Murió Emilio Eduardo Massera

Un símbolo de la dictadura

Fue uno de los ideólogos de la represión y tuvo a su cargo la Esma. Intentó incursionar en política. Beneficiado por el indulto, enfrentó después nuevos procesamientos.

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Massera, junto a Viola, Lami Dozo y el fiscal Strassera, durante el Juicio a las Juntas. Foto: Archivo El Litoral

De la redacción de El Litoral

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DPA/EFE/DyN

El ex almirante Emilio Massera, fallecido ayer en Buenos Aires a los 85 años, pasará a la historia argentina por ser uno de los principales ideólogos de la “guerra sucia” que dejó 30.000 desaparecidos en el país durante la última dictadura militar.

Conocido como “Comandante Cero” o “El Negro”, Massera integró, junto al teniente general Jorge Videla y al brigadier del aire Orlando Agosti, la Junta Militar que el 24 de marzo de 1976 derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón y gobernó a “sangre y fuego” durante siete años.

Entre sus tristemente célebres tareas en el gobierno de facto se le atribuye la organización de la mayor cárcel clandestina del país en la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), por la que pasaron unos 5.000 detenidos de forma ilegal, según los organismos de derechos humanos.

La Esma alojó a miles de secuestrados y fue escenario de torturas, nacimientos en cautiverio, la apropiación ilegal de aquellos bebés, asesinatos y los envíos de desaparecidos a los “vuelos de la muerte”.

Bajo su órbita, actuaron además los tristemente conocidos ex represores Alfredo Astiz, Adolfo Scilingo y Ricardo Miguel Cavallo, entre otros integrantes de la Marina.

Trayectoria

Massera había nacido el 19 de octubre de 1925 en la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos. Comenzó en 1942 su carrera en la Escuela Militar de la Armada y 32 años más tarde fue nombrado almirante de la Armada por el entonces presidente Juan Domingo Perón, que falleció ese mismo año.

Integró junto a Jorge Rafael Videla y Orlando Ramón Agosti la junta militar que ejecutó el golpe de Estado que el 24 de marzo de 1976 derrocó a María Estela Martínez de Perón.

Se convirtió en un símbolo del terrorismo de Estado y su intento por ingresar en la política al regreso de la democracia fue interrumpido por la Justicia.

Prontuario e historial

En 1985, fue condenado a reclusión perpetua en el histórico Juicio a las Juntas Militares por los delitos de torturas, asesinatos, privación ilegítima de la libertad y robo.

En 1990, recuperó la libertad beneficiado por los indultos decretos por el entonces presidente Carlos Menem (1989-1999). Pero en 1998, volvió a ser detenido en prisión preventiva por la jueza federal María Servini de Cubría, en el marco de las investigaciones por la sustracción ilegal de menores, un delito de lesa humanidad considerado imprescriptible.

Pero los problemas de salud lo dejaron años más tarde fuera del alcance de la Justicia. En 2002, sufrió un accidente cerebrovascular que lo dejó postrado y en 2005 los peritos declararon su incapacidad mental.

Las causas por delitos de lesa humanidad en su contra se suspendieron, aun cuando la Corte Suprema de Justicia confirmó este año la nulidad de los indultos que lo habían beneficiado décadas atrás.

En abril, fue hospitalizado nuevamente a causa de su deteriorado estado de salud. La semana pasada, sufrió un nuevo accidente cerebrovascular y, ayer, un paro cardiorrespiratorio le puso fin a su vida.

Condena

El 9 de diciembre de 1985, luego de casi nueve meses de audiencias, Massera tuvo condena en el Juicio a las Juntas: prisión perpetua, una pena algo más leve que el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla, quien recibió la reclusión perpetua. Hubo penas más bajas para Orlando Agosti, Roberto Viola y Armando Lambruschini, además de la absolución de Omar Graffigna, Leopoldo Galtieri, Jorge Anaya y Basilio Dozo, el resto de los ex comandantes de la dictadura bajo proceso.

 

A la tumba

Con su muerte, Massera se lleva a la tumba todas las causas por las que debía ser juzgado. La investigación por los robos de bebés -que aún no llegó a juicio-, el debate oral por la causa principal ESMA -que está en pleno trámite-, el expediente por la nulidad del indulto y también la causa por apropiación de bienes de desaparecidos por la que sí tendrán que dar explicaciones como acusados sus hijos. Es que las acciones de una sociedad que le fueron arrancadas a un empresario secuestrado por la dictadura aparecieron a nombre de Eduardo Enrique y Carlos Massera, hijos de Emilio Eduardo Massera y, a criterio del juez Sergio Torres, fue el ex almirante el jefe de la banda que se apropió de los bienes de sus víctimas.

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Soy responsable, pero no me siento culpable. No he venido a defenderme. Nadie tiene que defenderse por haber ganado una guerra justa, y la guerra contra el terrorismo subversivo fue una guerra justa. Sin embargo, yo estoy aquí procesado por haber ganado una guerra justa”.

Emilio Massera,

de su alegato leído durante el Juicio a las Juntas Militares.

El arte del escapismo

Massera fue el único de los ex comandantes de la primera junta militar que tuvo el raro privilegio de escapar de la cárcel y la Justicia, precisamente porque su estado mental no le permitía darse cuenta de lo que lo estaban acusando, según determinaron los médicos y los tribunales.

Ya mientras se encontraba condenado a prisión perpetua en el Juicio a las Juntas, un fotógrafo lo descubrió en el barrio Norte porteño, cuando lo habían llevado a un chequeo al Hospital Naval.

Aquella sentencia quedó en la nada en diciembre de 1990, cuando el entonces presidente Carlos Menem lo indultó junto al resto de los condenados y le devolvió la libertad.

En 1998, los tribunales volvieron a poner la mira sobre los pasos de Massera y los crímenes que no podían prescribir: fue imputado en causas puntuales de robos de niños nacidos en cautiverio, y también el megaexpediente que analizaba la planificación sistemática que operó desde la fuerzas militares para apoderarse de esas criaturas. Todavía no habían caído las leyes de Obediencia Debida y Punto Final (algo que ocurriría más tarde, en 2003, durante el gobierno de Néstor Kirchner).

Fue entonces cuando Massera fue descubierto otra vez in fraganti violando su arresto: con más de 70 años y los reclamos infructuosos de cárcel efectiva, el ex marino fue enviado a cumplir prisión domiciliaria a una quinta de El Talar de Pacheco, pero una foto de la revista Veintitrés lo retrató caminando por las afueras del predio.

En diciembre de 2002, el ex comandante entre 1976 y 1978 perdió su beneficio y fue remitido al sector VIP de la cárcel de Gendarmería Nacional, en Campo de Mayo, para seguir detenido. Pero al poco tiempo tuvo que ser llevado al Hospital Naval, donde quedó internado, primero, por un derrame cerebral y, más tarde, por sufrir un infarto.

En sucesivos informes, los forenses reportaban que Massera, con un marcapasos en el corazón, “no controla esfínteres”, “se babea por momentos” y “emite quejidos”, en el marco de un “trastorno psicoorgánico que trae aparejado un deterioro cognitivo global, crónico e irreversible”.

El año pasado, un tribunal de Roma comenzó a juzgarlo en ausencia por las desapariciones de los ciudadanos italianos Angela Aieta de Gullo -madre del ex dirigente de la JP y diputado Dante Gullo-, Giovanni Pegoraro y su hija Susana, en la Operación Cóndor, pero un informe médico determinó que el acusado no tenía las condiciones mentales para entender lo que ocurría.