Lengua Viva

Comunicación versus comunicación (I)

Evangelina Simón de Poggia

[email protected]

¿De qué comunicación estamos hablando? Nos referimos a esa comunicación que nos permite relacionarnos; que nos posibilita expresar nuestros pensamientos, esperando que el otro nos escuche con interés; esa comunicación que nos hace aprender, enriquecernos, alegrarnos, saber que no estamos solos, (comprendiendo y aceptando que necesitamos la presencia de nuestros congéneres, que su palabra constructiva es valiosa para cada uno de nosotros), que es preciso ser escuchas atentos, respetuosos de la opinión de los demás. Esa comunicación que nos haga crecer, reflexionar, opinar, dialogar, acceder a conocimientos que nos abran horizontes maravillosos y desconocidos; que nos haga verter conceptos tan alentadores que tengan que ver con el amor, la idoneidad, la honestidad, el respeto, la responsabilidad. Hablamos de esa comunicación que va más allá de la palabra para proyectarse en una mirada afectuosa o en un gesto alentador.

Pero para introducirnos en esa comunicación tenemos que asumir que solamente lo lograremos con el acuerdo mutuo. Acuerdo que debe ser mamado como el pecho de mamá con la seguridad de que esa visión alentadora continuará en la escuela y el modelo de la comunidad en general.

Mientras sigamos empeñados en no escuchar a nuestros pares, de usar la palabra para insultar, decir obscenidades, agredirnos, basar nuestras relaciones en la palabra grosera que públicamente ostentamos, nuestro posicionamiento frente a la vida está en franco detrimento. Es difícil de asumir el vulgarismo con que se usa la palabra en el ámbito familiar, en los medios de comunicación, en la calle, en distintos espacios sociales, entre nuestros jóvenes y adultos.

Si alguien tiene dudas de lo expuesto, recuerden la personificación de la “pelota”, a la que debió recurrir “el náufrago” (película) para mitigar su soledad. La relación interpersonal establecida fue uno de los motivos que le permitió sobrevivir, a tal punto que su pérdida fue un verdadero duelo emocional, pues sentía la ausencia del “otro”, su gran compañero, aquel que le permitió reconstruir su vida en la nueva realidad que debió afrontar. Recordemos que el hombre es un ser bio-psico-social , pero, además, “espiritual y comunicable”. ¿Quién lo duda?