De domingo a domingo

Entre los desatinos kirchneristas, los de Boudou y los twitters de la presidenta

Hugo E. Grimaldi

(DyN) -

Los archivos de los diarios siempre fueron implacables y ahora, con Internet a mano, no hay quien pueda resistir el peso de la verdad que surge de una búsqueda, a partir de un listado donde han quedado encomilladas para la posteridad las palabras de todo el mundo. Un simple gugleo demostrará en segundos, por ejemplo, el calibre de los improperios que han recibido durante las últimas semanas los integrantes de la Corte de parte del kirchnerismo, desde la presidenta de la Nación para abajo, incluido su esposo, los habituales ministros declarantes y los lenguaraces de ocasión, con insultos y descalificaciones personales hacia sus miembros y desconocimiento institucional de su función dentro del Estado.

¿Por qué revolver el pasado inmediato para sacar a la luz otra vez esos excesos?

Porque ha sido muy claro el giro de campana que hizo el diputado Néstor Kirchner, a quien los menos duros del oficialismo sindican como el mentor de las estrategias de confrontación con quien se le cruce, para ponerse la piel de oveja con relación al Tribunal Supremo.

Además, porque retorcer argumentos o manipular conceptos es un modus operandi del oficialismo que, como la mentira, invariablemente tiene patas cortas.

Durante la última semana, han sido varios los ejemplos por parte de integrantes del gobierno de bajar línea con expresiones altisonantes que se disparan como si fuesen verdades universales, las que luego, fatalmente, se vuelven en contra de sus autores o bien porque los archivos los desacomodan o porque los dichos no resisten el más mínimo análisis o porque resultan ser una grosería descomunal.

El recule de Kirchner

El caso más patético sucedió con la vilipendiada Corte Suprema de Justicia, lo que no deja de ser, como en otros casos que han sucedido durante estos días, una subestimación para quienes conocen del tema y además una falta de respeto para quienes no son especialistas o no tienen la suerte de entenderlos.

El recule de Kirchner ya había tenido principio cuando el martes el Tribunal Supremo dio a conocer el fallo sobre la Ley de Medios.

En el cambio de postura, el ex presidente jugó fuerte con la técnica de la manipulación, aun a costa de sonar a descolgado con los resultados del fallo. Los jueces dijeron “blanco” y como él dispuso que debía interpretarse “negro” para no dar la sensación de haber perdido una batalla, todas las voces oficiales copiaron el mismo razonamiento que no hacía al fondo de la cuestión: “la Corte le puso límites a las cautelares”, dijeron al unísono.

El caso es que los ministros señalaron de modo unánime que la ventanilla del Alto Tribunal no atendía amparos y que ese menester es propio de los tribunales inferiores, a quienes se le pidió que se dieran un tiempo “razonable” para fallar, ya que si la medida cautelar se mantiene en el tiempo es casi como haberse pronunciado a favor del presentante sobre el fondo de la cuestión.

Los jueces no se inmolaron

Del fallo surge claramente que hubo una valoración de la Corte hacia los jueces, como encargados que son de atender los reparos de los particulares a través de los llamados recursos de amparo, lo que contradice la tesis del gobierno de que se está en presencia de una Justicia que ellos llaman “cautelar”.

El razonamiento de Kirchner también fue acompañado por la queja de la presidenta, quien imputó a los jueces de pronunciarse siempre en contra del Estado, de “atarle” a éste “pies y manos” y de dejar al país “en manos de las corporaciones”, lo que indica que no se ha hecho una correcta valoración de los llamados recursos de amparo, es decir de la protección que tienen todos los ciudadanos y personas jurídicas ante los avances del Estado sobre los derechos que consagra la Constitución Nacional y no al revés.

También, inicialmente, el ex presidente quiso hacer creer que el fallo no había sido unánime: “Quiero rescatar que votaron 5 por un lado y 2 por el otro, que (el fallo) dice que está plenamente vigente la Ley de Medios, incluidos los artículos 41 y 161”.

En esta última afirmación, lo que Kirchner no dijo es que la Ley no rige completa no sólo para el Grupo Clarín, el presentante del amparo, sino que tampoco está en vigencia plena para todos aquellos que han conseguido otros o para los que lo intentarán de ahora en más. Con respecto a la primera parte, lo que el ex presidente calló fue que los siete miembros del Tribunal votaron “desestimando” el Recurso Extraordinario interpuesto por el gobierno, lo que habla bastante mal de los abogados y asesores que lo elaboraron, ya que no lograron demostrar la urgencia institucional que hubiera merecido un pedido para que la Corte se aparte de una doctrina bastante conocida.

Quizás, en su soberbia, los abogados creyeron que como la mayoría de los jueces habían sido nombrados por este gobierno, uno de sus logros evidentes, iban a inmolarse graciosamente votando lo que no debían votar.

De la noche a la mañana

En la voltereta que dio Kirchner, hay que consignar también que el acto que había sido convocado en inicio para repudiar en Río Gallegos a los miembros de la Corte por su insistencia en que se cumpla su fallo de reposición del ex procurador de Santa Cruz, se convirtió de la noche a la mañana en un encuentro de carmelitas descalzas para defender el federalismo y las autonomías provinciales.

En este cambio, tuvo mucho que ver la firme actitud de los gobernadores aliados, quienes se le pusieron de punta a Kirchner quizás como nunca antes y se negaron a jugar un rol de claque dirigida a defenestrar a uno de los tres poderes del Estado.

Por ese motivo, se inventó una suerte de repudio a los proyectos que presentó la oposición en el Congreso para intervenir la provincia. Desde lo político, hay que reparar que quien lideró esa línea de respeto institucional fue el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, quien saldó transitoriamente sus cuentas con Kirchner quizás con la amenaza de desdoblar las elecciones o de presentarse él mismo en el justicialismo como candidato a presidente de la Nación, siempre y cuando los peronistas federales le crean que él puede ser una prenda de unión y no un mero ejecutor de una jugarreta del ex presidente.

Casualmente, en la mañana del viernes, pero por la mañana, Kirchner había instado a todos los justicialistas a “la unidad” o sea a jugar la interna por dentro del partido. En este contexto, la gran sorpresa del acto santacruceño fue la mención que hizo el ex presidente sobre su voluntad de “volver a traer mi domicilio a Río Gallegos”, algo que tiene en principio una lectura ambigua sobre el futuro político de Néstor Kirchner, que algunos sitúan en la admisión de su caída de imagen, otros en cuestiones de salud y algunos más desconfiados en una táctica para serenar las aguas de la interna por un rato.

La interpretación que habría que hacer es que, en su modo tan particular de decir medias verdades, Kirchner usó esa frase para señalar que, por ahora, se bajaba de la presidencial, ya que la Constitución provincial lo habilita a cualquier cargo en la provincia sólo por haber nacido en ella, sin que importe en su caso el domicilio. En materia de declaraciones, quien se ha llevado las palmas de los agravios ha sido el ministro de Economía, Amado Boudou.

Quizás porque está montado en un discurso único que lo encorseta demasiado, Boudou ha utilizado con reprochable impunidad un desagradable dicho que dirigió hacia dos periodistas de Clarín y La Nación, a quienes acusó primero de comportarse como “FMI-adictos” y luego de ser como aquellos que “ayudaban a limpiar las cámaras de gas en el nazismo”.

La ofensa del funcionario hacia esta tragedia de la humanidad ha sido de tal gravedad que genera escalofríos que van más allá del análisis. Nadie había llegado tan lejos, ni siquiera Hebe de Bonafini con lo de los “turros” de la Corte. La actitud del ministro de ir a fondo contra los supuestos enemigos del gobierno está inscripta en la técnica de hablar con frases altisonantes para construir desde esa simpleza un discurso único, para después tratar de destruir a los que pretenden contradecirlas. Si se es escabroso o no o si se es riguroso o no, eso no parece lo más importante para ciertos funcionarios, aunque se pasen de la raya.

Pero además, hay toda una línea dentro del gobierno de mostrarse más “nestoristas que Néstor”, aun disparando esos conceptos tan infelices, como si hubiese que agradar de cualquier manera a Olivos para no quedar fuera de la carrera por alguna interna o por no perder las preferencias en la cúpula del poder. Si el enemigo es el Fondo y hay que criticarlo porque ésa es la política que fijan los Kirchner en sus discursos, no interesan los excesos ni las falacias.

La economista Débora Giorgi, hoy ministra de Industria, acaba de dar un ejemplo por suerte menos urticante que el de su compañero de Gabinete y acaba de expresar que “el FMI insiste en proponer recetas de ajuste que ya fracasaron en nuestro país”, cuando todo el mundo sabe que el Fondo no puede imponer nada, simplemente porque la Argentina no tiene un programa en vigencia, ni deuda que cancelar.

El diputado Kirchner sólo le había pedido al FMI que “no nos dé más lecciones”, pero la ministra se sintió compelida a mostrarse más papista que el Papa. En otro tema también de pelea constante de los Kirchner y Papel Prensa, otro funcionario del área económica, Roberto Feletti, seguramente desde un ángulo más ideológico, salió a redoblar la apuesta que suele hacer el matrimonio en relación a esta cuestión que los atraganta. Quizás confundiendo lo que significa el “interés público” que señala el proyecto de Ley sobre el papel para diarios con sus propios deseos, el viceministro acaba de reafirmar como una verdad revelada, que la fabricación, distribución y comercialización de ese insumo básico para los medios gráficos es un “servicio público”, al que demagógicamente agregó como un logro el Fútbol para Todos.

En la moda oficial de meter frases con gancho, los 140 caracteres de Twitter son un excelente aliado. El canciller Héctor Timerman, quien como ex periodista conoce como pocos el ABC de la comunicación, es un cultor calificado de esto que se llama “fijar la agenda” y de allí que hizo punta con la comunicación twittera, que ahora ha monopolizado con pasión la presidenta.

En este aspecto, el ejemplo que usó Cristina sobre el caso Shell ha sido además mal elegido, porque no responde a la lógica de los consumidores. “Otra medida cautelar, ahora para Shell. Para que pueda aumentar a gusto el precio de la nafta, que VOS (sic) pagás”, escribió en su Twitter la presidenta para culpabilizar una vez más a otro enemigo inveterado. Quizás ella ha olvidado ahora qué ocurría cuando manejaba su propio automóvil y se encontraba en la estación de servicio con un precio alto. Tal como hacen todos los argentinos dentro del sistema que, al menos en este rubro, se llama capitalismo, seguramente iba a hacer la cola a una YPF, Petrobras o Esso, sin que Guillermo Moreno se lo ordenara.