Consideraciones innecesarias sobre el piletín

piletìn.jpg

“Coneshta calor”, dicen en el campo, todo el mundo anda abombado. Hay gente que anda así igual, con o sin calor, ya de dotación inicial, gente abombada de apertura de gama, nomás. Otros vienen abombados “full”, con todos los chiches. Necesito refrescar un poco mis ideas...

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

Las casas santafesinas de la actualidad exhiben casi sin pudores dos o tres o cuatro televisores cada una, cuatro o cinco celulares, dos o tres aires acondicionados, dos o tres computadoras y al menos un piletín.

Los grandes nos damos cuenta de la utilidad de un piletín cuando vemos a los chicos disfrutándolo. Nos hemos apartado tanto del líquido original que nos olvidamos cuánto placer nos provoca estar en el agua. Y recuperamos esa sensación cuando a alguien se le ocurre regalarle al pequeño un piletín.

El primero de ellos, minúsculo, endeble, inflable, una especie de salvavidas con fondo, pone a la criatura en situación de disfrute por largas horas y a nosotros al lado para cuidarlos, a veces remojando los pies o las patas, según los casos (doña Marcia, por ejemplo, hace rato que no tiene pies y pronunció su animal guturalidad hacia unas hermosas, redondas, vastas patas de bestia jadeante...) y la única dificultad que presentan es que, dado su carácter de objeto pequeño, a veces nos olvidamos de su existencia y o bien tropezamos miserablemente o bien enterramos enaguamos- la pata justo cuando estamos saliendo apurados para el trabajo o para una fiesta.

Ese primer piletín condena a la familia, ayudada convenientemente por la sociedad de consumo y por las tramposas ganas de mejorar siempre, a ir adquiriendo otros de mayor porte e importancia.

En breve, el pequeño piletín queda pequeño hasta para el pequeño, valga la pequeña redundancia, y allí estás ahora forcejeando con esta cosa que ocupa el lugar que no tenés, pero que es necesario armar en verano, porque hace calor y porque sí, carajo.

Piletas de plástico, con estructuras de caños y cierta capacidad ya requieren de un lugar que, mirá vos, justo es el del auto, que pasa así por el verano a dormir afuera. Ocupa la exacta superficie del patio, dejándote un mínimo pasillo para llegar al asador o al lavadero. Jodido perder el equilibrio en ese ínfimo pasillo, con la pileta llena de agua, la gente esperando hambrienta en la mesa y vos con la bandeja llena de chinchulines y morcillas crujientes...

Pasado el furor del verano, terminados por fin los días terribles en que remojarte es una opción más vital que accesoria (el nono cree que es a la inversa: mojarse es mortal para él), las piletas se desarman y vuelve el auto a la cochera y la hortensia a tener su espacio, vuelven las macetas y crece nuevamente algo de césped o hay lugar para que el nene use la bici o los patines o juegue a la pelota, actividades todas que requieren de mucho más espacio que la pileta, aclaramos.

Lavada, seca, convenientemente doblada, con talco para que no se reseque bueno: en eso se parecen al nene o al nono; y en el cambio de dos míseras vocales hay toda una vida...-, por fin la pileta se guarda hasta el verano que viene.

En defensa de estos piletines y del espacio que ocupan, debemos decir que sólo son molestos cuando los grandes volúmenes de la casa (y a mí no sé por qué me miran) están separados: el auto, yo, la pileta, doña Marcia...

La pileta tiene la virtud de contener a los humanos y compartir el mismo espacio, por lo que si estoy muy molesto o doña Marcia está muy pesada, pues, nos mandan a la remismísima pileta un rato y la casa vuelve a tener un espacio equilibrado para circular libremente. Hay, en consecuencia, una fresca optimización del espacio, y de paso, vamos espiando qué tipo de cajón necesitará en un futuro demasiado lejano doña Marcia cuando se meta en el piletín de madera a remojarse para toda la eternidad.

Días aciagos y de bochorno por estos lares, con soles castellanos empujándonos hacia el agua del principio. Dos cosas les voy a decir, mis chiquitos: una, que el piletín debería ser de provisión obligatoria en Santa Fe algo así como un subsidio o la asignación de piletín universal por hogar- y, dos, ¡cuidado todo el mundo que ahí viene doña Marcia a todo lo que dan sus patas lista para tirarse! ¡Ahhhhhh!