Mesa de café

Despidiendo el año

MESADECAFE.tif

Remo Erdosain

La mesa está en la vereda protegida del sol por un toldo. No es la única, pero es la más bulliciosa porque los muchachos disfrutan con los brindis y las despedidas. No deben ser más de las siete de la tarde pero en la mesa sobran los vasos de lisos vacíos; no por mucho tiempo, porque Quito acaba de servir otra vuelta. José se queja por los rigores a los que ha sometido a su hígado en los últimos días; Abel no dice nada pero en la mesa -al lado del llavero- hay unos sobres de té digestivos. Marcial me pregunta por el número de teléfono de un médico que hace milagros; se lo doy pero le advierto que al turno lo tiene que pedir con anticipación. Las fiestas de fin de año son inevitables y exageradas por definición.

—No hay caso -dice José- los argentinos nos quejamos, pero los problemas de salud más serios que tenemos provienen del exceso de comida.

—Habría que preguntar si piensan lo mismo quienes están tomando las tierras en la ciudad de Buenos Aires - dice Abel.

—A juzgar por lo que veo -acota Marcial-, además de tomar tierras se toman unos buenos porrones; las panzas que exhiben están muy lejos de la imagen clásica del hambriento.

—Esa gordura proviene de la mala alimentación digo.

—Proviene de las comilonas, de las tallarinadas y los asados que se mandan replica Marcial.

—El mundo está loco tercia Abel- los pobres están gordos y los ricos están flacos.

—Es que con una dieta de lomito y caviar es muy difícil engordar -insiste Marcial-. —De lo que hay que hacerse cargo es que el hambre no existe en la Argentina; existe la pobreza que no es lo mismo y sobre la cual este gobierno nacional y popular lo único que ha hecho con los pobres es asegurarles que nunca van a dejar de ser pobres.

—No seas injusto replica José que salta como leche hervida- hemos hecho lo posible y más de lo posible. Te imaginás qué hubiera sido de los pobres si el gobierno hubiera estado en manos de De la Rúa, Reutemann o Macri.

—Agregaría a Duhalde en la lista -digo- que acaba de anunciar su candidatura.

—Acompañado del tren fantasma -replica José-. Porque de qué otra manera merece calificarse a un acto que cuenta con la presencia de Barrionuevo, Cecilia Pando, Ramón Puerta, Miguel Angel Toma y la campeona mundial de boxeo, Graciela Camaño, todo ello amenizado con los afinados bombos del Tula.

—Con esos candidatos -dice José, mientras le hace señas a Quito para que repita otra vuelta de lisos- tenemos Cristina hasta el 2020.

—Dios me libre y me guarde exclama Marcial y hace como que se persigna.

—¿Y qué me cuentan de lo que pasa en nuestra provincia -dice José-, se llenan la boca hablando del autoritarismo de Cristina, de la manipulación que hace de las reglas de juego y el gobernador de la provincia aprueba una Ley Electoral sacada de la galera para favorecer a su candidato que cada vez se parece más a un fantasma porque todos saben que existe pero nadie lo ve?

—No creo que sea así digo- lo que ha hecho Binner es vetar un acuerdo que hubo entre quienes propusieron una Ley que supuestamente debía aplicarse para las elecciones generales y no para las internas.

—Lo que vale para un sistema electoral vale para otro sentencia Marcial.

—Se supone que la palabra de honor existe -dice Abel.

—Que yo sepa -dice Marcial- la política no se rige por la palabra de honor, se rige por otras consideraciones.

—No es tan así -dice Abel- los acuerdos políticos se hacen respetando la palabra; arreglados estaríamos si para cada acuerdo hay que llamar a un escribano y dos o tres testigos.

—¿Y se puede saber qué acuerdo violaron los socialistas? -pregunta José.

—Un acuerdo que decía que la Ley se aplicaba para las elecciones generales y no para las internas -responde Abel compungido.

—Jódanse por sacar leyes electorales cerca de una elección -contesta José-. Yo creía que con la Ley de Lemas ya habían aprendido. Es para morirse de risa, nosotros los kirchneristas siempre nos opusimos a ese mamarracho y ahora resulta que los principales perjudicados son los que contribuyeron a armar el mamarracho.

Abel baja la cabeza y hace silencio. El que retoma la palabra es Marcial:

—Yo creo que los radicales en estos temas son incorregibles. Como dice José, ya hicieron algo parecido con la Ley de Lemas hace veinte años. Es una afición compulsiva que tienen, cambiar las leyes electorales antes de los comicios para ser luego los principales perjudicados por el cambio.

—Eso no le quita -dice Abel, que después de tomar un trago de cerveza ha recuperado el habla- que Binner jugó sucio y que detrás de esa cara de mormón hay un temible tahúr. No de otra manera merece ser calificado un gobernador que para favorecer a su pollo -que no puede pasar por Las Parejas porque se lo comen crudo por el desastre que fue su gestión municipal- no ha vacilado en aliarse con el reutemanismo y el obeidismo.

—Los buenos tiempos incluyen algunos chaparrones -sentencia Marcial.

—Convengamos que Binner no se puede hacer cargo de las boludeces que hacen los radicales y que a nadie se lo puede acusar de hacer un gol cuando le dejan la pelota servida.

—Yo no sé nada de fútbol -digo- pero sé de medios de comunicación y lo poco que sé me permite decir que ese proyecto de un canal y una radio para toda la provincia manejado por el Estado es un disparate.

—A mí me parece correcto -dice Abel- no está mal que el poder público disponga de un medio de comunicación propio para que la información que importe no esté en manos de los privados.

—¿Y se puede saber quién va a escuchar ese mamotreto aburrido y pesado financiado con la plata de los contribuyentes? -pregunta Marcial.

—Yo quisiera saber -dice José- quiénes lo van a manejar, porque si esto va estar en manos del gobernador y su amigo Galassi, desde ya me opongo.

—La que va a decidir sobre este punto será la Legislatura -digo.

—No estoy tan seguro -contesta Marcial- este gobierno en materia de medios de comunicación me parece que no está muy limpio.

—¿Por qué decís eso? -pregunta Abel.

—No lo digo, lo pregunto -responde Marcial- quisiera saber, por ejemplo, cómo se distribuye la publicidad oficial.

—Si se tratara de los peronistas ya nos hubieran puesto a la parrilla -enfatiza José.

-No hablen -dice Abel- que ustedes con “6,7, 8” rebasaron la copa.

—Pero nosotros lo hacemos para defender políticamente a nuestro gobierno. En cambio no sé cuáles son las motivaciones de los otros.

—No comparto -digo.