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Vida y obra

Setiembre fue el mes que celebró a los artistas plásticos, y para el santafesino Roberto Favaretto Forner este año el festejo tuvo un sabor especial porque coincidió con 50 años de reconocida trayectoria.

TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. MAURICIO GARÍN.

A veces, cincuenta años de trabajo no caben en los homenajes y tampoco en una reseña. Es probable que los hechos acontecidos durante ese tiempo excedan la memoria de su protagonista y también la de quienes fueron testigos de las distintas etapas que se quieren reivindicar. Pero es seguro que no caben en una casa, por más que ésta cuente con varias habitaciones, planta baja, entrepiso y demás recovecos. Más todavía si se trata de cinco décadas consagradas al arte plástico en todas sus expresiones, incluso a la escultura de grandes piezas. Para Roberto Favaretto Forner -protagonista de estas líneas-, esta parte de su historia es “una satisfacción”, aunque admite que “antes me avergonzaba un poco haber pasado tanto tiempo con estas cosas”. Más que vergüenza, parece ser cierta incredulidad eso que trasunta de sus palabras.

Y esas “cosas” son grabados, pinturas, esculturas de todos los materiales posibles, forjadas en años de perfeccionamiento y de horas de trabajo en el que sus manos -como primera herramienta- dieron forma a la piedra, al mármol, al bronce... A la vez, éstos moldearon las marcas en sus manos. “Son manos de obrero, las suyas son de concertista”, le dice al fotógrafo cuando éste le pide que las coloque en primer plano para el último flash antes de iniciar la entrevista con Nosotros.

Las historias de vida pueden comenzar a ser relatadas por el principio o por el momento en que algún acontecimiento hace de bisagra, como los 50 años de trayectoria de un artista. En el caso de Favaretto Forner podría comenzar por los premios y reconocimientos recibidos -incluso el 23 de setiembre en la Legislatura santafesina- y por recibir a lo largo de estos años, o por un inventario de sus obras, o por las muestras y exposiciones individuales o colectivas ya realizadas y aquellas que lo mantendrán plenamente activo hasta fin de año. Él elige empezar por el principio: “vengo de una familia de obreros, no teníamos ni para comer, vivíamos con muchas dificultades”, recuerda de sus orígenes. “Mi padre había venido de Italia y tuve que estudiar de noche porque debía trabajar durante el día. Las becas me posibilitaron viajar”: primero fue la del Fondo Nacional de las Artes que le permitió permanece varios años en Buenos Aires y le facilitó el contacto con gente y actividades afines a su actividad. Luego, otra beca lo transportó a Bélgica y le posibilitó desarrollar su actividad en el Instituto Superior de Arquitectura y Bellas Artes. Después se incorporaron a su calendario Italia, Francia y España.

En su historia figuran también los años de trabajo al lado de Agustín Zapata Gollán, restaurando el material que se sumó a las ruinas de Santa Fe la Vieja, en Cayastá. “Fue una experiencia fantástica trabajar con historiadores, arqueólogos y antropólogos”. A la vez, ejercía la docencia en “lugares antagónicos: un colegio de monjas y, en forma paralela, en el Liceo Militar, en ambos casos durante 25 años enseñando Historia del Arte, Formación Estética” y materias afines.

CASA Y TALLER

De aquel entonces al momento actual pasaron por la vida del artista exposiciones, reconocimientos y proyectos. Y pasó mucha gente por la casa taller de Blas Parera 7673, donde mucho de su historia profesional y de su vida se cuela en sus obras y en cada habitación. Por allí pasaron alumnos de las escuelas del barrio, jóvenes estudiantes de carreras afines al arte y al diseño, hasta funcionarios ante los cuales formalizó la donación de 500 obras -que serán expuestas en el centro cultural en el que se convertirá La Redonda, en el Parque Federal-, y a quienes ofreció transformar el edificio en una biblioteca pública como la que no abundan, más allá del centro de la ciudad.

“Tuve la visita de dos ministras, la de Innovación y Cultura, y la de Educación, junto con el gobernador y les manifesté que quería formar una biblioteca acá. Accedieron, muy gentiles, muy amables, de manera que me están inventariando las obras porque quiero que algunas salas sean de exposiciones para que puedan venir las escuelas del barrio”, dice.

- ¿De qué trabajaba cuando era chico y tenía que hacerlo?

- Trabajé como obrero marmolero haciendo las placas para el cementerio. Empecé cortando mármoles y terminé haciendo esas mujeres tristes, los jesús, las vírgenes y los santos. Paso por el cementerio y veo esas cosas que se hacían varias décadas atrás que eran los pergaminos en bronce, con cruces y demás detalles; fue una experiencia muy linda porque me posibilitó aprender técnicas, sobre todo cuando era obrero y tenía que concretar si o si cada trabajo. Mientras trabajaba iba de noche a la escuela de Bellas Artes.

DOCENTE, DENTRO Y FUERA DEL AULA

Luego llegó la docencia, la participación en salones y exposiciones, y las distinciones que lo estimularon para seguir trabajando y para llegar a esta altura de su vida, con 50 años de actividad.

“Me crié en el barrio, fui a la escuela de enfrente -Nº 19 Juan de Garay- y los hijos de mis amigos, que son obreros, albañiles, carpinteros, me dicen: “¿me bancás a mi hijo que empezó arquitectura o diseño?, o alguna carrera afin a lo mío Y con mucho placer los atiendo, les facilito los libros a la buena de Dios porque no están inventariados. Algunos me los devuelven y otros no. Antes tenía chicos que viven cerca del Salado y querían aprender dibujo, y se fueron sumando: les daba un mate cocido y un sandwichito, pero llegó un momento en que me desbordó. Durante la inundación de 2003, albergué a unas 20 personas que dormían y comían en el taller. A la mañana había que levantar colchones, preparar las mesas y fue una satisfacción muy grande”.

Sigue su trabajo rodeado de gente; “es un grupo de chicos que son como ángeles: educados, gentiles, amables, muy responsables. Por otro lado estoy formando una asociación de amigos del taller con médicos jóvenes, ingenieros y otros profesionales con quienes hacemos un microconcierto para 40 ó 50 personas o compartimos una copa. Ellos se sienten bien y yo también. Mi experiencia de tantos años de docencia me dice que a los educandos hay que escucharlos. No tengo hijos pero me molesta cuando los padres no les brindan la atención que necesitan”.

AGENDA LLENA

Tras cinco décadas de trayectoria, lejos de dejar las herramientas a un lado, Favaretto Forner mantiene completa su agenda con exposiciones que hasta fin de año lo tendrán de protagonista en distintos lugares y salones, además de conferencias y charlas. “Tengo un pequeño taller a una cuadra del Abasto, en Buenos Aires, y estoy en contacto con la gente del barrio de Almagro que es puro tangueril porque a una cuadra está el Museo de Carlos Gardel. Me han pasado cosas insólitas, como exponer en el Abasto una muestra y que se hiciera una bailanta de tango sobre calle Corrientes proyectando en pantalla gigante mis obras. Parece algo de soberbia pero fue una cosa fascinante que en un sector tan tangueril se proyectaran mis obras y parte de la avenida se truncara para hacer esa bailanta”.

El momento actual lo encuentra con una buena “producción de dibujos, grabados, monumentos y bustos. Ojalá Dios me ayude para poder seguir con la misma predisposición que tengo en este momento”. Para ayudar a las ganas confiesa que camina todos los días unos 50 ó 60 cuadras, para seguir en forma.

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Buena parte de la historia profesional y personal del artista se cuela en las habitaciones de su casa-taller, en calle Blas Parera al 7600.

MATERIA PRIMA

- ¿Con qué material se siente más cómodo para trabajar?

- Con todos, estoy dibujando y pensando en cómo tallar un mármol. Estoy escribiendo algo y tengo ganas de pintar. Tengo una serie de telas que quiero empezar a hacer pero hay otras cosas también.

- ¿Qué material le resultó más difícil de “domar”?

- Estoy ávido en todo tipo de material: la piedra, el mármol, el bronce. Todos los materiales son carísimos y para quienes vivimos de un sueldo y tenemos que pagar todos los impuestos, nos resulta muy limitado. Voy a las chacaritas y talleres, y reciclo cosas, hay gente muy gentil que me facilita materiales; fragmentos de chapa y hierro que recupero, y otros elementos. Pero me encantaría hacer obras para fundir en bronce y en otros metales, y trabajar en acero, que es muy costoso.

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