Preludio de tango

Emilio Balcarce, el homenaje a un maestro

Manuel Adet

La película “Si sos brujo” dirigida por Caroline Neal, es en primer lugar un homenaje a Emilio Balcarce, pero fundamentalmente un homenaje al tango y a los viejos maestros. El film se inicia con el contrabajista, fundador del grupo “El arranque”, Ignacio Varchausky, intentando crear una escuela de tango dirigida por los grandes maestros. El proyecto es ambicioso, desmesurado si se quiere, motivo por el cual los amigos y funcionarios que frecuenta para que lo apoyen le dicen que “lo vas a poder cumplir si sos brujo”.

Justamente ése será el título de la película cuando casi al final Varchausky exprese su satisfacción por haber cumplido con su objetivo, es decir haber convocado a un maestro como Emilio Balcarce para que dirija la Orquesta Escuela Tango. “Si sos brujo” le parece el título ideal, porque es una respuesta irónica a quienes con la mejor de las intenciones intentaban desanimarlo, pero también porque ése es el título de una de las grandes creaciones musicales de Balcarce.

Cuando los jóvenes músicos lo invitan para sumarse al proyecto, Balcarce tiene 82 años, de los cuales más de sesenta estaban dedicados al tango. Para quienes sostienen con bastante ligereza que la juventud siempre cree que la película se inicia cuando ellos llegan, en el caso que nos ocupa sucede todo lo contrario. Los muchachos quieren recurrir a la sabiduría de los grandes viejos del tango. Sospechan que allí hay un tesoro que no se puede perder, una manera de tocar los instrumentos, una experiencia acumulada de años que debe ser transmitida a las nuevas generaciones. Balcarce es el paradigma de esa experiencia, de esos conocimientos y habilidades.

Emilio Juan Sitano, conocido después como Emilio Balcarce, nació el 18 de febrero de 1918 en el barrio porteño de Villa Urquiza, según sus propias palabras en la gloriosa esquina de Bebedero y Altoloaguirre. A los ocho años estudiaba violín con destacados maestros y aprendió las nociones de armonía y contrapunto con el profesor Elher. A los catorce se inició en los secretos del bandoneón confirmando el prejuicio que dice que el violín y el bandoneón sólo se puede aprender de niño y que los grandes músicos del tango no fueron improvisados -no hubieran podio serlo- sino estudiosos y exigentes.

Recién empezaba a usar los pantalones largos cuando se incorporó a la orquesta de Ricardo Ivaldi donde siempre recordaba su debut en el Cine Teatro 25 de Mayo de Villa Urquiza y en el balneario El Indio de Vicente López. Su participación en la orquesta no le impidió formar su propio grupo. Era unos mocosos, pero se llamaban Ismael Spitalnik, Ramón Coronel, luego violinista de Horacio Salgán , Lalo Benítez, pianista de Alfredo Gobbi unos años después y un cantorcito que decía llamarse Alberto Demari, pero que más adelante sería conocido con el nombre de Alberto Marino.

De todos modos, los historiadores coinciden en señalar que su inicio como profesional fue con la orquesta de Edgardo Donato. Ya para entonces ha dado sus primeros pasos como compositor y arreglador y su nombre debe de haber gozado de un estimable prestigio porque cuando Alberto Castillo se separa de Tanturi, lo convoca como músico. De esa época provienen éxitos como “Mano blanca”, “Charol” y “Anclao en París”. Algo parecido ocurre cuando Alberto Marino se separa de Troilo. De esa experiencia musical pertenecen temas como “Organito de la tarde”, “El motivo”, “Desencuentro” y “La muchacha del circo”.

Sus conocimientos de instrumentos, armonía y contrapunto son tan apreciados que a lo largo de toda su carrera será convocado por los principales directores de orquesta. Aníbal Troilo, José Basso, Leopoldo Federico, Alfredo Gobbi, Armando Pontier, Enrique Francini, son algunos de los directores que recurren a su talento. De todos modos, a partir de 1949 y durante casi veinte años Emilio Balcarce integrará la orquesta de Osvaldo Pugliese y será una de las referencias principales de esa célebre línea de violines conformada entonces por Camerano, Herrera y Carrasco. Casualmente ese mismo año, es decir, 1949, Emilio Balcarce compone uno de sus grandes temas: “Bien compadre”. Más adelante vendrán “Pasional”, “Si sos brujo”, “Caminito soleado” y “Por una muñeca”, entre otros. En 1958 compone su gran suceso, el tema que al decir de un crítico, con ese sólo ya hubiera tenido asegurada la gloria. Se trata de “La bordona”, un clásico del tango que pasó por la prueba más exigente de aquellos años. Se dice que Balcarce le llevó la partitura al maestro Troilo y éste después de leerla atentamente la aprobó con un gruñido. La noticia, en este caso, más que la aprobación fue que la partitura eludió la célebre y temible goma de Troilo.

Para 1968, Balcarce con otros músicos de Pugliese funda el “Sexteto tango”. Nunca se supo con certeza si Pugliese se molestó por esta deserción en masa de sus grandes músicos. Lo que se comenta es que el propio maestro luego de una larga gira que había incluido a Tokio y Moscú, manifestó que el tiempo de las orquestas con más de seis músicos estaba llegando a su fin, por lo que era necesario que los músicos busscaran otras alternativas.

La alternativa se llamó Sexteto Tango, integrada por Osvaldo Ruggero y Víctor Lavallén en los bandoneones; Emilio Balcarce y Oscar Herrero en los violines; Julián Plaza en el piano; Alcides Rossi en el contrabajo y Jorge Maciel como cancionista. El Sexteto Tango debutó en el mítico “Caño 14” y en el exitoso programa televisivo de aquellos años dirigido por Pipo Mancera: “Sábados Circulares”. Después fueron estables de ese otro templo del tango que fue El Viejo Almacén de Edmundo Rivero.

Con la calidad de los músicos, el éxito estuvo asegurado de entrada. El Sexteto tuvo siempre la marca de Pugliese, pero sus músicos se preocuparon por diferenciarse. El propio Balcarce señala que Pugliese -por ejemplo- acentuaba el primero y el tercer tiempo, mientras que ellos lo hacían con el segundo y el cuarto.

Fundado en 1968, el grupo se mantuvo hasta 1991. En esos años viajaron por todo el mundo, -debe haber sido la formación musical más viajera de la historia- grabaron once long plays, actuaron durante dos meses seguidos en “Le trattoirs de Buenos Aires” en París, fueron figuras estelares en el Teatro Solís y y el hotel Victoria Plaza de Montevideo y concluyeron su periplo en el teatro Colón.

Para los inicios de la década del noventa, y con más de cincuenta años de músico en las costillas, Emilio Balcarce se retira a cuarteles de invierno. Por lo menos eso es lo que se cree. Durante algunos años vivirá en Neuquén y se dice que allí fueron a buscarlo los muchachos del Arranque, aunque en la película el encuentro se produce en una plaza de Villa Urquiza.

Acá se inicia la última etapa de este músico extraordinario, generoso, agradable, para nada pedante y, por sobre todas las cosas, un testimonio viviente de lo que habían sido las grandes orquestas de los cuarenta. Conviene ver la película ”Si sos brujo” porque más allá de alguna que otra escena olvidable, allí está Balcarce en toda su plenitud, su gracia, su don de gente y su generosidad.

Es probable que esta etapa en la Orquesta Escuela de Tango el maestro la haya considerado como un regalo de la vida o de los dioses. La satisfacción de ver cómo las nuevas generaciones se interesaban por la música de otros tiempos, cómo lo reconocían y respetaban, debe de haber sido intensa e invalorable. Después el éxito. La Orquesta Escuela de Tango viaja por el mundo. Con más de ochenta años Balcarce regresa a París acompañado por los chicos y por músicos de calidad como Néstor Marconi, Atilio Stamponi, Rodolfo Mederos, José Libertella y Raúl Garello.

Recién en el 2008, y con casi noventa años, Balcarce admite que su tiempo musical está cumplido. Lo remplazará un grande: Néstor Marconi. Emilio Balcarce murió el pasado 19 de enero. Los diarios, los canales de televisión y las radios no divulgaron demasiado su muerte. Él seguramente no lo hubiera permitido, entre otras cosas porque hubiese considerado que no era necesario. Una vez más habría estado en lo cierto. La obra de Emilio Balcarce no está en las marquesinas o en la farándula, está en el tango, en sus entrañas más profundas y permanentes.

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