La voz de Marosa di Giorgio

“No develarás el misterio”, que acaba de publicar El Cuenco de Plata, recoge una serie de entrevistas a la uruguaya Marosa di Giorgio, juzgada por no pocos críticos la mejor voz poética en lengua española de las últimas décadas. Presentamos aquí una compilación de algunos destellos en esas distintas entrevistas.

 

—¿Cómo definiría su arte?

—Esto mío es una suerte de rosario, de himnario, que sale de lo hondo de la tierra, de lo hondo de los cielos, y lleva implícita y explícita, la Creación. Escondida y mostrada. O a la inversa.

(Sin mención de autor, “Opinar Libros”, Montevideo, 4/12/1980)

—Insisto: ¿son poemas o narraciones?

—Es una urdimbre leve como las telarañas (el argumento), caen las gemas, que no sé, terminan por comunicarse con los hilos, de modo que son lo mismo sin ser lo mismo.

(Wilfredo Penco, “Inagotable mundo del deslumbramiento”, Correo, Montevideo, 22/11/1981)

—En tu obra hay bodas perpetuas, flores de sexos abiertos, almendras de sexos erguidos. ¿Cómo explicas ese lugar preponderante e insólito de la sexualidad en tu obra?

—Yo no soy un ser para el sexo sino para el ensueño ardiente. En este ensueño se cumplen todas las bodas. Todo es cumplido en permanencia. Al fin todo es una boda.

—Tu obra es un continuo girar en torno a tu profundidad interior. ¿Qué hay en la realidad social de tu tiempo? ¿No te interesa?

—Me interesa. Yo también fui y soy una víctima del descalabro socio-económico que vive esta parte del mundo. Pero, la poeta es otro asunto. Las cosas visibles pasan. Las invisibles advienen continuamente.

(Sin mención de autor, Punto y coma, Montevideo, 11/11/1982).

—Uno siempre escribe sobre el paraíso perdido, ¿no?

—Sí. Yo creo que tuve una buena infancia, con su parte dolorosa como todo en la vida, pero en el recuerdo aquello echó rayos, ¿no?, como una estrella. Se ve que había implícito en todo eso una luz. De otro mundo, podría decir. Pero no es fantasía, es de verdad.

(Enrique Butti. “Conversación con Marosa di Giorgio, Nora Hall y Raquel Chaves”. El Litoral, Santa Fe, 15/7/2000).

—¿Cómo explicas el constante tema campestre en tu obra?

—Aunque nací en la ciudad, a los pocos días me llevaron al lugar donde vivían mis padres y mis abuelos, que era una granja en las proximidades de la ciudad de Salto. Soy descendiente de italianos, hija y nieta de italianos. En realidad, lo agreste comenzó en las montañas abruzas, en Toscana. Cuando abrí los ojos vi una arboleda. Y crecí. Hasta los trece años viví ahí, ése era mi mundo. Además, era un lugar muy solitario, muy escondido, muy sombrío, muy colmado de pájaros, de frutas, de gladiolos y de jazmines. Al ir a la escuela eso me seguía. Las otras chacras eran más claras, ésta era muy apartada. Ése era mi ambiente. Visto con naturalidad. Mi mundo era ése y, entonces, no me asombraba. Pero el asombro vino después en mi adolescencia, cuando empecé a escribir. Recuperé todo eso, pero como abrillantado y sombrío, también. Era erizante. Recuperé sombras, fantasmas, amenazas, miedos, que yo había pasado, pero que volvían de otro modo. Lo que tuve de niña fue lo más importante porque lo demás no me traspasó de ese modo ni me dio las cosas infinitas que me sigue dando aquello.

(Renée Scout, “Entrevista”, Discurso literario, University of New York, primavera 1986).

—¿Qué ocurrió cuando eras chica?

—Las dos cosas que me rodearon se me impusieron desde que aparecí en el mundo. Fueron, por un lado la naturaleza silvestre y libre de las chacras de Salto, y por el otro la Iglesia católica, presentada bajo un aspecto de increíble libertad también, ya que en mi casa todos eran católicos sin ataduras. Mi encantamiento con la Iglesia surge a través de mis lejanas visiones de las estampas, gracias a las cuales sufrí un verdadero hechizo con la Virgen María. A ella fue a quien le escribí mi primer poema bajo un limonero, mezclando los frutos, las flores, el aire libre y el sol, con la estampa blanca y azul de la Virgen.

(Mario Delgado Aparaín, Tercera orilla, Montevideo, 4/12/1988).

—¿Tu escritura está relacionada con un mundo sobrenatural?

—Algunos dicen: ¿La fauna y la flora de estos libros es el Uruguay? Y bueno, yo no miento; cuento lo que vi, cuento lo que oí: “Hay que ver lo que decía con su boca de fuego aquella rosa...”. Lo natural es sobrenatural. Todo es extraordinario. Imposible de creer. Y sin embargo, ahí está. Lo estamos viendo. O creemos estar viéndolo, pero siempre es una manera de verlo.

(Roberto Mascaró, “Con Marosa...”, El País, Montevideo, 30/7/1993).

—Aquí estamos, casi felices, esperando las palabras o la llegada del ser amado. Pero ¿existe la felicidad? ¿Qué es?

—Y... yo creo que es un espejismo, un tul brillante, una pared de turquesas. Cuando se va a alcanzar, ya está lejos. Pero, igual, queda algo... un resplandor.

(Eduardo Espina, El País, Montevideo, 18/12/1994).

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Acuarela de William Blake.

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“La huida”, de Remedios Varo.