Volver a clases, una tarea de toda la familia

La vuelta al colegio implica una etapa de transición y adaptación, que los niños pueden vivir mejor si se sienten contenidos por su familia. En esta nota, dos profesionales nos explican cómo acompañarlos, transmitirles seguridad y brindarles confianza para un buen regreso.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. EL LITORAL.

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en la vuelta al colegio es importante que los niños se sientan acompañados por sus padres.

A las vacaciones le quedan pocos días, ya es hora de comenzar a preparar los cuadernos, afinar la punta de los lápices y planchar guardapolvos para volver a clases. Pero la mochila no es lo único que habrá que ordenar; es momento también de regresar a la rutina del levantarse más temprano, dormir bien, dedicar tiempo al estudio y las tareas.

De repente, y este año más temprano que nunca, hay que asumir costumbres, horarios y exigencias bien distintas a las de los meses de verano. Este camino de adaptación que deben vivir los niños puede recorrerse de manera mucho más resuelta si la familia los acompaña y ayuda.

La psicopedagoga María Fernanda Vanni y la psicóloga Flavia Petrelli, ambas profesionales de Maternarte, un centro de atención integral a la familia, charlaron con Nosotros acerca de las diferentes pautas de adaptación que cada edad necesita en este regreso a las aulas.

EN EL JARDÍN

Cada institución, ya sea jardín maternal o de nivel inicial, tiene previstas sus propias pautas de adaptación que pueden variar de una a otra. “Algunos lugares llevan adelante el proceso con la familia; entonces hay semanas en las que invitan a los papás, abuelos o tíos a realizar actividades y juegos con los chicos. En otros espacios es totalmente diferente; la despedida es en la puerta y los niños ingresan solos. Por eso, es importante que cada padre haya podido conocer la institución y saber cuáles son las pautas para transmitírselas a los chicos y, principalmente, para respetarlas”, señala María Fernanda Vanni.

Pero no sólo son los niños quienes deben adaptarse. Cuando son tan pequeños, muchas veces son los padres quienes necesitan tranquilizarse y calmar su propia ansiedad. Esto es fundamental para el proceso, ya que es el adulto quien debe transmitir la seguridad que los niños van a percibir y recibir.

Es por esto que la psicóloga Flavia Petrelli aconseja, sobre todo a las madres: “Hay que evitar las cargadas a los chicos o el preocuparlos con frases como “¿qué te va a pasar?’. Eso sólo genera en ellos ansiedad, miedo o temor de estar dos o tres horas sin su mamá. Es mejor tranquilizarse porque va a estar todo bien. Puede que lloren un poquito o que extrañen, porque de eso se trata la adaptación. Pero es sólo un tiempo, después ni se acuerdan de sus papás mientras están en el jardín”.

Otro aspecto importante a tener en cuenta cuando los más chiquitos empiezan el jardín es respetar los horarios, especialmente los de salida. “Si hay que ir a buscarlos a las 12, es bueno que los padres puedan estar esperando diez o quince minutos antes. Tienen que ser puntuales, no hacerlos esperar, porque esto sí para ellos es traumático. Siempre tienen el miedo típico de pensar si los van a ir a buscar o no. Si cuando salen, el papá o la mamá están, ellos se tranquilizan. Saben que mañana tienen que volver a la escuela, pero saben también que sus papás lo van a ir a buscar”, explica Flavia.

ESTAR Y ESTIMULAR

“Hablando ya de la primaria, hay chicos que toman de buena manera el tema de tener que volver a clases. Puede ser porque tienen ansiedad por reencontrarse con sus compañeros, por querer ver a la maestra o porque extrañan a alguien de la escuela. Estos no van a ser los chicos que tengan más problemas. En cambio, a los que tuvieron una mala experiencia o los que aún no saben si pasan de grado o no, les va a costar levantarse temprano y volver a la rutina. Es un período en el que los papás tienen que tener paciencia, ya que se trata de una etapa de sensibilización para los chicos. Pueden presentarse quejas, berrinches o irritabilidad; pero sólo es un período”, afirma la psicóloga.

Para ayudar a los niños en este proceso es importante la preparación. Se trata de que los padres puedan -poco a poco- introducir el tema de la escuela, siempre de manera positiva. Charlar con ellos de las nuevas materias, de la maestra, de los compañeros, son buenas opciones.

Otra idea es que durante los últimos días de vacaciones, papá, mamá, un hermano mayor o una abuela pueda estimular a los chicos a través del juego. Se puede jugar a ser la maestra o leer cuentos, por ejemplo; según las necesidades de cada uno. De esta manera, indirectamente, se irán trabajando contenidos escolares pero a través de otras actividades que no son vistas como una imposición, como la tarea de vacaciones, y que -a su vez- a ellos les gusten.

María Fernanda cuenta que los niños de 5 o 6 años, los que van a empezar primer grado, tienen mucho entusiasmo ya que todo es una experiencia nueva para ellos. “El hecho de ir a comprar la cartuchera acompañados o preparar la mochila es un gran acontecimiento y lo viven con mucho entusiasmo. Por eso es importante que lo puedan disfrutar y compartir con los papás y con los hermanos más grandes, que para ellos son los referentes”.

EL SECUNDARIO

Si hablamos de los preadolescentes y adolescentes que deben comenzar la escuela secundaria, pueden presentarse dos situaciones: “Están los chicos que continúan en su misma escuela y siguen con su grupo de compañeros de la primaria. Para ellos, hasta el aspecto y el lugar del colegio les va a resultar familiar y esto les transmite seguridad afectiva, un aspecto que, aunque ellos sean más grandecitos, es importante. De esta forma, el proceso es gradual y se vive de una manera que es más sencilla de transitar. Distinto es el caso del adolescente que tiene que cambiar de institución. También puede ser que cambie hasta de barrio y comience a trasladarse solo y en colectivo, cuando antes sus padres lo llevaban a la escuela. Hablamos de aprendizajes nuevos, que los papás deben acompañar durante los primeros días, para brindar seguridad”, explica la psicopedagoga.

El objetivo es fomentar la autonomía y la independencia de los chicos, pero siempre propiciando una base afectiva segura para que ellos sepan que, ante cualquier situación, tienen a quien recurrir.

A esta edad se busca autonomía, pero sigue siendo importante que los padres estén. Es recomendable que acompañen, chequeen, revisen las tareas, pregunten o simplemente ofrezcan su ayuda. No significa hacer las cosas por ellos, pero sí brindarles apoyo afectivo, quizás simplemente tomándoles la lección si lo piden o despertándolos temprano para estudiar.

“Vemos que crecieron de cuerpo y que están grandes; sin embargo si hoy les fue mal en la escuela o los retó la profesora, van a estar necesitando un abrazo o una palabra que los tranquilice. Así este puber-adolescente va a sentirse contenido y, a la vez, estimulado para alcanzar logros escolares”, asegura Flavio.

Otra herramienta importante en esta etapa son los amigos. Es positivo, entonces, que desde la familia se motive y se propicie el encuentro para estudiar en grupo o preparar trabajos en conjunto.

ACOMPAÑAR LOS PROCESOS

Los adultos pueden reconocer cómo les ha ido a sus chicos en los años anteriores, cómo están transitando su escolaridad. Entonces es muy importante que la familia pueda reflexionar cómo nos fue el año pasado, qué expectativas tenemos para este año.

“Si no nos fue tan bien, podemos pensar que tenemos tiempo para recuperarnos y, desde principio de año, empezar a buscar estrategias para que este año sea mejor. Las dificultades en el aprendizaje repercuten también en la autoestima y en la confianza de un niño. Si nos fue bien deberíamos continuar con esas pautas que veníamos trabajando porque seguramente están funcionando”, recomienda la psicopedagoga.

“Desde Maternarte -explica Flavia- vemos de forma recurrente que los papás llegan desesperados porque no saben si sus hijos pasan de grado, esperando que nosotros hagamos algo mágicamente para solucionar el problema. Queremos aclarar que esto es un proceso, nada se da milagrosamente en dos o tres visitas. Si los padres ven que el niño empieza a presentar cambios o síntomas como llevarse mal con sus compañeros, bajar el nivel en sus estudios, etc., pueden acercarse y consultar. De esta manera se puede evaluar; quizás está todo bien y sólo se trata de una etapa que va a pasar; o tal vez hay algún problema emocional o de aprendizaje. En este último caso, desde acá podemos ayudar pero con tiempo”.

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cada etapa de la niñez y preadolescencia vivencia la adaptación a la rutina escolar de distinta manera.

Actividades extraescolares

En medio de una rutina cada vez más exigente, los adultos suelen llevar a sus hijos a hacer muchas actividades extra escolares que, lejos de motivar y estimularlos, terminan por sobreexigirlos.

En este sentido, las profesionales consultadas de Maternarte explican la necesidad de no sobrecargar a los chicos en cuanto a horarios y que, si se busca este tipo de actividades, tratar de que tengan cierta flexibilidad.

“Ya la escuela implica una norma, una rutina y una serie de tareas con las que hay que cumplir. Es importante que el resto de las actividades sea vivido con más flexibilidad. Si todos los días tengo una actividad a la que ir, tengo un horario que cumplir y tareas que presentar, se presenta la misma situación que se experimenta en la escuela y, entonces, puede darse una sobrecarga de responsabilidades”, aseguran.

Principalmente se debe buscar que los chicos disfruten de estas actividades que, incluso, sean ellos quienes las elijan, según sus propios gustos y no según los de sus padres. De lo contrario, esto puede convertirse en una sobrecarga.

“Los grandes queremos hacer de los niños “mini adultos’. Pero ellos tienen que jugar, pintar, acomodar sus cosas, hacer la tarea, tomar la leche con su familia, tener tiempo libre. A veces, transmitimos que ellos tienen que estar tan ocupados como nosotros; y no es así. El tiempo más rico para la infancia es el del tiempo libre y el juego espontáneo, no reglado todo el tiempo”, explican.

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Los horarios

Cuanto más grande es el niño, más fácil es que pueda acomodarse a un nuevo ritmo de vida en cuanto a los horarios, aseguran Vanni y Petrelli. Con la edad se vuelven más flexibles para adaptarse a otras situaciones.

Por eso, más allá de que los primeros días de clase puedan costar, los chicos rápidamente van a encontrarse cómodos en la nueva rutina. Para acompañar este proceso, las profesionales aconsejan que en las últimas semanas de vacaciones la familia pueda ir acomodando sus horarios: cenar antes, acostarse más temprano, no ver tanta tele, etc.. El objetivo es lograr un cambio gradual y no repentino.

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