SALUD MENTAL

Falta de futuro y horizonte, una angustia profunda en los barrios

Falta de futuro y horizonte, una angustia profunda en los barrios

Comprometerse. En Recreo, las mujeres del barrio Mocoví se plantearon la necesidad de forestar el barrio y buscar más espacios para que jueguen los chicos, a partir de la participación en un taller de fotografía.

Foto: Gentileza Matías Tejedor

La gente “vive en la inmediatez”, cuentan los psicólogos que atienden en los centros de salud de la ciudad. Los problemas económicos, la precarización del empleo y el miedo a los asaltos y a los robos; complican la construcción de un proyecto de vida.

 

Gastón Neffen

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A los consultorios de los 38 psicólogos que trabajan en los centros de salud de Santa Fe la gente llega preocupada por sus conflictos de pareja, por las presiones económicas y por lo que les pasa a sus hijos, que se portan mal en la escuela y en casa. En realidad, éstos son los mismos problemas que llevan a todo el mundo al psicólogo. Pero en los barrios hay una angustia todavía más profunda.

“La gente está obligada a vivir en la inmediatez”, opina Ángeles Ramírez, psicóloga del Centro de Salud de Juventud del Norte. La sensación de estancamiento, falta de futuro y horizonte es una carga pesada, que asfixia la esperanza y la ilusión de construir un proyecto personal y familiar.

Los psicólogos entraron a los barrios con la inundación del Salado, en el 2003. Fue uno de los reclamos de las organizaciones de inundados, que pedían que el Estado ayudara a contener las secuelas emocionales que había dejado el paso del agua. Comenzaron trabajando en las zonas que habían sufrido la inundación, y progresivamente se fueron extendiendo al resto de la ciudad. Todavía no están en todos los centros de salud.

Hay 16 en los barrios del sur y del centro, 14 en el norte de la ciudad, 3 en Santo Tomé y 5 en en la zona de la costa (Alto Verde, La Guardia y Rincón). La visión de estos profesionales, que en sus consultorios escuchan durante más de 20 horas por semana a las mujeres, chicos y adolescentes de los barrios, es importante para intentar comprender los sueños, los problemas y los desafíos de la gente que vive en la ciudad.

“La posibilidad de sostener un proyecto de vida es clave para superar las dificultades de cada día, los palos en la rueda”, explica a El Litoral Rocío Schmunck, la psicóloga del Centro de Salud de barrio Pompeya. En barrio Chalet, la psicóloga Viviana Nuñez plantea que reconstruir la confianza, la esperanza en que las cosas pueden cambiar, a partir del trabajo, la escuela y la participación comunitaria, es fundamental para la salud mental de la gente.

Para Nuñez, lo que le pasa a muchos de “los pibes” de barrio Chalet -y de otras zonas de la ciudad-, que terminan involucrados en adicciones, delitos y ajustes de cuentas, tal vez sea el emergente más doloroso de este proceso. “Las comunidades suelen depositar sus ilusiones en los más jóvenes y acá esos pibes están a los tiros”, cuenta.

Problema de arrastre

Pero el problema viene de mucho antes. “Hay que asumir que los barrios más pobres son un espacio social arrasado, la violencia y las adicciones son un síntoma de una situación más profunda”, analiza María Olga Dutto, psicóloga del Dispositivo de Fortalecimiento en Atención Primaria de la Salud (APS). Sus compañeros Gisela Scholtz y Eduardo Bertona -los tres trabajaron como psicólogos en Barranquitas y Los Troncos- coinciden en que “no se debe patologizar la pobreza” y repasan algunas de las causas estructurales de este fenómeno.

Recuerdan que los padres vienen de muchos años de empleos precarizados, como las changas . “Por eso, les cuesta constituirse en sostenes de familia y esto impacta en las familias que quedan fragmentadas, disgregadas y a veces desamparadas”, sostiene Scholtz. “Las redes de los barrios también se resintieron en estas últimas décadas y los adolescentes se sienten en un callejón sin salida, sin perspectivas ni horizonte”, agrega Bertona.

En este escenario, los psicólogos insisten una y otra vez en que el gran tema es cómo se reconstruye un proyecto de vida, “un proyecto de sentido”, que además fortalezca los vínculos familiares y comunitarios. Son cosas simples. Se trata de que puedan ilusionarse con la posibilidad de arreglar su casa, de que sus hijos estudien y que además puedan pensar que su barrio puede mejorar. “Los espacios públicos están capturados por lo más violentos, son lugares de miedo, a veces a la gente le falta una plaza para tomar mate tranquila”, plantea Dutto. Para pelear contra el fantasma de que nada se puede cambiar, además del trabajo puntual con cada paciente en el “consultorio”, entre comillas porque es una sala más del centro de salud -sin el diván ni la foto de Freud-, los psicólogos están realizando talleres en los que trabajan en equipo con otros profesionales del dispensario, y con las vecinales y los clubes de los barrios.

Al momento de hacer las conclusiones, los psicólogos que hablaron con El Litoral coinciden en que las cuestiones de fondo son la pobreza, las desigualdades económicas y la falta de oportunidades. Todos son temas que sólo se pueden resolver en forma gradual y con políticas de Estado. Pero, para que la gente se saque de encima la angustia por la falta de futuro, lo más importante es que sientan que este camino se empieza a recorrer.

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Saber que se puede. “La posibilidad de sostener un proyecto de vida es clave para superar las dificultades de cada día”, dice Rocío Schmunck, psicóloga del Centro de Salud de Pompeya.

Foto: Flavio Raina

Muchos niños y mujeres, pero pocos hombres

La mitad de las consultas que atienden los psicólogos en los centros de salud son chicos con problemas de comportamiento en el colegio. Los derivan los docentes cuando detectan que un alumno tiene problemas de conducta importantes, le cuesta integrarse al grupo y se atrasa en el aprendizaje. La contención de estos casos es clave. Los maestros y los psicólogos necesitan trabajar “en equipo” para evitar que un chico quede al margen del sistema escolar.

La psicóloga Rocío Schmunck armó, junto con otra psicóloga y una asistente social, un taller de análisis para trabajar con los docentes de las escuelas. “Las idea es pensar entre todos cómo intervenir con los niños en la escuela, porque es ahí donde hay que resolver el problema”, explica. Esta experiencia se está realizando en dos colegios del norte de la ciudad.

A los consultorios de los psicólogos también llega una demanda importante de parte de las mujeres. “La verdad es que en los barrios los hombres todavía se resisten un poco al diván, lo mismo pasa con los adolescentes”, cuenta Ángeles Ramírez, que atiende en Juventud del Norte.

Hay muchos talleres que se están realizando con “las madres” de los barrios. En Pompeya, un grupo de mujeres participa de un taller de costura, en el que reciben clases de corte y confección y de pintura de telas. En Chalet, las mamás se turnan para cocinar en la vecinal. “Se reemplazó la función del comedor para los chicos, de esta forma las mamás se llevan la comida a su casa para que no se pierda la función de la mesa familiar”, destaca la psicóloga Viviana Nuñez.

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Los que se resisten. “En los barrios los hombres todavía le escapan un poco al diván, lo mismo pasa con los adolescentes”, plantea Angeles Ramírez psicóloga del Centro de Salud de Juventud del Norte.

Foto: Mauricio Garín

Conflicto gremial

Los psicólogos que atienden en los centros de salud dependen de la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud. Trabajan en el marco del dispositivo “Clínica de la subjetividad en Atención Primaria de la Salud (APS)”. Esta semana, estos profesionales realizaron una volanteada en el Ministerio de Salud para reclamar por el pase a planta permanente. Es que la mayoría de los 38 psicólogos le facturan al gobierno como monotributistas (sólo hay 9 profesionales que están en planta) a pesar de que cumplen funciones de empleados estables.

 

Las redes sociales de los barrios

“El psicólogo está para hacer lazo”, dice Ramírez. Se refiere a que las intervenciones terapeúticas, con talleres y otros herramientas, apuntan a reforzar las redes sociales que la gente tiene en su barrio. Esta psicóloga está intentando hacer un taller de “celumetraje” con los adolescentes de Juventud del Norte. “La idea es que los chicos graben pequeños cortos con las cámaras de sus celulares, nos interesa trabajar con sus miradas del barrio”, explica.

En Recreo, en el barrio Mocoví, el psicólogo Matías Tejedor aprovechó 15 cámaras fotográficas descartables para armar un taller de fotografía con las mamás del barrio. “Lo llamamos revelando vínculos, la gente salió a recorrer el barrio y después charlamos sobre lo que fueron fotografiando para poner en palabras las imágenes”, cuenta Tejedor a El Litoral.

Al mirar el barrio desde “la lente”, las madres comenzaron a tener ideas puntuales para “cambiarle la cara” a sus barrios. Pensaron en arreglar y reciclar las plazas, para que los chicos tengan más espacio donde jugar, plantar árboles para forestar, arreglar sus casas y mantener la limpieza en las veredas y en las calles. “Lograron salir del reclamo al otro, sea la Municipalidad, el gobierno, la Policía, para comprometerse con el qué hacemos nosotros”, plantea el psicólogo.