Contrapunto

Danilo Astori: “La mejor ley de medios es la que no existe”

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Danilo Astori, vicepresidente de Uruguay estuvo en nuestra cuidad invitado por la Universidad Nacional del Litoral, ocasión en la que esta casa de altos estudios le otorgó el grado de Profesor Honorario.

Foto: luis cetraro

Rogelio Alaniz

—Se sabe que Uruguay está rodeado por una suerte de “gigantes” que se llaman Argentina y Brasil, lo que lo obliga a una singular política exterior. ¿En qué consistiría esta estrategia en las actuales condiciones políticas-económicas de América Latina y del mundo?

—Desde el punto de vista político, trabajar por las mejores relaciones con nuestros vecinos. Desde el punto de vista económico, creemos en la apertura, y en una apertura que comience por la subregión. No es concebible un proyecto nacional de Uruguay si no es integrado con Brasil, la Argentina y también con Paraguay. El proyecto Mercosur para Uruguay es imprescindible, sólo que Uruguay defiende la tesis del regionalismo abierto; tesis por la cual el Mercosur no puede transformarse en la estación terminal en nuestra inserción internacional, sino más bien en una plataforma de lanzamiento hacia metas más ambiciosas, que incluyan el mundo en su conjunto.

—En el actual escenario de América de Sur, se están perfilando dos experiencias políticas, y ambas reclaman un signo progresista; por un lado, las del signo populista -Venezuela, Ecuador, Bolivia- y por otro lado la de un signo más institucionalista, racional, deliberativo que sería Uruguay, Chile y de alguna manera Brasil. ¿Aceptaría ese tipo de distinción o lo matizaría de otra manera?

—No puedo aceptarlo ni rechazarlo. No es una evasiva, pero como vicepresidente de Uruguay no me corresponde calificar políticamente a otras experiencias.

—Le estoy pidiendo una calificación teórica, académica si se quiere.

—Lo que sucede es que de la construcción teórica pasamos a la opinión política, y el límite es muy delgado. Sí creo en la experiencia que está llevando adelante Uruguay, que es una experiencia de izquierda -por los valores que profesa, por los objetivos que persigue, por la gran responsabilidad que ha asumido en el sentido de articular la prosperidad y el crecimiento con la justicia-, buscando equidad en la apertura de oportunidades para toda la población uruguaya y sobre la base de un gran apego institucional a la democracia, a la alternancia de los partidos en el poder. Yo creo que hay que respetar todos las experiencias, y por supuesto defender los valores superiores de la democracia, no como una herramienta, sino como un valor en sí mismo; ésa es una enseñanza que la izquierda ha tenido que aprender: la democracia no es una herramienta, es un valor a defender permanentemente.

—¿Cómo funcionan las relaciones políticas con la oposición blanca y colorada?

—En grandes líneas, bien, y mucho mejor que en períodos anteriores. A lo mejor, porque todos aprendimos. Nosotros, a ser gobierno, y ellos a ser oposición.

—¿Y las relaciones con otros factores de poder?

—En principio, nosotros creemos que estamos haciendo propuestas para toda la sociedad y no para algunos sectores. Cuando Uruguay define todo un sistema de reformas estructurales, de modernización institucional, de incentivos económicos, está de alguna manera proponiéndole un camino a los empresarios en el que les dice: este gobierno está dispuesto abrir espacios para ustedes, pero también está dispuesto a través de las reformas que se han hecho a pedirles a ustedes nuevos desafíos, por ejemplo que no sean meros dueños de empresas sino empresarios profesionales, que se capaciten, que tengan aptitud emprendedora, que arriesguen, que asuman riesgos, que no le reclamen al Estado cuando pierden y lo ignoren cuando ganan, y que tengan responsabilidad social.

—¿Y con los medios de comunicación?

—Personalmente, creo que una ley sobre contenidos de los medios es un peligro. No soy proclive a que haya una ley sobre contenidos de los medios, limitándolos, estableciendo restricciones, porque adhiero a que, desde este punto de vista, la mejor Ley de Medios es la que no existe.

—¿Y la relación con la base del Frente Amplio?

—Allí tenemos un problema, porque la originalidad del Frente Amplio fue una articulación entre los conceptos de coalición y movimiento. Coalición, en el sentido de acumulación entre sectores; movimiento, en el sentido de la existencia de frenteamplista no pertenecientes a ningún sector constitutivo, sino independientes. De modo que, en realidad, el resultado final del Frente Amplio era más que la suma de sus sectores; por eso, muchas veces decíamos el frente no suma, multiplica. Hoy, el Frente Amplio es mucho más una coalición que un movimiento, porque se fue achicando progresivamente el espacio para los llamados independientes.

—Lo escuché a Mujica decir que uno de los objetivos es insertar a Uruguay entre los países del primer mundo.

—Una consigna de la campaña fue: “Uruguay un país de primera”.

—Convengamos que no es una consigna habitual de la izquierda.

—Para la izquierda clásica, hablar de un país de primera era una consigna al menos sospechosa. Incluso en el pasado nosotros no valorábamos bien el concepto de prosperidad, de crecimiento; teníamos el enfoque ya no de un Uruguay productivo, sino de un Uruguay distributivo. Yo recuerdo discusiones en que la polémica versaba sobre un Uruguay productivo o un país de servicio, como si producir servicio no fuera producción.

—¿Y la relación campo e industria?

—Eso ya no se discute más. Ahora mucho más que hablar de agro hay que hablar de agroindustria. Prácticamente, no hay producciones agrícolas sin algún grado importante de valor agregado. Hoy, la ganadería uruguaya tiene un enorme valor agregado por la informática. En el Uruguay, no nace un ternero que no sea identificado desde su origen, y eso es valor agregado, le permite a la carne uruguaya ingresar a mercados muy exigentes y a precios muy altos.

—Con respecto a los juicios a los funcionarios de la dictadura militar, ¿cómo está planteado el problema?

—Se está elaborando una ley interpretativa que conduzca a dejar sin efecto la ley que se empleó para limitar el juzgamiento a los militares, a los policías y en general a quienes fueron violadores salvajes de los Derechos Humanos.

—Pero hay una votación de por medio.

—Dos veces el pueblo uruguayo se pronunció por lo que le consultaron en su momento. La primera vez 1989, por si había que derogar o no la Ley de Caducidad. El pueblo dijo no. La segunda vez fue junto a las elecciones, por las que Mujica y yo llegamos al gobierno 2009. Se le preguntó si se anulaba la Ley de Caducidad en el Parlamento y el pueblo dijo no. Lo que se está estudiando hoy es una alternativa diferente a las dos anteriores, que es una interpretación que está basada además en un pronunciamiento de nuestra Suprema Corte, que ya declaró a esta ley inconstitucional ante una demanda que presentó un ciudadano. De todas maneras, la inquietud que usted plantea es absolutamente válida. A mí, personalmente me pesa mucho; sé que a muchos compañeros y compañeras de mi partido les pesa igual, por eso se está estudiando muy finamente la disposición a llevar al Parlamento, para no ignorar la voluntad popular.

—Del bloqueo al río Uruguay por parte de piqueteros argentinos, ¿qué puede decirme?

—Creo que se arregló bien. Mujica ha hecho un aporte enorme para esto y los argentinos pusieron la enorme contribución de ser sensibles y receptivos a esta propuesta. Ojalá esto nos permita abordar otros temas. Yo estoy hace algo más de un día en Santa Fe y nadie me ha preguntado sobre otros puntos de la agenda que tenemos con la Argentina y que para mí son más importantes que Botnia. El tema de los canales y particularmente el dragado del canal Martín García, que para Uruguay es fundamental. Y cuando hablo de dragado no debería solamente incluir al Canal Martín García sino particularmente al río Uruguay, que necesitamos dragar para admitir el tránsito de buques que son esenciales para el proyecto logístico de Uruguay.

Hay que defender los valores superiores de la democracia. Es una enseñanza que la izquierda ha tenido que aprender: la democracia no es una herramienta, es un valor a defender permanentemente.

El Mercosur no puede transformarse en la estación terminal en nuestra inserción internacional, sino más bien en una plataforma de lanzamiento hacia metas más ambiciosas.