comprueben transgresiones o delitos que afecten intereses nacionales confiados a su custodia y que no lleven a conocimiento de las autoridades superiores correspondientes y a la opinión publica que debe estar informada, que no sólo han de comprenderle las prescripciones del código penal, sino que además debieran ser colgados en la vía pública” (Glup).

CONSTRUYENDO UN CAMINO AMERICANO

YPF crecía con vigor y su valiosa experiencia comenzaba a tomarse como un modelo de gestión posible en toda América Latina. Así, la figura de Mosconi se convirtió en un referente obligado de quienes abogaban por el control de los recursos estratégicos. Entre 1927 y 1928, el General realizó una serie de viajes que sirvieron para exhibir en toda su crudeza la relación del Estado con las compañías petroleras internacionales. Aún más, impulsó una política petrolera latinoamericana coordinada.

El primero en seguir el modelo argentino fue Uruguay. Mosconi había subrayado a su ministro de Industria las ventajas económicas de una refinería de propiedad nacional y aconsejó la organización de una corporación gubernamental para comercializar los productos de la refinería. Fue la semilla de la ANCAP (Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland), creada por el Congreso uruguayo en 1931.

El impulso de Mosconi también influyó en Bolivia, luego de finalizada la guerra del Chaco -una guerra que, dicho sea de paso, fue auspiciada por las petroleras-. Allí, sobre la base de la experiencia argentina, se creó Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). En Brasil, la ideología de Mosconi brindó una inestimable y vigorosa colaboración para la creación de Petrobrás en 1938. Fue por esa razón que la Academia de Ciencias y Artes de Río de Janeiro reconoció la labor de Mosconi otorgándole su Medalla de Oro.

Por último, la influencia del argentino desembarcó en México. La idea de una empresa estatal mexicana de petróleo fue consolidándose desde fines de la década del ‘20 y durante toda la del ‘30 para culminar en los famosos decretos de expropiación del presidente Lázaro Cárdenas. La nacionalización de toda la industria petrolera mexicana y la empresa PEMEX también nacieron con mucho del aporte de YPF.

CAMBIA, TODO CAMBIA

El 6 de septiembre de 1930, Yrigoyen fue derrocado. Y tres días más tarde, Mosconi y Baldrich fueron detenidos. Baldrich quedó confinado en Bariloche y Mosconi fue separado de su puesto de director de YPF e “invitado” a exiliarse a Europa.

El golpe del “30 tuvo “olor a petróleo” y el aroma fue bien percibido por el establishment estadounidense. El New York Times expresaba en su edición del 7 de septiembre: “Yrigoyen combatió los propósitos de los Estados Unidos, y Washington espera una mayor cooperación del nuevo régimen político”. El beneplácito estadounidense coincidió con la salida de Mosconi.

Luego de dos años, cuando se agotó su “destierro institucional”, Mosconi regresó al país para ser designado en un cargo humillante: “Director de Tiro y Gimnasia” del Ejército.

Poco después, en 1933, un ataque de hemiplejia lo fulminó y lo apartó definitivamente de toda actividad. Ese mismo año fue retirado de oficio con el grado de general de División.

El 4 de junio de 1940, el General del Petróleo murió en su casa de la calle Aráoz. Había logrado comprarla merced a un préstamo del Banco Hipotecario, pero todavía no había podido terminar de pagarla.

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+info EN VIDEO

La serie documental “Bio.ar” del Canal Encuentro dedicó un capítulo a Enrique Mosconi. Se puede acceder a él clickeando en “Descargas” del sitio www.encuentro.gov.ar.

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CARTA URUGUAYA (*)

“Las luchas económicas del presente son, a través de los tiempos, una reproducción de las que nos dieran la independencia política y en las que sólo incidencias que se pierden en el conjunto de la gran empresa, los pueblos latinos de Sur América y principalmente los ríoplatenses, actuaron de consuno y se apoyaron con calor de hermanos. Estoy seguro de no excederme en el elogio al decir que la colaboración del Gobierno argentino, para que mi país se libere de la dependencia extranjera para el abastecimiento de combustibles, armoniza con la obra de próceres de Mayo, que lucharon por la soberanía de su tierra y la de los pueblos hermanos”.

(*) Carta a Mosconi del ministro uruguayo de Industrias, Edmundo Castillo.

RESPUESTA 100 % MOSCONI (*)

“Fue en Bogotá donde un periodista local me hizo una pregunta, cuya idea no me canso de reiterar:

“¿Cuál de los dos trusts, la Royal Dutch o la Standard Oil, es preferible por su capacidad técnica, su método de trabajo y sus modalidades?’ Mi respuesta fue concreta: El grupo norteamericano, la Standard Oil, es menos científico, más audaz e impetuoso. Dispone de ilimitados recursos financieros, por lo que desarrolla un espléndido vigor en las empresas y no reconoce limitaciones en la obtención de sus propósitos y de allí se derivan las reacciones que provocan sus ásperos procedimientos, que comienzan con las manifestaciones personales y se extienden hasta el desconocimiento y el atropello de otros pueblos. El grupo europeo, la Royal Dutch, es más científico y, como es menos rico, es más prudente, más metódico en sus planes y en sus sistemas de trabajo es más suave. Al extremo de que en ciertos momentos pasa inadvertido, pero no por eso deja de obtener, con habilidad, las finalidades que persigue. Al final de cuentas, los dos grupos son equivalentes. Podríamos comparar con una cuerda de cáñamo al grupo norteamericano y con una cuerda de seda al europeo; de modo que en respuesta a su pregunta, digo que si las dos cuerdas, ruda una, suave otra, han de servir para ahorcarnos, lo más inteligente es renunciar a ambas”.

(*) De “Un argentino llamado Mosconi”, de Jorge Alonso y José Speroni

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retrato del general mosconi.