El yo educador y la encrucijada existencial: una investigación de la Católica

Cómo el docente mira su propio acto de enseñar

De qué manera se relaciona con el saber fue uno de los ejes articuladores del trabajo. La investigación rescata el valor de lo experiencial en la práctica educativa. Y el valor cognoscitivo del encuentro con los alumnos.

Luciano Andreychuk

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El sentido más íntimo, existencial y experiencial del acto de educar -quizás la más noble y honorable de todas las actividades del hombre- y la relación del docente con el saber que transmite, fue el tema de una investigación realizada por docentes investigadores de la Universidad Católica de Santa Fe (UCSF). El trabajo -presentado días atrás en esa casa de estudios- asume un enfoque fenomenológico y rescata la voz de los propios educadores: se recogen los testimonios en profundidad de 12 docentes del nivel medio, sobre la base de categorías teóricas.

¿Hay una reafirmación del yo educador, esa otra cara de la “vocación” de enseñar que muestra el modo en que el docente vivencia su propia práctica y se reconoce en ella? ¿O una claudicación, un renunciamiento? ¿Como se filtran sus desencantos y angustias, las carencias de su profesión, las presiones, delante de sus alumnos? Éstos y otros interrogantes sirvieron de guía y horizonte problematizador del trabajo.

La investigación no pretendió establecer cuantificaciones ni generalizaciones, sino de categorizar algunos criterios culturales, epistemológicos, didácticos o psicológicos que permitan caracterizar cómo el docente significa su propia práctica de enseñanza y el para qué de su acción educativa. “Es decir, qué sentido le da a su “hacer docencia’, para descubrir si está presente o no su yo educador”, explicó a El Litoral María del Rosario Solhaune, directora del equipo de investigadores (Ver aparte).

Transmisión cultural

“Nos propusimos profundizar en el proceso de enseñanza en tanto proceso de transmisión cultural, pero como posibilidad de una transmisión viva. La transmisión cultural hoy está siendo cuestionada, hay ciertos prejuicios sobre este proceso. También notábamos un debilitamiento de la capacidad de propuesta en los docentes (de los adultos en general), como si ellos percibieran a la transmisión cultural como un disvalor”, explicó la investigadora.

“Planteábamos que para que se favorezca una transmisión cultural, no como una estructura que llega impuesta sino como algo vivo y dinámico, es necesario que el yo educador esté presente. Posicionado en relación con el saber que va a transmitir, vivo en el sentido de su experiencia”, resaltó.

¿Adónde está ese yo educador en el proceso de transmisión cultural? “Ésta era la pregunta existencial que había que recoger de los propios docentes. Porque, ¿adónde miramos nuestro yo educador? ¿En los tratados de pedagogía? No. En la propia experiencia docente, vivencial-experiencial, en cómo el docente vive la docencia como práctica y rutina”, dijo Solhaune.

Lo experiencial en la docencia

El trabajo investigativo propuso algunas líneas de exploración y reflexión, “como por ejemplo la idea del conocimiento vivido como acontecimiento, no sólo como categorización sino como percepción de algo que sucede y que nos puede modificar”. En este sentido, para la investigadora “es interesante empezar a poner la atención en el valor cognoscitivo del encuentro con los alumnos”, y en cómo lo significa el docente y lo asimila a su práctica.

El trabajo también propone ahondar en la relación entre conocimiento y experiencia, desde una perspectiva fenomenológica. “Cómo los docentes vivencian sus propias prácticas se observa en los testimonios de las entrevistas: por ejemplo, cuánto planifican sus clases y cuánto dejan librado a la improvisación. Además preguntamos sobre el encuentro con sus alumnos, en qué los cuestionan ellos. Lo cierto es que muchas veces el docente vive muy solo su práctica docente: tiene la didáctica, la psicología, la pedagogía, pero en el núcleo está el sentido que tiene enseñar, en la experiencia”, cerró.