Ganados y carnes

Vuelve a tensarse la cadena de valor

Durante septiembre, la oferta de hacienda volvió a caer y los menores volúmenes se reflejaron en un aumento de precios.

 

Ignacio Iriarte.

La faena, después de experimentar en los primeros meses del año una baja interanual del orden del 25 por ciento, tocó su punto mínimo en mayo, con 925 mil cabezas. Luego creció por razones estacionales durante los tres meses siguientes, hasta tocar las 980 mil cabezas en agosto. Este registro, un 30 por ciento más bajo que igual mes del año pasado, se combina con un peso medio 6 kilos mayor que a fines del año pasado, para permitir hoy un consumo de 57 kilos y exportaciones del orden de las 27-28 mil toneladas mensuales.

Duró poco. Pero en septiembre la oferta comienza a caer otra vez y los precios empiezan a subir nuevamente. La baja en el precio mayorista de la media res, y un tímido aumento registrado en el precio de la carne al mostrador, permite en estos últimos meses aliviar los márgenes de muchos frigoríficos, matarifes y minoristas; “favorecidos” todos además por la fuerte suba en el precio de los subproductos.

Con la suba que está experimentando ahora el precio del ganado, vuelve a tensarse toda la cadena de valor de la carne. El feedlot repone menos de lo que vende, porque el alto precio del ternero y la suba del maíz complican hoy seriamente los números del engorde a corral, y la oferta pastoril promete reducirse aún más, con el avance de la primavera.

La mayoría de los operadores cree que los precios del ganado recuperarán rápidamente los máximos tocados hace tres meses; en el caso de la vaca ya lo superó ampliamente. De allí en más, los valores subirán más lentamente, más trabajosamente, y casi proporcionalmente a la reducción de la oferta.

Todos siguen siendo alcistas, pero concientes de que los niveles de pérdida de buena parte de la cadena de la carne y las señales de fatiga que está dando el consumo interno. Esto limitaría seriamente la posibilidad de que se de otra explosión en el precio del ganado y de la carne, como se dio entre noviembre y mayo, cuando subieron en promedio un 70 por ciento.

Hace ya un tiempo que el consumo interno viene mostrando signos de fatiga. Puede adjudicarse esta debilidad a la continua erosión que sufren los ingresos de los trabajadores no formales o no sindicalizados (43 por ciento del total), que enfrentan una inflación anual del 20-25% en el caso de los alimentos mayor aún, sin la posibilidad de ajustar en la misma medida sus ingresos, como sí lo hacen los trabajadores protegidos por los grandes sindicatos.

En cuanto a la clase media, también ve reducido su ingreso disponible, no sólo por el incremento del precio de los alimentos, sino también por el aumento de prepagas, expensas, colegios, cocheras, servicios, seguros, combustibles, entre otras. En varios productos de consumo masivo se observa en los últimos dos meses una caída en el volumen vendido.

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Caída libre. El aumento en los costos de los alimentos dificulta recuperar la reducción del consumo de carne. Foto:Archivo

Demanda “de goma”

En las últimas semanas, ante la reducción de la oferta ganadera, se advierte una demanda por carne vacuna mucho más elástica que a principios del año, cuando una reducción del 20-25 por ciento en la oferta de carne dio lugar a un aumento del 70 por ciento en el precio al mostrador, en un ejemplo de manual de demanda inelástica. Pero hoy ya no estamos en el mismo punto de la curva, ni los ingresos reales de la población serían los mismos; de acá en más, no cabría esperar disparadas ni en el precio de la hacienda, ni en el de la carne, sino que es probable que la demanda presente signos de elasticidad cercanos o parecidos a uno; es decir, que ante aumentos del 10 por ciento en el precio de la carne, disminuya en una medida similar la demanda por carne.