EXPOSICIÓN DE RICARDO CALANCHINI

Homenaje al padre del psicoanálisis

En el marco del homenaje que se realizó el jueves en el Colegio de Psicólogos a Sigmund Freud, quedó inaugurada una muestra de Ricardo Calanchini. Álvaro Costa (profesor de filosofía) había escrito sobre “El cuerpo en la obra de Calanchini” que “no se pueden mirar los cuadros de Calanchini sin sentir algún tipo de mutación. Haría falta una cierta experticia para probar con ellos la estética brechtiana del extrañamiento: son, en cambio, como el perfume de una pera arrimada a la nariz: nos inundan sin permiso. Pero nos la arrimamos...

“Ricardo Calanchini es un máximo dibujante: construye. Y más que un dibujante, un arquitecto, un maestro mayor de obras. Sus mundos son posibles, cierto, pero no dejan de referirse a éste, que llamamos “real’ con un poco de petulancia. En tal sentido, construye para desestabilizar. Pero desestabiliza para volver a componer. Es difícil distinguir con la cenestesia, que se da toda junta cuando miramos encantados: pongámosle palabras. Allá por el Renacimiento, los inventores de la perspectiva nos mostraban un distante mundo horizontal, en el que todo se abarcaba o dominaba”.

Devolución de un mundo

“Calanchini nos vuelve un astronauta: por momentos, nos falta gravidez. Caracoles tanto como lápices, sillas o barcas flotan, levitan desarraigados de su tope inferior. Nos mitigan, aligeran, nos hacen perder el equilibrio. Abajo lo mismo: el suelo se nos mueve por una ondulación teratológica. Y los espacios son a veces equívocos: creemos que bajamos y... subimos, o al revés. Tal vez, en un ultrapasado arborícola hemos perdido pie y ahora tenemos este miedo atávico. Y sin embargo, se trata de un mundo demasiado ordenado.

“Ahí está no sólo la tranquilidad de esos “espíritus” sobre el aire: ahí están la agrimensura de los hilos; los límites, como mojones, impuestos por los banderines deportivos o navales, las plomadas, los cabrestantes, las poleas; los anaqueles, los cajones, las veletas, los pisos ajedrezados, las axonometrías; ahí está Cèzanne cuando afirma que “todas las formas de la naturaleza parten de la esfera, el cono y el cilindro’. Nada de eso tiene en estas obras una medida humana. Contradiciendo a Protágoras de Abdera, el hombre no es la medida de las cosas. Se han convertido en puras taxonomías sin sentido: el ser-a-la-mano de Heidegger no halla cabida en este mundo, ...un mundo como lo mira Brueguel en “La torre de Babel”: desalojando la escala humana, como lo mira Piranesi a la manera de Kafka en sus grabados carcelarios: encintándonos como a momias. Los habitantes de Liliput enarbolan sus escaleritas: en vano. Tampoco hay silla en que uno se pueda sentar. También hay puertas que sólo tienen marcos. Esos lápices que perforan la piedra subvierten el dolor, la noción del dolor de las carnes... de un modo brutalmente prolijo...

“Una vez, Sartre miraba a la gente desde la ventana del piso alto de un relato, qué cosa. Se puede sobreinterpretar y presumir, por ejemplo, que Calanchini nos devuelve un mundo en el que los argumentos del absurdo están hechos para mostrar este otro absurdo de vivir como todos los días, de vivir como todos, de vivir”.

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El homenaje del artista santafesino puede apreciarse en el Colegio de Psicólogos. Foto:GENTILEZA PRODUCCIÓN