Migraciones y actividad laboral

Los datos que hasta el momento arrojó el Censo Nacional 2011 permiten realizar comparaciones interdepartamentales con respecto a los datos de natalidad, mortalidad y migración de población recogidos por el censo de 2001. Los departamentos del norte y La Capital muestran migraciones negativas, en tanto que los departamentos del sur provincial y algunos del centro-oeste muestran cifras positivas.

El censo poblacional pone de manifiesto que las migraciones positivas se orientan hacia las zonas de mayor actividad económica y productiva, en tanto que los flujos negativos -principalmente, en el norte- se asocian con la falta de alternativas laborales.

Ciudades como Rafaela y Esperanza, que han sido protagonistas de un notable crecimiento, atraen población económicamente activa que no encuentra trabajo en sus lugares de origen. A ello se suma la creciente oferta de estudios terciarios y universitarios que aumenta el imán de estas ciudades para los jóvenes que pretenden estudiar y no tienen los recursos suficientes para trasladarse a ciudades más grandes y distantes.

Algo semejante ocurre con Rosario y el conglomerado industrial que integran las ciudades satélites. La producción y los puertos por donde salen los productos completan el esquema de una región que logró recuperar la población que había expulsado en los ‘90, cuando la paridad rígida de la convertibilidad impactó fuerte en las industrias de la zona.

Por su parte, el proceso del norte es inverso. El reducido nivel de actividad y la deficitaria presencia del Estado provincial se reflejan en la expulsión de habitantes. En menor grado también sucede en el departamento La Capital, que de acuerdo con el censo económico de 2004 tiene menos locales de actividad económica que hace 40 años.

Pero no es sólo la falta de actividad productiva la que ha repercutido en el fenómeno poblacional. También la maquinaria de la administración pública provincial ha encontrado sus límites laborales, y tampoco puede suplir el trabajo real a través de subsidios.

Los esfuerzos de los gobiernos provincial y municipal por mejorar el equipamiento urbano y poner en valor edificios históricos son loables y dan un aire de esperanza. Sin embargo, no se puede olvidar que estos edificios son los vestigios de una ciudad y una zona antes prósperas, vinculadas con el país y el mundo por todos los modos del transporte.

La desaparición del ferrocarril, la inactividad del puerto, el colapso y desguace de numerosas empresas han cambiado la polaridad de un aglomerado urbano que décadas atrás era pujante y mostraba pleno empleo. Es hora de extender el esfuerzo empeñado en el terreno cultural al plano de actividades con poder reproductivo. Sólo así habrá oportunidades de trabajo, circulación de bienes y condiciones para la inversión. Sólo así habrá una migración positiva, pero atraída por el trabajo genuino más que por la asistencia pública.