La mutación del garrote

Arturo Pedro Lomello

A nadie se le ocurriría, en la actualidad, iniciar una guerra con un ejército armado con lanzas y garrotes. La tecnología ha perfeccionado los armamentos a tal punto que cualquier combate librado con la utilización de la energía nuclear combinado con la computadora significaría el fin de la humanidad.

Cuesta admitir el grado de locura que exhibimos los hombres. Las armas nacieron para defenderse y atacar por ese afán de preponderancia y dominio que tenemos los humanos, porque en un principio también fueron utilizadas para una actividad indispensable: la caza. Ocurrió que con el andar de los tiempos primó el instinto bélico y actualmente existen pobladísimos arsenales que constituyen una amenaza para la humanidad, que como es sabido ha representado la inversión de miles de millones de dólares mal utilizados, ya que allí está el rostro implorante de millones de hambrientos, el problema de las carencias educativas que podría ser solucionado fácilmente con el monto de tales inversiones.

En la modernidad, se habla mucho de la evolución. Teniendo en cuenta lo que estamos comentando, ¿no resulta absurdo siquiera decirlo? ¿Cambiar el garrote por la bomba atómica es un signo de progreso? ¿Eran más trogloditas los hombres primitivos que nosotros? No creo, ellos daban la cara. Cierto que en otro orden de cosas se ha adelantado mucho pero no en el amor, una de las palabras más sobadas del lenguaje pero sólo ocasionalmente llevada a los hechos comunitarios. Ahora, el garrote no sirve ni para la guerra ni para defenderse, pero ha sufrido una conversión, se ha transformado en la bomba atómica y está escondido en los arsenales amenazándonos implacablemente mientras continuamos siendo cavernícolas que ya no miran de frente, disfrazados de civilizados.