El regalo para mamá

El regalo para mamá

Los fundamentalistas anticonsumo y anti días de... deben ante el día de la madre rendirse miserablemente. En este caso, han fracasado. Porque nadie puede sustraerse a la idea tan impuesta de agasajar en este día a la madre. Así que, lo siento, deberán pasar por caja. Dos cosas les voy a decir: una, no se metan con mi vieja. Y, dos, más vieja será tu hermana.

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

Antes, con unción y una amorosa anticipación, preparábamos en la escuela el regalo para mamá. Ahora también se hace lo mismo en las escuelas. Pero antes, en actividades prácticas o carpintería, se trabajaba en un regalo “especial”.

En mi caso, tuve maestros carpinteros que en vano intentaron torcer la límpida inutilidad de mis manos, tratando de que ellas, pobrecitas, aprendan a cortar madera con relativa dignidad, aprendan a lijar, a clavar, a pegar. Yo les agradezco profundamente incluso hoy su enorme vocación docente y hasta su obstinada ceguera: estas manos que ahora se deslizan sobre el teclado no tenían ninguna posibilidad de hacer una casita de madera porta caja de fósforos más o menos decente.

Pero lo intentamos: finalmente, bien mirada con ojos de madre (la mirada de madre es casi siempre una mirada mejoradora), se trataba de una casa de madera, con un techo a dos aguas y en el centro, un balconcito para contener una caja de fósforos pequeña.

El maestro carpintero nos enseñó a hacerles muescas con un clavo o alambre caliente, con lo cual, a espacios regulares, tenía un efecto de quemado que le daba realce a la obra de arte.

La casita que entregó este servidor era más bien chingada, la caja de fósforos entraba a duras penas y finalmente quedó como adorno en la cocina (otra concesión materna) para sostener las ramitas de olivo bendecidas que se traían desde la iglesia...

También ahora, los chicos traen dibujos, flores hechas con semillas, collares de fideos y otras pequeñas obras hechas y recibidas con amor.

Pero se ha generalizado la idea de regalar cosas. Hasta hace no mucho, esos regalos tendían a dotar a la madre de mayor tecnología para quehaceres domésticos, o sea, ratificar, encima con convencido cariño filial, la condición de esclava de la casa. Alguien que merecía hacer lo mismo, pero más rápido, para desocuparse y hacer otras cosas.

Tipos jodidos los hijos: antes tu vieja batía porque era la única forma de hacer progresar algunas recetas y como una forma de descanso y de suspensión de otras demandas directas. Y con la batidora nueva y una sonrisa le decías “movete mami, dejá de cancherear”.

Luego hubo una especie de rebelión y se generalizó la idea de regalar cosas que no tenían que ver con el hogar y los quehaceres y así mamá recibió ropa, zapatos y hasta viajes.

Ahora cunde la ondina falluta de “mamá relajate” y los hijos en connivencia con el padre, le regalan a mamá un día entero de spa, con masajes, sauna, tratamiento de belleza. El mensaje es terrible: mamá relajate un día y hacelo rápido y bien. Y más vale que vuelvas después con ganas a casa porque te espera un kilombo que requeriría de cientos de días de spa.

Buena parte de la culpa la tienen ustedes mismas, mamis, con ese modosito discurso de “ay, no me regalen nada che, que yo con un abrazo de ustedes ya tengo suficiente”. ¡Ja! ¡Minga!

Pero así son las cosas. Desde los entrañables e inútiles regalitos escolares hasta la despersonalizada forma de regalar dinero o un vale para que “se compre lo que quiera” (con lo cual delegamos hasta el esfuerzo personal de pensar un regale, aun con el condimento de pifiarla feo o regalar algo inútil nuevamente), desde los regalos que ratifican una anticuada división de género hasta los otros que conminan a mami a irse a los brazos de un masajista, de lo que se trata es de reconocer, al menos un día al año (y el resto jodete) que ella, mamá, es el ser más luminoso de nuestras vidas. Feliz día para todas, entonces, y termino acá. Estoy de regalo.