Una mirada desde la escuela media

Articulación entre el secundario y la universidad ¿qué falta mejorar?

Directivos y docentes de secundarios locales hicieron un diagnóstico sobre qué funciona mal y qué se puede mejorar, en cuanto a la articulación entre escuela media-universidad. Superposición de actividades cuando la universidad comienza con los cursos de ingreso y un reclamo de mayor presencia del nivel superior en las escuelas son dos de los planteos.

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El camino desde el secundario a la universidad no es fácil. Los alumnos experimentan dudas, incertidumbres y, a veces, fracasos. Por eso, la articulación entre la escuela media y la universidad es objeto de un tratamiento serio. Se busca que el alumno se habitúe de a poco a la universidad sin vivenciar esta transición como una etapa de corte y quiebre. Foto: Archivo

 

Mariela Goy - Luciano Andreychuk

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Desde hace años, la universidad y la escuela media comenzaron a mirarse más de cerca. Ambos estamentos reconocieron que algo había que hacer ante los bochazos masivos en los exámenes de ingreso y la alta deserción (que roza el 50 % en algunas carreras) en el primer año de la universidad. El concepto que se puso en boga es el de “articulación”, que se refiere a los proyectos de acercamiento entre un secundario descalificado por la pérdida de calidad académica, y una universidad que empezó a dejar de echar culpas y a hacerse cargo de las dificultades de su propio estudiantado.

Lo que las universidades hacen para fortalecer las competencias relacionadas al ingreso universitario, generalmente es un trabajo silencioso y denodado: claustros abiertos una vez al año para ser visitados por los alumnos de 4º ó 5º año, cursos e intercambio de experiencias entre profesores universitarios y docentes de las escuelas medias, programas de tutorías y voluntariado (ver aparte). Sin embargo, desde la óptica de la escuela secundaria, todavía queda mucho por mejorar en ese vínculo.

“Recién ahora siento que estamos hablando el mismo idioma con la universidad, porque ésta reflexionó, dejó de echar culpas al nivel de abajo y asumió que sus alumnos tienen las mismas dificultades que los nuestros, entre ellas, el poco hábito de estudio, la resistencia al esfuerzo y las expectativas de corto plazo”, analizó Roxana Maulle, directora del secundario público Almirante Brown, uno de los más numerosos de la ciudad.

A su entender, “que un joven haga una carrera en 9 años quizá no sea literalmente un fracaso académico sino que tiene que ver con la idiosincrasia del joven de hoy, que no se propone hacer los estudios en los tiempos estipulados. La universidad está reconociendo públicamente todos estos problemas, y eso es muy diferente a decir que el secundario tiene la culpa de todos los males”.

Un problema de tiempos institucionales

Para la Mgter. Mariela Cordero -quien integra un equipo psicopedagógico que interviene en tres escuelas privadas de la ciudad desde hace 18 años-, “todo lo que se diseña desde las universidades en materia de articulación está confeccionado, efectivamente, por una universidad que piensa al ingresante pero sin mirar a la escuela media. Ejemplo: se organiza un curso de ingreso en función de lo que la propia universidad necesita, independientemente de la escuela. La universidad mira al alumno ideal pero no al real”, cuestionó.

Otro de los desfasajes tiene que ver con los diferentes tiempos institucionales de uno y otro nivel. La universidad, en el afán de que los chicos tengan quizá una formación académica más acorde para el ingreso, empieza cada vez más temprano con los cursos preparatorios, “pisando” al calendario de la escuela media. “Esto ocasiona que los chicos estén más preocupados por la universidad que por terminar 5º año y, al finalizar el ciclo lectivo, se dan cuenta de que reprobaron algunas materias. En septiembre empiezan algunos cursos de ingreso, y en la idiosincrasia juvenil esto los entorpece, porque no están haciendo un buen final de escuela media. Ésa es una cuestión cooperativa que habría que corregir”, opinó Maulle, del Brown.

Desde la Escuela de Comercio Domingo Silva advierten sobre lo mismo. “A un chico que quiere ingresar a Medicina le lleva un año prepararse. Ese alumno, que tiene un nivel de exigencia enorme, deja de lado el secundario pensando en la universidad y, si no entra a la facultad, siente una frustración terrible”, aportó la profesora Nelly del Huerto Gomila, vicedirectora del turno noche.

“Lo ideal sería que los chicos terminen primero el secundario y que después tengan los exámenes de ingreso”, propuso, en el marco del mismo diagnóstico, un grupo de docentes del colegio La Salle.

Otra sugerencia es que la articulación tiene que comenzar a pensarse como un proceso. “Esto es, comenzar desde el 4º año y de ahí sostenerlo en el tiempo. En ese curso, los chicos de 16 años están perdidos respecto de lo que decidirán estudiar, pero ya se lo están planteando: ya hay una preocupación por ellos mismos y ése es un buen síntoma. Y en este proceso tenemos que acompañarlos hasta sus estudios superiores, todos los actores institucionales involucrados”, cerró Cordero.

Trabajar a la par

Otra de las quejas más escuchadas tiene que ver con que algunos cursos que propone la universidad no serían los más adecuados. “El año pasado, nos enviaron un tutor a hablar con los chicos de determinados campos. Yo les dije que nuestros alumnos necesitaban apoyo en Química, que es una materia que ven hasta 3er. año y que, por eso, luego tienen fallas en los exámenes de ingreso. Pero el tutor vino a hablarles de otra cosa menos de la carencia que teníamos”, planteó Mónica Manassero, directora del Domingo Silva.

A su entender, la universidad debería hacer otro tipo de acercamiento con los chicos, como mostrarles lo que es moverse en el nivel superior, sugerirles cómo organizar los tiempos, enseñarles que no van a tener nadie que los lleve de la mano y que deberán rendir materias libres.

“Lo que estamos quizá pidiendo es más presencia de la universidad en la escuela media. Me gusta esta política de universidades de puertas abiertas, pero también podrían acercarse ellos hasta nuestras escuelas”, opinó la Prof. Silvia Moretti, vicedirectora del Comercial. Varios colegas hicieron la misma observación.

La otra queja común que se escuchó es que los establecimientos de nivel medio no se sienten tenidos en cuenta en sus especificidades y necesidades concretas. “No es política institucional de articulación decir: “Tomá, docente de la secundaria, esto es lo que yo quiero o necesito que hagas’. Eso no es articulación. Lo ideal es ver qué alumno tenemos, ver qué pasa y cómo facilitar la articulación, pero juntos, a la par: no desde la universidad diciendo lo que pasa, ni desde la escuela echando culpas y diciendo que la universidad no entiende a los chicos”, resumió Cordero.

Un inconveniente no menor es la diferencia de jurisdicción para que los docentes del sistema educativo provincial gestionen licencias con el fin de dedicarse a los cursos ofrecidos por las universidades, que son nacionales. “Habría que aceitar la burocracia entre ambos estamentos”, se pidió.

Fracaso, un tema complejo

“Simplificar el fracaso de un ingresante a la universidad a una sola variable, que sería lo académico, es un grave error. Hay un montón de variables que influyen en una exitosa articulación de niveles, tales como lo afectivo, lo motivacional, el lugar de la familia, la distancia al lugar de origen. Y en la universidad todas esas variables no siempre se consideran, y se pone el acento en lo académico”, expresó Gimena Vinciguerra, asesora pedagógica del Colegio La Salle.

El profesor Fabián Cataudella, del Almirante Brown, esgrimió que hay otros elementos que considerar. “La escuela media es obligatoria, la universidad no; a los secundarios nos piden contener al adolescente y que, en lo posible, tengan trayectorias exitosas, mientras que la universidad no tiene ese mandato; la escuela media está mucho más controlada por los mecanismos de intervención ministerial, y la universidad es más autónoma. Si nosotros tuviéramos un 50% de deserción en un año, nos caería el ministerio encima a ver qué está pasando”, planteó.

Los consultados no olvidaron mencionar la realidad social de los alumnos que muchas veces actúa como barrera en su horizonte formativo. Silvia Corti es docente de Lengua y Literatura en tres escuelas bien distintas. “Mis alumnos de la periferia de la ciudad ni remotamente se plantean ir a la universidad; los de clase media que van a una escuela pública céntrica están dudosos; y en el colegio privado todos van a continuar algún estudio universitario. Esto lo digo a los fines de que sepamos que no hay una sola identidad de escuela secundaria, sino que existen diferencias abismales de acuerdo al sector social”.

UNL

Realiza encuentros con directores de escuelas secundarias y reuniones de trabajo entre docentes universitarios y de nivel medio.

Lleva adelante cursos a distancia del trayecto formativo de desarrollo profesional docente, y diálogos entre estudiantes de ambos niveles en el “Café del futuro”. Propone un tour de visitas a facultades para estudiantes secundarios. Alumnos de carreras de grado tienen la posibilidad de ser tutores. Tiene publicaciones y un material multimedia de orientación educativa.


UTN

Lleva adelante cátedras abiertas con docentes de media, acompañamiento en el curso de ingreso de verano y materiales de estudio.

También se realizan de preparación como visitas a escuelas medias, reuniones con docentes de ese nivel, programa de voluntariado universitario, la jornada “la facultad abierta” para que los alumnos del nivel medio conozcan las diferentes carreras y tomen contacto con docentes e instalaciones, entre otras acciones.

UCSF

La Católica promueve su oferta académica a los alumnos secundarios a través de stands en las ferias de carreras y otros eventos.

También realiza visitas a colegios de Santa Fe, Rafaela, Santo Tomé y Paraná.

Seleccionó una muestra de colegios donde se brindó a los alumnos de 4º y 5º año del secundario una charla sobre la oferta académica y los servicios educativos que ofrece. Además, abre sus puertas con clases abiertas, charlas, y talleres para que los potenciales ingresantes conozcan antes de decidir.

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/// análisis

Autocrítica y desafíos

Roxana Maulle

En lo personal, considero que la escuela media hoy no tiene identidad. Tenemos que preparar para el trabajo, para el ciudadano y para un estudio superior, y en esos tres objetivos, no hay una identidad concreta. Si vos decís, preparar para el trabajo ¿cuál trabajo? ¿qué trabajo hoy se paga? La escuela técnica enseña un oficio, pero la escuela media propedéutica ¿a qué apunta?

Quizá en otra época no había tanta oferta de carreras, ni orientación vocacional, ni mucho menos hablar de articulación con los estudios superiores. Pero la escuela media -si bien era exclusiva, expulsiva y de elite-, debemos reconocer que tenía un eje. Y que era crear autonomía y hábito en ese estudiante que después se insertaba tanto en el mundo laboral como en el universitario, porque había un modelo de país que apuntaba a un desarrollo agroindustrial con una universidad sólida, solvente y en crecimiento.

Pero la escuela actual se encuentra resolviendo cómo creamos autonomía y hábitos de estudio sólidos, teniendo que ser inclusivos y teniendo que apelar a la contención del alumno. Transitamos por ese desafío, mientras vemos que a nivel de política pública no se debate qué modelo de país queremos. Mientras eso no se genere, la sociedad, el contexto y el entorno superará ampliamente lo que la escuela media puede ofrecer.

Los pedagogos latinoamericanos coinciden que cuando no hay una sociedad que proyecte un futuro, hay poca calidad a nivel educativo, por sobre cualquier debate de las prácticas pedagógicas que uno se proponga. Si no, es traer al chico a una escuela-burbuja y querer exigirle lo que por la ventana claramente se ve que es otra cosa.

Directora Alte. Brown