Entrevista a Roberto Lavagna

“Podríamos estar infinitamente mejor”

El ex ministro de Economía de Eduardo Duhalde y de Néstor Kirchner hasta 2005, y candidato presidencial en 2007, respalda al bonaerense para 2011 y asegura que el gobierno generó 3 millones de pobres.

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“Hay un deterioro institucional que importa en quienes toman decisiones de inversión”. Foto: El Litoral

Horacio Serafini y Mario Fiore

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CMI

—A un año de la presidencial, ¿cómo ve el país?

—Desde 2007, se dan circunstancias internacionales de excepción que parece durarán por lo menos una década. El gran desafío es aprovechar esa oportunidad inédita desde fines de la Segunda Guerra.

—La sociedad. ¿percibe que este fenómeno viene de afuera, o el gobierno logra capitalizarlo como propio?

—El gobierno intenta reescribir también el presente. Pero lo importante es hacerles entender a los ciudadanos, en términos políticos y antes de la elección, que esa gran oportunidad existe y que no la aprovechamos a pleno por errores de política interna. Podríamos estar infinitamente mejor, de haber continuado con ciertas políticas, que hay que retomar.

—¿Cuáles?

—Hay cuestiones institucionales que se han deteriorado. El ataque a la Corte, pero también los superpoderes, los decretos de necesidad y urgencia, el Consejo de la Magistratura, implican un deterioro institucional que importa en quienes toman decisiones de inversión.

También la política exterior, de influencia capital en la toma de decisiones de inversión y creación de empleo. La Argentina se ha alejado de sus socios estratégicos Brasil, Uruguay y Chile, y se ha pegoteado a Venezuela. Y, cada vez que hay un tema relacionado con nuestros socios estratégicos, se resuelve mal. El último, la extradición pedida por Chile.

Además, está la cuestión económica (ver recuadro) y el régimen federal. Desapareció. Los municipios son prisioneros del gobernador, y éste, del gobierno central. Requiere un replanteo muy urgente. Hoy todas las provincias tienen déficit, cuando entre 2003 y 2006 tuvimos superávit fiscal total.

Y todo esto tiene consecuencias sociales. En el peor momento de la crisis, se llegó a 18 millones de argentinos pobres. Entre ese momento y 2006, se logró sacar de esa situación a 8 millones. De haber continuado ese proceso, hoy estaríamos en 6 millones. Pero, en cambio, desde 2007 se han agregado entre 2,8 y 3 millones de pobres.

—¿Qué perspectiva electoral le ve al oficialismo?

—Que lo diga la gente. En nuestro país hay una casi permanente compulsión por los extremos. Hay que calmarse, tratar de discutir los temas de fondo y después se verá.

—¿Va a insistir como candidato presidencial?

—No lo tengo previsto. Mi tarea es tratar de “influir” en lo que se discute. Lamentablemente, la discusión política en la Argentina está muy deteriorada. Hagamos un esfuerzo por levantar un poco la discusión. Si no, nos degradamos también en el plano cultural. La culpable es la dirigencia toda, no el ciudadano común.

—¿A qué se debe esa mediocridad en la dirigencia argentina?

—Al exceso de cortoplacismo, a veces híper-exitista; otras, híper-pesimista. Así se justifican bandazos, una vez hacia la derecha, y a los pocos años, hacia una izquierda bastante trucha, pegoteados a una cosa llamada “Socialismo del siglo XXI”. Mientras, se siguen generando pobres.

—¿Ve algún sector o dirigente opositor con una visión de largo plazo?

—Démosle tiempo. A lo mejor, alguno lo hace...

—¿Y en el Peronismo Federal?

—Ese justicialismo tiene que asumir la tarea de una segunda renovación. Cuenta a favor haber sacado al país, con el esfuerzo de la sociedad y la colaboración del radicalismo, por cierto, de la crisis más grande desde 1890.

—¿Cuán creíble puede ser una renovación hecha por dirigentes con largas trayectorias, vinculados a las viejas prácticas políticas?

—Cuidado con esta idea tonta de los viejos y los jóvenes. En el gobierno se ha puesto de moda que tienen que ser jóvenes muy jóvenes. Yo creo en equipos mixtos. Lo hicimos con la reestructuración de la deuda.

Sobre la otra parte de la pregunta, usted tiene un dirigente en la cabeza (Duhalde). ¿Cómo es posible que hoy estemos preguntándonos eso, cuando en mayo de 2003 terminó su presidencia con 65 por ciento de aprobación? Desde 1983, nadie terminó con semejante aprobación. Lo de Kirchner es distinto, porque fue casi una reelección.

—Duhalde, ¿debería entonces encabezar esa renovación y postularse?

—Es su decisión. Parecería que lo será. Pero claramente lo veo así. Con todo lo respetables que puedan ser los otros nombres, ninguno alcanza su nivel de fogueo. Y aunque la situación que pueda darse a fines de 2011 será infinitamente mejor que la de 2001, se han generado factores de poder muy agresivos que habrá que poner en caja, sin caer en el extremo derechoso.

—El problema sería cómo revertir su fuerte imagen negativa...

—Depende mucho de los medios de comunicación, que tienen elegidos otros candidatos, más maleables. Ya es hora de que en la Argentina, ante una elección, los medios digan abiertamente a quién apoyan. Como lo hacen en Estados Unidos o en Brasil.

Desconfianza

Durante los últimos cinco años, incluido 2010, se habrán ido del país alrededor de 70.000 millones de dólares, dice Lavagna. “Se fueron por desconfianza, cuando deberían estar invertidos”. También atribuye a “errores” de política económica la inflación, que ubica en torno al 27 por ciento.

—¿Cómo se compatibiliza esta inflación con un dólar prácticamente quieto?

—El año próximo, con estas estimaciones, estamos en el uno a uno, en términos reales. Otro factor que hace a la inversión por un tipo de cambio tal no protege ni el trabajo ni la competitividad.

—¿Qué opina sobre el manejo gubernamental de la deuda?

—Hoy no es un problema para la Argentina. Hay muy pocos países con una deuda tan baja respecto de su Producto Bruto como tiene la Argentina. Y esto es consecuencia de la reestructuración excepcional de 2005 y el nivel de crecimiento que, si bien no es el que dice el gobierno, fue alto hasta parte de 2007. La Argentina no tiene que salir a tomar deuda. Pero, si seguimos con un proceso de fuga de capitales como el que hay, en algún momento habrá que salir.

Después, hay cosas que por mal manejo se han deteriorado. La deuda con el Club de París estaba en orden a fines de 2005, pero luego se desentendieron y ahora volvió a complicarse.

—El gobierno, ¿puede financiar el 82 por ciento móvil?

—Puede, si redefine el Presupuesto y las prioridades. Hay más de 40.000 millones de pesos en subsidios, algunos, por cierto, justificados.