El difícil rol de suegro

El difícil rol de suegro

Siempre se ha magnificado el rol desgraciado de la suegra, como un ser casi malévolo, una especie de ogro o guardián que no sólo te hace complicado el acceso a la casa de su nena o su nene, sino que después continúa como fiscalizadora. Mientras que en el imaginario popular el suegro es un vago como nosotros, canchero y compinche. ¡Ahhhhhhh!

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

Tengo dos nenas de once y cinco años. La primera de ellas me presentó oportunamente a tomasalvarez -todo junto- a la tierna edad de cuatro añitos y me conminó a que lo saludara y sea amable con ese energúmeno con flequillo que me sonreía desfachatada y adorablemente. Ahora, en una edad más complicada, no me permitiría ninguna broma ni postulación popular de cualquier cosa que tenga que ver con los gustos de la mayor, y con los pudores propios -que los padres debemos respetar muy bien: no le hablé a mi vieja por mucho tiempo porque comentó risueña, cuando yo era chico, que me gustaba fulanita- de la preadolescencia.

La más chica, pispireta, ya nos ha informado con natural gracia que es novia de Emanuel, un compañerito de su sala, aunque probablemente él no esté enterado de la situación (igualmente, el padre -yo- ya hablará con el señor -Emanuel- y con sus padres para conocer sus verdaderas intenciones -las de Emanuel; las de mi hija de cinco años, ya las conozco: las peores-).

Mi hija es organizada. Emanuel no lo sabe, pero Chiarita ya lo dibujó en traje de novio junto a ella, felizmente casados y con dos hijas ya crecidas participando del evento. Las hijas de Emanuel y mi hija se llaman -les informo a todos- Amorcito y Laila, o algo así. Emanuel será suegro también, a su tiempo...

Y todo con la complaciente, comprensiva y embelesada mirada del padre, yo, el suegro, a quien la procesión (el éxodo jujeño o la peregrinación a Mailín son un poroto al lado de la movilización interior que tengo) le va por dentro, por arriba, por los costados, por todos lados...

Y he pensado en el rol del suegro. Ya te va a tocar, me decían los amigos con hijas más grandes, cuando debían soportar las bromas pesadas y desubicadas de todo el grupete. Y si bien son nenas adorables, nenas pequeñas, el tiempo hará lo suyo y serán mujeres, una especie de espada de Damocles que crece y pende sobre la cabeza del inminente suegro.

He visto también que se da una cruel forma de oposición o castigo en el sentido de que los tipos que han tenido algún tipo de vida agitada con el sexo opuesto -y que felizmente, no es mi caso-, los que la jerga popular identifica malamente como mujeriegos, reciben en sus vidas la gracia de tener hijas mujeres, que le harán luego pagar con creces los entuertos, equívocos y tropelías que hubieran cometido.

En la diferente caracterización de los suegros, aparece en primer plano el áspero, el que no transa con ninguna forma amable de cortesía con el tipo que entra a su casa, aunque venga de la mano de su hija, que además lo introduce, la muy traidora, al reino donde hasta hace un rato reinabas solito. Y ese macho debe ahora mostrar con una mirada, un imperceptible gruñido, un erizarse de pelos, que está dispuesto a defender su terruño y su manada con uñas y dientes. Y que el nuevo sepa que si quiere batalla, tendrá la madre o el padre de las batallas...

Después tenés en el otro extremo al canchero, el pasá hermano, ponete cómodo que no muerdo, quedate dormir acá en casa, qué te vas a ir ahora, querés un vermucito y otras bellezas por el estilo. Creo que la esencia no cambia, porque en el fondo también sufre y padece por la progresiva sustracción de la joya de la casa... Y, silbando bajito, nos vamos yendo; me voy, me voy... Tengo que hablar con un tal Emanuel...