Al otro lado del río

La discusión por el Presupuesto Nacional 2011 fue tensa entre los diputados uruguayos. Como corresponde en cualquier democracia que funcione como tal, oficialistas y opositores defendieron sus argumentos con firmeza. Tanto fue así que, cuando por fin lograron aprobar la denominada “ley de leyes”, apenas faltaban diez minutos para que venciera el plazo que establece la Constitución para el vencimiento del Presupuesto anterior.

Pero a pesar de la vehemencia con que cada uno había defendido su postura, la sesión culminó con un cerrado aplauso del que todos participaron. Más aún, oficialistas y opositores se fueron acercando hasta el estrado de la presidenta de la Cámara, Ivonne Passada, para saludarla y felicitarla por la forma en que había conducido el debate.

El gobierno de José Pepe Mujica ya contaba con un presupuesto para el año que viene, y los legisladores nacionales habían dado muestras de civilidad y madurez cívica.

Este relato no pertenece al mundo de la ciencia ficción. Todo lo contrario. Es tan real y tan cercano, que sucedió cruzando el Río de la Plata.

Mientras tanto, del otro lado del río, la situación es muy diferente. En la Argentina, el frustrado debate por el Presupuesto 2011 sacó a relucir, una vez más, las posturas irreconciliables que llevan al país a vivir “partido en dos”, tal como lo describiera Mujica en un acto de honestidad que le costó algún dolor de cabeza. Es que, en política, decir crudamente la verdad no siempre es lo más aconsejable.

En la Argentina, el oficialismo se obstina en que el proyecto de Presupuesto sea aprobado tal como lo idearon desde el gobierno, a pesar de que establece pautas inflacionarias irreales y deja abierta la posibilidad de que el Ejecutivo cuente con decenas de millones de pesos de libre disponibilidad. Se sabe que, con una inflación superior al 20% y con posibilidades de seguir creciendo, la recaudación aumentará durante 2011 a mayores niveles que los pautados.

Hasta cachetadas hubo en un Congreso, en el que diputados opositores dejaron abierta la posibilidad de que una nueva “Banelco” hubiera circulado por lo bajo pero, cuando debieron brindar detalles de sus denuncias, terminaron reconociendo que no se habían producido situaciones que configuren delito penal alguno.

La sensación de bochorno por lo que viene sucediendo se extiende tanto sobre el oficialismo, como sobre un sector de la oposición.

La muerte de Néstor Kirchner produjo, al menos por algunas horas, una imagen ilusoria de un país diferente. Muchos pensaron que produciría una suerte de tregua entre la dirigencia política. Sin embargo, parece que nada ha cambiado.

Tanto fue así, que algunos dirigentes de la oposición se vieron impedidos de acercarse al velatorio del ex presidente. Ni siquiera la muerte alcanzó para acercar posiciones y plantear un escenario de diálogo y cordura.

Se podría reprochar a gran parte de la oposición por la persistencia de este clima de confrontación. Sin embargo, queda claro que desde el gobierno no mentían cuando decían que nada cambiaría en el estilo del kirchnerismo.