Golpes al cuerpo, patadas en el rostro y simulacros de ejecución.

Asaltos que rozan la muerte

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Cintia ingresó al hospital Cullen con traumatismo de cráneo severo. Los golpes le provocaron un coágulo en la cabeza. “Los médicos me dijeron que estuve en peligro de muerte”. Foto: Danilo Chiapello.

Un taxista fue golpeado y sometido a un simulacro de ejecución. Una jovencita recibió una paliza a manos de dos sujetos que le robaron su bicicleta.

 

Danilo Chiapello

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* Martes a la tarde. Cintia Mustafá (18) salió de su domicilio en barrio Liceo Norte. Iba a comprar pañales para su hijita.

La joven iba a bordo de una bicicleta y tenía como destino un comercio ubicada en el cruce de las avenidas Gorriti y Peñaloza.

Pero al llegar al sector donde tiempo atrás funcionó la terminal de ómnibus de la Línea 18 se le salió la cadena de su rodado. Obligada por el percance la muchacha detuvo su marcha, descendió y comenzó a intentar solucionar el inconveniente.

Estaba en eso cuando de repente escuchó la voz de alguien que le habló desde atrás. “¡Dame la bicicleta!”, fue la orden tajante. Su autor, un sujeto joven, no mayor a los 20 años. Estaba a cara descubierta

“La bicicleta no te la doy... porque no es mía”, fue lo único que se le ocurrió a la mujer a modo de respuesta.

Pero el diálogo se cortó de la peor manera cuando de repente apareció en escena un segundo individuo. El recién llegado de un empujón hizo caer a la muchacha.

Acto seguido ambos rufianes descargaron un demencial ataque de patadas contra la víctima que yacía en el suelo e indefensa. Los golpes en su mayoría hicieron blanco en el rostro y la cabeza, y en la parte superior del torso.

Los autores de la agresión se apoderaron de la bicicleta y escaparon a toda velocidad.

Fue una vecina que pasó por el lugar la que encontró a la chica casi semidesvanecida. No dudó y en un vehículo particular la trasladó hasta el hospital Cullen.

Los médicos que la recibieron le diagnosticaron traumatismo de cráneo severo. Una tomografía reveló además la peligrosa presencia de un coágulo en la región craneal.

“Me dejaron internada en observación. Yo quería dormir pero no me dejaban. Permanentemente me hacían cosas para que no me duerma. Los médicos tenían mucho miedo por el coágulo, el que por suerte “bajó’”, dijo hoy un poco más aliviada Cintia.

Para terminar la joven reflexionó con pesar. “Los que hicieron esto no tienen alma, no perdonan a nadie. Pienso que esto me ocurrió a mí, justo ese día que salí a hacer el mandado sola. Pero yo siempre ando con mi hijita. Eso me deja más miedo todavía”, sentenció.

Juegos de muerte

* Martes a la tarde. Raúl Pérez (43) se encuentra al mando de Chevrolet Corsa familiar. El coche está al servicio de la Sociedad Radiotaxi, bajo la licencia 489.

El nombrado circulaba por avenida Freyre y al llegar al cruce con Mendoza advierte que tres personas le hacen señas para que se detenga.

Los pasajeros eran un hombre, de unos 50 años, el que estaba acompañado por un muchacho, de unos 30 años, y una adolescente, de 14.

El más veterano ocupó el asiento del acompañante, al lado del conductor. Los demás se sentaron en el asiento de atrás.

Pidieron ser llevados hasta Moreno al 3900, barrio Roque Sáenz Peña. Hasta allí todo normal.

El desastre se declaró a poco de arribar al lugar, cuando el veterano sacó a relucir un arma de fuego y no hizo falta ninguna explicación más.

La situación pareció enloquecer al “pasajero” que iba sentado atrás. “¡Tirále..., tirále así se educa!”, comenzó a gritar fuera de sí. Mientras, la jovencita arengaba con expresiones similares. “¡A la cabeza!”, decía.

Entonces el “viejo” lanzó su juego de muerte.

Primero apoyó el cañón del arma contra el cuerpo del chofer y comenzó gatillar en falso. Primero a la pierna, segundos después al pecho. Terminó apuntándole a la cabeza. No hubo disparo alguno.

El dramático juego se interrumpió cuando el sujeto de atrás descargó un furibundo golpe en la cabeza del chofer. “No sé con qué me pegó. Si fue una trompada, o tenía una manopla”, recordó hoy Pérez.

Para terminar los malvivientes se llevaron la ticketera del coche, la recaudación del día y el teléfono celular de la víctima.

Por su parte el taxista debió ser llevado hasta el hospital público donde se le diagnosticó traumatismo de cráneo y escoriaciones.

“Esto tiene que terminar de una vez”, dijo Raúl en diálogo con este diario. “Todos los días nos pasa algo. Vivimos pensando cuál va a ser el próximo colega que va a caer en desgracia. Ya tenemos choferes baleados, golpeados, mutilados. ¿¡Qué están esperando las autoridades!?”, preguntó con lógico enojo.

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Raúl Pérez, el taxista. “Esto así no puede seguir. Todos los días nos enteramos de algún colega que fue asaltado. Alguien tiene que tomar una decisión para que podamos trabajar tranquilos”, dijo. Foto: Danilo Chiapello