Nubes en el horizonte de la economía

Una de las banderas blandidas por el gobierno de Néstor Kirchner fue la del “desendeudamiento”. En nombre de la importancia política de la reducción de la deuda pública, el ex mandatario alineó en su momento a todos los sectores afines al oficialismo para que apoyaran el pago cash del monto total adeudado al Fondo Monetario Internacional. Esa acción, bien recibida por el FMI, fue presentada como una versión contemporánea de la independencia económica que Juan Domingo Perón proclamara a mediados del siglo XX.

Pero la verdad dista de esa puesta en escena. El nivel de deuda pública debe analizarse en relación con los números generales de la economía. El buen financiamiento, bien aplicado, tracciona el desarrollo de un país. Sin crédito es difícil que empresas y países evolucionen. Lo importante, en todo caso, es que los créditos se puedan pagar con los beneficios del desarrollo. Tristes ejemplos del pasado reciente indican que cuando esta regla se rompe, las consecuencias pueden ser catastróficas. Así ocurrió con el último tramo de la Convertibilidad, cuando aniquilada toda intención de equilibrio fiscal se tomaba crédito externo a raudales para solventar gastos corrientes. La consecuencia del dislate -insistentemente señalado por la prensa de aquel tiempo- fue el estallido económico y social de 2001.

Muchas de las cosas que ahora ocurren recuerdan aquella etapa de la historia nacional. Bien medido, el equilibrio fiscal que en el comienzo de la presidencia de Kirchner se defendió a rajatabla, hoy está roto. El importante superávit primario trocó en déficit. Y las maniobras del ministro Boudou por ocultarlo son tan evidentes como la manipulación de las cifras del Indec por parte de Moreno. Las primeras recuerdan a la contabilidad “creativa” de Domingo Cavallo para esconder déficits, en tanto que la segunda configura una mayúscula estafa pública. La combinación de ambas compone un mal augurio para el futuro.

En realidad, a la par de la promocionada política de “desendeudamiento” con los organismos internacionales ha ido creciendo otra, de progresivo endeudamiento interno. Las utilidades del Banco Central, en primer término, y los fondos de la Ansés, son las fuentes preferidas de crédito a bajísimo costo que emplea en gobierno nacional. Podría agregarse la feroz transferencia de recursos que mensualmente sale de activos y pasivos con destino a las arcas del Estado. Por eso, el mínimo no imponible para los salarios de los trabajadores permanece bajo y los haberes de los jubilados equivalen en general al 40 o 50 por ciento de lo que cobrarían en actividad. Esta es la causa de la mutiplicación de los juicios contra la Anses -que ya suman 450.000 expedientes-, lo que constituye un pasivo oculto que tarde o temprano habrá que afrontar. Y por si fuera poco, la baja tasa que remunera los préstamos forzados al Estado, erosionan mes a mes los recursos de la Caja. Cartón lleno para un gobierno que hace estas cosas porque tiene cerrado el crédito externo.