Señal de ajuste

El día de descanso

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Julieta Díaz y Leonardo Sbaraglia dieron vida a Ada Falcón y Francisco Canaro. Es injusto el tratamiento que se reserva a este ciclo realizado con honesta ambición, sostiene Maurer.

Foto: Gentileza Telefé

Roberto Maurer

 

Un gallinero con sus aves en estado de pánico no constituye un hábitat propicio para los productos de la tambaleante Telefé, ya que son las primeras víctimas de la crisis provocada por la pérdida de puntos de rating ante el 13, donde Tinelli sólo deja un día de la semana libre, el miércoles, para que los demás respiren. En estos días difíciles y de ambiente envenenado para las tres pelotitas, con un pie en el avión que la llevaría a Rosario a participar en una mesa de póker, Susana Giménez al menos desmintió su pase al 13. Fue un momento de alivio para Telefé, que ha salvado a su reina, enfurecida porque echaron a su productor sin avisarle.

Una de las víctimas de estas convulsiones es “Lo que el tiempo nos dejó”, el ciclo de seis unitarios con elenco rotativo dedicados al Bicentenario, que pueden ser llamados telefilms, ya que son dirigidos por los cineastas Adrián Caetano y Luis Ortega. El ciclo debutó con sus buenos 20 puntos de rating, los miércoles, pero la semana pasada el estreno de “Caín & Abel” ocupó su lugar en la grilla, y “Lo que el tiempo nos dejó” se adelantó el martes, quedando librado a su suerte y a la Mole Moli que, de paso, esta semana volvió y bailó en el caño con resultados que superaron toda las expectativas: ni los elefantes mejor entrenados lo habrían hecho mejor.

Ese martes de la semana pasada, con un convincente unitario sobre los primeros pasos de las Madres de Mayo y Mike Amigorena como Astiz, “Lo que el tiempo nos dejó” apenas cosechó 10 puntos. Y en un nuevo movimiento que ya entra en el campo del maltrato, el siguiente unitario volvió al miércoles en su viejo horario de las 23, pero como le introdujeron “Caín & Abel” inmediatamente después de los chillidos de Julián Weich, el nuevo telefilm del ciclo (titulado “Te quiero”) se difundió casi a medianoche. Su medición arrojó escasos 12 puntos.

UN AMOR DE LA DÉCADA INFAME

Ya que se trata del Bicentenario, “Te quiero” sería una representación de los años ‘30, pero sin otra conexión con el contexto de la época que no fuera el universo del tango y, más estrictamente, con la pasión malsana que unió a Ada Falcón y Francisco Canaro. Como supervisor histórico del ciclo aparece el exitoso empresario Felipe Pigna, cuya tarea consiste en redactar un texto de manual como cierre de cada ficción, y cobrar por ponerle la firma. Para este caso escribió unas encendidas palabras sobre la Década Infame, sin demasiada relación con el mundo cerrado del Marabú y la cama donde los amantes creaban su propia historia.

De todos modos, esta crónica de amor protagonizada por dos personalidades fuertes y famosas figura entre las grandes leyendas argentinas. Canaro engañó metódicamente a Ada, hasta con su hermana, y nunca dejó a su esposa, a pesar de sus promesas. Aunque se mencione la clandestinidad de la afiebrada relación, fue un escándalo de la época, con las visitas intempestivas de la señora de Canaro a la casa de la familia Falcón, para gritarle “yiro” y “arrastrada” a su rival, que, a su vez, le arrojaba los calzoncillos de Canaro como exhibición de su intimidad.

Siempre herida en su orgullo, Ada Falcón proclamó “yo no tengo dueño”, hasta el día en que abruptamente dejó la canción, vendió todo y se fue a las sierras cordobesas, donde terminó refugiándose en un convento y haciendo voto de pobreza. Era una diva de la época con sus caprichos y ostentaciones, y su renunciamiento, si se busca un equivalente actual, sería como si Moria Casán abandonara todo para irse al África de misionera.

CANARO INCOMPLETO

Julieta Díaz resuelve bien su papel de mujer indomable y apasionada, y su voz se dobla en los pasajes musicales usando las grabaciones originales de Ada Falcón, cuya vejez en Córdoba fue recreada por Hilda Bernard.

A Leonardo Sbaraglia le dieron un Canaro incompleto, el de un picaflor sin corazón y manipulador de sentimientos ajenos. Los testimonios de la época lo revelan como un sujeto desagradable, despótico y sin escrúpulos, a quien, a sus espaldas, sus empleados apodaban “el Káiser”. Músico mediocre, se duda de la verdadera autoría de las obras que firmó, aunque no se discute la importancia de su rol en la difusión del tango, ya no por la calidad de sus creaciones, sino por su aguda inteligencia mercantil.

Si bien esta entrega tuvo más lujo de ambientación decorativa que vuelo narrativo, cuando la tele se inspira en personajes e historias reales para sus ficciones -la televisión es cobarde y elude los conflictos con la realidad- es injusto el tratamiento que se reserva a este ciclo realizado con honesta ambición, y cuyo próximo episodio es sobre la Guerra de Malvinas. Salvo que uno se sienta identificado con Jorge, un televidente anónimo que, mejorada la sintaxis del original, volcó su opinión sincera en un blog: “Lo que pasa es que canal 11 aburre con cosas del pasado, ya nos cansa, ya pasó, basta. Miremos para adelante, Marcelo te hace reír, te entretiene, es lo que busca la gente aburrida con tantos problemas”.