Llegan cartas

Ser docente periférico

Jesica Bagnasco.

DNI. 25.781.708.

Señores directores: Para quienes nos dedicamos a esto, quienes nos preparamos para trabajar con determinadas realidades (bah, uno nunca se encuentra realmente preparado para ciertas vivencias) al llegar a nuestra rutina de trabajo, abordamos ese inmenso mundo, tan grande pero tan pequeño llamado aula, y nos convertimos con los elementos que tenemos en la profesión más parecida a la magia, en donde cada recurso que encontremos, que nos ofrezcan o que nos presten se utiliza de forma tal que nuestros niños puedan aprehenderlo para ellos. Nos acostumbramos pero no nos resignamos, a ver esos rostros de tristeza, de dolor, ante las más duras realidades incomprensibles desde cualquier óptica, desde cualquier valoración de la razón humana.

Esperamos a que hijos, sobrinos y nietos se despojen de ropas, útiles y calzados para llevar a aquellos pies descalzos o cuerpitos sin abrigo en invierno, para que los lápices no jueguen sueltos en una mochila o simplemente para que tengan una variedad de colores y no sólo el “negro y marrón” para colorear su cuadernito.

¿Qué decir de cumpleaños, salidas y festejos? Si más de una vez nos ocurre tener esa sensación de que ningún dinero puede reemplazar esa alegría, ese deseo desde lo más profundo del alma de poder concurrir, de poder participar. Cariño y dinero no van de la mano en escuelas vulnerables, porque lo que nuestros chicos necesitan no siempre se adquiere con dinero.

Descubrimos cada historia particular de vida, cada deseo, cada penuria, cada esfuerzo, cada injusticia, cada principio, en ese “hola seño” que con solo oírlo sabemos de quién se trata. Compartimos y acompañamos enfermedades, fallecimientos, nacimientos... en fin, ser docente periférico es un poco más que impartir conocimientos... es ser parte de la vida del otro, es comprender y contener una historia de vida que no resulta tan común en otros contextos, en donde conocimientos, competencias, valores, principios, destrezas forman parte de un mismo entramado...

Este año tuvimos la desgracia de pasar por momentos nada gratos por los asaltos. Pareciera que estamos viviendo en una sociedad de tinieblas. Uno trata de avanzar lo más serenamente posible por un camino angosto llamado tolerancia, solidaridad y contención. Soy una de las docentes periféricas por opción... hoy me doy cuenta de que es así, porque amo lo que hago y coloco toda mi voluntad, esfuerzo y sacrificio para lograr que esta utopía que puede no lograrse, pero que siempre esté lo más cercano a su realización.

Sólo me resta pedir a toda la sociedad que cuidemos a nuestros maestros, desde el lugar que nos encontremos: como padres, vecinos, colegas. Creer en la educación es uno de los valores más nobles que existen; así lo decían nuestros antepasados. Confiemos, conversemos, apoyemos a los maestros... no como ideales superiores, sino como esa mano amiga que acompaña y contiene... yo no los voy a soltar... ya no puedo...