Sanar las heridas y ponerse de pie

Dos jóvenes de nuestra ciudad -uno en libertad condicional- participaron de un encuentro nacional de la Pastoral Penitenciaria. La experiencia les permitió conocer personas y comprometerse más con el trabajo que están haciendo en la Panificadora Furman.

TEXTO. revista nosotros. FOTOS. GENTILEZA PASTORAL PENITENCIARIA.

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La Panificadora Sara Furman permite a los jóvenes aprender el oficio de panadero.

“Me siento útil en la Furman porque puedo aprender, trabajar y, a la vez, enseñar a otros chicos sobre lo que se hace en una panadería. Es algo que nunca había experimentado y estoy muy agradecido porque me dieron esta posibilidad para seguir”, contó Sebastián, uno de los siete jóvenes que trabaja en la Panificadora Sara Furman, ubicada en el barrio Roma de nuestra ciudad.

El joven -de 28 años- tiene bien claro qué quiere: rehacer su vida después de haber cumplido una pena de 7 años y medio en la cárcel de Las Flores. Por eso, desde abril del año pasado, cuando reabrió la Furman, comenzó a capacitarse para aprender un oficio.

Sebastián -junto a José, quien también aprende el oficio de panadero- tuvo la oportunidad de viajar a Chapadmalal para participar del 16º Encuentro Nacional de Pastoral Penitenciaria, realizado el año pasado, que tenía como lema “Tú eres valioso, yo nunca me olvido de ti”.

Sabe que el trabajo será lo que lo ayudará para salir adelante, ya que “cuando uno está capacitado tiene posibilidades; así que se puede conseguir un trabajo, es difícil pero no imposible”, opinó, y aprendió que “tenés que estar continuamente en un trabajo, haciendo changas o algo, porque si te quedás parado y no hacés nada empiezan los problemas”.

Del encuentro -organizado por la Diócesis de Mar del Plata de la Pastoral Penitenciaria- participaron más de 600 actores vinculados a la misión en las cárceles de nuestro país, como los obispos responsables de la Comisión Episcopal de Pastoral Penitenciaria, 30 sacerdotes, personas privadas de la libertad, miembros del Servicio Penitenciario Federal y de distintas provincias y voluntarios de la Pastoral de todos los puntos del país.

Actualmente, Sebastián está en libertad condicional pero conoció a los voluntarios de la Pastoral Penitenciaria en la cárcel, “cuando estaba mal anímicamente; ellos me escucharon y me hicieron compartir la palabra del Evangelio mientras nos tomábamos unos mates y conversábamos. Me ayudaron para salir un poco de ahí. Estoy muy agradecido a esta gente”.

SOCIABLE INTERCAMBIO

Sebastián -quien vivía en el barrio La Ranita, al norte de nuestra ciudad, junto a su mamá y sus hermanos, y desde hace unos meses está en la Casa de Preegreso, adonde tiene las salidas laborales- admitió que haber participado de este encuentro “fue una experiencia nueva, espectacular. Me invitaron y aproveché para ir porque nunca había ido a otro lugar. Esto me permitió conocer gente de distintos lugares, de todas las provincias. Cada uno hablaba de lo que le había pasado, en qué trabajaba para ayudar al prójimo, como penales o los hospitales, y ese tipo de lugares”.

“Era gente muy buena onda -destacó- y pude hablar con otras personas que no conocía, y eran muy sociables. Me sorprendió porque no esperaba que fueran tan así; pensé que iba a ser más cerrada. Mucha gente había ido con su familia. Era muy buena”.

Por su parte, Fernanda Olivo, la terapista ocupacional que coordina el proyecto Furman por la Pastoral Penitenciaria, a través del Ministerio de Desarrollo Social, explicó que dos de los siete chicos de la Furman viajaron a este encuentro.

“Eran chicos que no habían participado de un viaje ni de este tipo de actividades. Se integraron muy bien y en el evento había otros chicos que estaban presos. Fue muy lindo lo que se compartió; se sintieron incluidos y no diferentes al resto. Conocieron otras personas y lugares, y vieron que hay otras opciones para elegir, además de la delincuencia. Los chicos están comprometidos con este proyecto y el trabajo y con cambiar sus vidas”, comentó.

Cabe mencionar que el encuentro pretendió volver a las fuentes para renovar el compromiso y esperanza en tiempos difíciles, poniendo la atención en quienes viven en las cárceles y en valorizar la presencia de la Iglesia en ese ámbito, que asume con decisión renovada la opción preferencial por los pobres, siguiendo el ejemplo y la palabra de Cristo.

Durante los días de actividades se organizaron reflexiones sobre el trabajo en el clima penitencial y la reconciliación, entre otros; y momentos de intercambio grupal, donde los asistentes tuvieron el espacio para compartir sus experiencias particulares.

VIENTOS DE ESPERANZA

Sebastián prefirió no hablar de su pasado, ya que apuesta al futuro -termina su libertad condicional en algunos meses-, y sólo explicó respecto del motivo por el cual ingresó a Las Flores que “es algo que sólo Dios puede entender, ya que sólo Él es justo para juzgar y condenar. Sinceramente estoy tranquilo con Dios porque sé que es algo que no hice. Mi familia me conoce y sabe que fue realmente algo que no hice. Solamente Dios sabe y sabrá juzgar”.

Insistió en agradecer “estar trabajando y capacitándome para conseguir otro trabajo también, dándole lugar a otros chicos que quieran aprender este oficio. Trabajo en la Furman desde que se reabrió, en abril del año pasado. Es una buena posibilidad, pero igual estoy buscando un trabajo para darle lugar a otros chicos que puedan capacitarse. Nos dan capacitación y una beca de 500 pesos, todos los meses, pero también podemos llevar a casa un poco de pan”.

Y agregó: “Estoy aprendiendo día a día cosas nuevas en panadería, ya que no sabía nada de esto antes. Ahora tenemos un maestro panadero nuevo (Andrés Revelli) que nos está enseñando cosas diferentes. Al principio empezamos con el pan pero ahora que está el maestro aprendimos a hacer facturas, roscas, prepizas, fugazas, tortas, productos dulces y salados”.

COMPROMISO Y VOLUNTAD

Sebastián también está orgulloso y se siente útil porque enseña lo que un día aprendió. “A la tarde estoy trabajando con chicos de 13 a 17 años, quienes también aprenden panadería. Hay dos grupos, los lunes y jueves. Son chicos de distintos barrios de la ciudad”, contó.

Al respecto, Fernanda Olivo -quien trabaja con el grupo actividades para generar hábitos, y adquirir compromisos y responsabilidades, entre otras- explicó que “Sebastián -quien mejor aprendió panadería y aprovechó esta experiencia- empezó a ser capacitador del turno tarde. Concurren chicos (adolescentes) de distintos barrios, que serán el recurso humano que a futuro trabajará en la Furman. Son chicos en situación de calle y vulnerabilidad social o en conflicto con la ley por problemas familiares o por consumo de sustancias. Son derivados por el Refugio, Desarrollo Social o la Dirección de Justicia Penal Juvenil”.

Por último, antes de regresar a su tarea cotidiana, Sebastián quiso dejar un mensaje: “Con Dios todo se puede; no es fácil conseguir un trabajo pero tampoco imposible. Tengo necesidades de trabajar y espero que me empleen en algún lugar. Dejé mi currículum en algunas panaderías pero también estoy atento a otros trabajos porque a la tarde hago changas de albañilería y otras cosas. Mi mamá no trabaja pero mis hermanos sí y yo veo que les entra una desesperación cuando no tienen trabajo. Yo no tengo chicos pero hay muchos que tienen y el hecho de no tener trabajo los lleva a hacer cosas otra vez”.

José también

José fue otro de los jóvenes que participó en este encuentro nacional organizado por la Pastoral Penitenciaria en representación de la Panificadora Sara Furman de Santa Fe.

Su caso es distinto al de Sebastián: no tuvo problemas con la ley sino que participa del Programa Volver a la Escuela, impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social, vigente desde 2003.

Los profesionales a cargo de esta iniciativa -que apunta a reinsertar a chicos de 14 a 18 años que abandonaron la escuela- advirtieron su interés en recibir una capacitación para aprender este oficio y le ofrecieron la posibilidad de ir a la Furman. “Hace un año que está aprendiendo y viene trabajando muy bien”, aseguró la TO Fernanda Olivo.

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De la actividad realizada en Chapadmalal participaron 600 personas de todo el país.

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El viaje y el encuentro fueron experiencias inolvidables para Sebastián.

Por una vida digna fuera de la cárcel

La directora de la Pastoral Penitenciaria Santafesina, Marta Garassino, reconoció que “fue una experiencia muy enriquecedora, en la diversidad fue posible trabajar y acordar propuestas. Durante el encuentro se insistió en la necesidad de atender desde el Estado nacional, provincial y municipal la problemática de los adolescentes y jóvenes que viven en situaciones de abandono y carencias de toda índole, quedando expuestos a las adicciones y el delito como única alternativa de sobrevivencia.”

En este sentido, aclaró que “son estos jóvenes, de los que insuficientemente se ocupa el Estado, a quienes la prensa dedica horas y horas de noticieros pidiendo penas más duras, los que encontramos en las cárceles. Son pobres, en su mayoría, con problemas de adicciones y sin escolaridad”.

Por este motivo, recordó que “la propuesta de la Pastoral Penitenciaria es llevarles, desde el Evangelio, la “buena noticia’ para sanar sus heridas, ayudarles a ponerse de pie, para que puedan lograr que los años en prisión les sirvan para pensarse de un modo diferente y proyectar una vida digna para el afuera”.

Cabe agregar que un contingente de 36 personas participó en este encuentro internacional representando a Santa Fe, entre ellos una interna de la Unidad Penal Nº IV El Buen Pastor, dos de los jóvenes que participan en el emprendimiento panaderil Sara Furman (Sebastián y José) y voluntarios de la Pastoral que visitan las distintas unidades penitenciarias y comisarías de la diócesis santafesina.