Hedy Lamarr

Actriz, ingeniera e inventora

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La fascinante belleza de la estrella le sirvió para obtener papeles protagónicos junto a los galanes de moda. Foto: Archivo El Litoral

Ana María Zancada

Si hablamos de una hermosa mujer que fue actriz, inventora e ingeniera en Telecomunicaciones, pocos pueden pensar que nos estamos refiriendo a Hedy Lamarr. Pero en verdad es así.

Se llamaba Hedwig Eva María Kiesler, y había nacido en Viena en 1914. Sus padres fueron un banquero y una pianista de origen judío. Se destacó desde pequeña por su gran inteligencia y asombraba a sus profesores, que auguraron un gran futuro para la niña en el campo científico. Tanto fue así que a los 16 años comenzó sus estudios de Ingeniería que, contra todos los pronósticos, abandonó a los tres años, entusiasmada con el arte dramático. Creyendo que se trataba de un capricho, sus padres accedieron a anotarla en la prestigiosa escuela del director Max Reinhardt.

Seducida por el cine, intervino en varias películas intrascendentes hasta que, en 1932, en Praga, protagonizó “Extasis”, en la que aparece por espacio de diez largos minutos totalmente desnuda corriendo por la campiña checa. Un verdadero escándalo que la situó como la primera mujer en la historia cinematográfica que aparece sin ropas en una película comercial.

Totalmente subyugado por la belleza de la joven, el magnate Fritz Mandle acuerda el matrimonio con los padres de la joven. Ni bien se concreta, se las arregla para hacer desaparecer todas las copias de la película y prácticamente somete a su bella esposa a un régimen carcelario, custodiándola en forma permanente. Hedy, por supuesto, tiene que abandonar su incipiente carrera y todo tipo de actividad que no contase con la presencia del celoso cancerbero.

La fuga

Pero no desperdició su tiempo. Por el contrario, siguió con sus estudios de ingeniería esperando el momento oportuno para huir. La fuga tuvo ribetes cinematográficos, ya que lo hizo escurriéndose por la ventana de una toilette, en un restaurant, en automóvil hacia París, con los guardaespaldas de su marido pisándole los talones, y de allí a Inglaterra. Pero no se sentía segura y, de alguna manera, consiguió llegar a Hollywood, ya que soñaba con poder reanudar su truncada carrera.

Conseguido su propósito, no demoró en llamar la atención de Louis B. Mayer, que fue el que le dio el nombre con el que la conocería el mundo entero: Hedy Lamarr, inspirado en la actriz Bárbara La Marr, dueña a su vez de una trágica historia.

Su fascinante belleza le sirvió para obtener papeles protagónicos junto a los galanes de moda. El primer trabajo fue una producción de Walter Wanger titulada “Argel”, en 1938, una remake de la película francesa, “Pepe le Moko”. Luego vino el contrato con la Metro y sus trabajos junto a Walter Pidgeon, Robert Taylor, Clark Gable, Robert Young, Spencer Tracy.

Su belleza y su silueta sensual e insinuante eran una combinación perfecta para la aceptación en la pantalla, aunque sus dotes de actriz no fueran descollantes. Su vida privada también alimentó las columnas de los periodistas del espectáculo. Cleptómana, fue arrestada varias veces, al haber sido sorprendida robando en las elegantes tiendas de Los Angeles.

Sus numerosos matrimonios terminaron siempre en escandaletes, para beneplácito de la prensa, que no la abandonaba ni a sol ni a sombra. Se le conoció más de un centenar de aventuras amorosas.

Pero lo que pocos conocen de su trayectoria es su habilidad para las cuestiones técnicas. En uno de sus matrimonios, con el músico George Antheil durante la década del ‘40, Hedy pensó en la posibilidad de guiar los torpedos mediante frecuencias de radio. Dicen que la ocurrencia la tuvo observando a su marido tocar el piano, sintiendo las ondas de sonido. Trabajaron sobre el proyecto y lo patentaron, pero las autoridades de entonces consideraron que no era confiable. Sin embargo se cree que en 1962 fue la base para el tipo de armamentos que se usó más tarde con el sistema de control de boyas rastreadoras y luego usados en Vietnam.

Belleza e inteligencia

Sin lugar a dudas, su inteligencia era igual a su belleza. Sin embargo, no le sirvió ni la una ni la otra para ser feliz. “Cualquier chica puede ser glamorosa. Lo único que tiene que hacer es quedarse quieta y parecer estúpida”, declaró.

En 1949 aceptó participar en la superproducción de Cecil B. de Mille, “Sansón y Dalila”, junto al pésimo actor Víctor Mature. La película fue un éxito. Luego siguieron “El desfiladero del cobre”, junto a Ray Milland, y “Mi espía favorito”, una comedia con Bob Hope. Pero su estrella comenzaba a decaer. El año 1957 marcó el final de su carrera.

A pesar de haber sido una de las estrellas más bellas que conoció el firmamento de Hollywood, los últimos años fueron de apuros económicos. Tuvo que ir a la subasta de su mansión, agravada su situación por los sucesivos arrestos. Su popularidad se extinguía. Tampoco la publicación de su autobiografía contribuyó a que el público le devolviera su admiración.

El tiempo iba destruyendo la hermosura, sólo sus profundos ojos verdes continuaban reflejando el fuego interior. Hedy Lamarr murió en Florida el 19 de enero de 2000, olvidada totalmente del público que la había seguido en sus películas y en sus escándalos. Su hijo hizo trasladar sus cenizas a Viena, de acuerdo con el deseo de la actriz.

En su honor, el Día del Inventor se celebra el 9 de noviembre, en homenaje a su inteligencia y a ese invento que durmió tantos años casi olvidado, pero que la hubiese llenado de alegría, aunque estuviese relacionado con la muerte de tantas personas inocentes. “Tengo que dejar de casarme con hombres que se sientan inferiores a mí. En algún lugar debe haber un hombre que pueda casarse conmigo sin sentirse inferior. Necesito un hombre inferior superior”.