Nadie te dice todo

Por Jorge Cohen (*)

“El Portador”, de Marcelo Scalona. Ediciones Homo Sapiens. Rosario, 2010.

Esta novela acaso sea la más alta en la producción del escritor argentino Marcelo Scalona. Razones no faltan: si bien es un policial negro -y del más duro- se separa a veces de la línea más clásica del género y da rienda suelta a otros registros, siempre a fondo, siempre al límite, con pasajes de erotismo desenfadado, de ensayo encubierto, y en algunos momentos traspasa la línea divisoria del realismo, pero nunca pierde lo esencial: la verosimiltud de la historia. Como el buen narrador que es, Scalona no cede a la tentación, ni una vez, de perder la confianza del lector en pos de su trama, pese a que el ritmo de su escritura es vertiginoso -y la violencia, que atrae y repele- y sólo se detiene cuando apela a las reflexiones de los protagonistas.

El texto, narrado en primera persona, tiene a Javier Pereda -también llamado Quimet, en memoria de su perro- como personaje central: es un abogado de 36 años, con un buen pasar económico gracias a su ex familia política y a su suegro, Vinuesa, con quien tiene una relación de padre e hijo que se confirma a lo largo de la novela, especialmente en su epílogo. Vinuesa es un médico de la alta sociedad porteña que le hace cirugías estéticas a los ricos y famosos, y por lo tanto, sus vínculos son ilimitados. Pereda atiende su estudio en Palermo Chico y maneja un auto BMW de última generación -nominado todo el tiempo como el BM- que lo llevará a recorrer la noche porteña, a huir por calles atestadas con cabriolas propias de Messi, a escapar a los tiros a contramano por la avenida Pueyrredón o a tener escenas de sexo en el asiento delantero con un chico -sí, un chico llamado Pamela-, o con una adolescente de 15 años, en una escena imperdible al final de la novela.

El nadie te dice todo que repite Pereda varias veces, parece retratar a varios personajes secundarios de la ficción y también a la propia estrategia narrativa de Scalona que abre cauces narrativos y los deja abiertos para cerrarlos en las páginas finales.

El quiebre de la trama se produce cuando Pereda decide defender a Furlet -el otro personaje saliente- y le promete sacarlo de la cárcel con gestiones privadas ante asesores de la Suprema Corte. Furlet no pasa de los 20 años, es feroz y comanda una banda de seis o siete delincuentes, que como él provienen de la pobreza extrema y de convivencias sociales cavernícolas; a él -tiene sida- es a quien llaman “el Portador”.

El abogado pasa de un minuto para el otro a integrarse al grupo y a participar de asaltos, extorsiones y asesinatos, a los que se suman grupos de desposeídos que responden a Furlet y que dejan a barrios enteros fuera de control.

La novela está ambientada en Buenos Aires y en Rosario, aunque también hay escenas -y este término no es casual porque El Portador tiene características cinematográficas- en otras ciudades santafesinas o entrerrianas, en Victoria, en Uruguay, en los Estados Unidos y en algún capítulo aparece la Santa María, de Onetti. Scalona hace otros homenajes, el más notorio a Soriano. Y también hay guiños al lector, cuando menciona a Isadora, una mujer equilibrista de circo, que en un juego intertextual recuerda a la Renata de una novela anterior del autor, “Enrarecido”.

Una frase final para resaltar la calidad de la edición de El Portador, de la tapa de Emiliano Juárez y del prólogo de Lilian Neuman.

(*) Periodista, escritor. Ha publicado los cuentos “Bajo los escombros” y la novela “El Barco”.

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