Señal de ajuste

A sacar pecho

A sacar pecho A sacar pecho

Roberto Maurer

“No me toqués a Alberto porque a mí me dio la vida”, advierte un joven robusto, de anteojos, a quien llaman “Vikingo”, y su irritación no pertenece a un integrante de Gran Hermano (GH2011, según ahora se abrevia), sino al ganador de la primera edición de “Cuestión de peso”, un reality donde los obesos acuden a curarse, y no a pelear. Sin embargo, en la tele, hoy -y desde hace tiempo-, la pelea es la base de todas las cosas y el belicismo también ha invadido los espacios terapéuticos como “Cuestión de peso”, donde el segundo del año pasado defendió vigorosamente al Dr. Alberto Cormillot ante Maximiliano Soto, quien luego de bajar 90 kilos subió 150, y retornó al programa, arrepentido por haber demandado por daños y perjuicios a la clínica de Cormillot y ensañarse en los medios con su titular. “Primero está mi mamá, después mi papá y luego Alberto” , fue la taxativa afirmación del Vikingo en su airado reproche al ingrato que protagonizó la campaña contra el doctor.

NI LA BENEFICENCIA SE SALVA

El lugar por excelencia de este tipo de episodios es “Bailando por un sueño”, aún durante su receso, aunque esta vez el escándalo llegó a la angosta franja que Tinelli reserva a los sentimientos altruistas, tal vez probando que no lo son. Es tan pública la enemistad entre la Mole Moly y Ricardo Fort, que la sociedad la acepta y procede ante ellos como si se tratara de poderes institucionales, al punto de que los beneficiarios del “sueño” no cumplido por el peso pesado acudieron pidiendo ayuda al millonario, llevando el pleito al ámbito de la beneficencia. Sería lo mismo que ante la falta de respuesta del Ministerio de Acción Social se solicitara la solución a la Municipalidad, sólo que se trata de la Mole Moly y Ricardo Fort, quien, ante el pedido, inmediatamente envió la ayuda en su avión privado a Bellville para compensar la omisión inceptable de su archienemigo cordobés y desnudar ante el mundo la inconsistencia canallesca de sus compromisos morales como “padrino”.

Como se sabe, los responsables del comedor infantil “Merendero” denunciaron públicamente al comprovinciano por no haber concretado su promesa. Y la embajada solidaria de Ricardo Fort fue encabezada por su novia Claudia Ciardone, a quien se le reconoce un rango real (*), con la escolta del abogado del millonario y un amigo de su confianza. La comitiva trasladó moneda estadounidense en grandes fajos, con los cuales la dueña del comedor se fotografíó, sonriente, luego de que sus reclamos fueran desatendidos por la Mole quien, después de ganar el “Bailando” a expensas de las necesidades de los chicos de un barrio pobre de Bellville, como suele decirse vulgarmente, se borró. La suma enviada por Fort superó con amplitud el monto a donar por el falsario, que justificó su ausencia diciendo que había estado muy ocupado preparando la temporada de Carlos Paz. El día en que se consagró la Mole, en Bellville hubo caravanas y festejos: había triunfado su benefactor y el comedor infantil al fin iba a disponer de una inversión para mejoras. Y la Mole no sólo faltó a su palabra: jamás visitó Bellville ni a su humilde comedor, donde se había convertido en un ídolo durante el período de exposición mediática.

AHORA HAY QUE TENER BARRIO

Si así ocurre en los proyectos que contribuyen a mejorar el estado de la humanidad, los otros, los que establecieron la discordia como paradigma de la televisión, recorren nuevos caminos. Algunos observadores con excesivo refinamiento analítico, han percibido en las últimas trifulcas de la tele cierta tendencia reminiscente de la cultura de barrio, que se resume en frases como “sacar pecho” o “no achicarse”. Los estudiosos citan varios incidentes recientes, por ejemplo entre José María Listorti y Hernán, participante de “Soñando por bailar”, o intercambios verbales entre Pergolini y Tognetti, de canal a canal, donde el segundo fue interpelado por “flojito”.

Pero es en “Gran Hermano” donde esta modalidad se hizo explícita, ya que en su edición 2011 la agresividad domina el programa, y para eso se requiere “tener barrio”. En el choque entre Jorge Rial y el participante Emanuel, el conductor dijo: “Vos sos de San Martín y yo soy de Munro, y te lo digo por las dudas, no soy de barrio Norte ni Belgrano, tengo los mismos códigos que vos”. Se acusaron mutuamente de maleducados y bocones, y se oyó de Emanuel:

—Sí, andá, Munro....

—Sí, Munro, y vos dale, San Martín. ¿Sabés la cantidad de calle que te falta? -replicó Rial.

—A vos también.

Hoy, la conducción de Gran Hermano exige tipos guapos de mano fuerte. Ya no son los tiempos de la bobita Solita Silveyra.

(*) Claudia Ciardone se ha fotografiado con un cetro apretado entre las tetas, exhibiendo pezones que despertaron alabanzas gastronómicas: “Son como rodajas de provolone”, se han extasiado. No todos la admiran. “Esa papuda”, es la expresión de desprecio de la Mole cuando nombra a la novia de su rival, utilizando el léxico prohibido de Córdoba Capital.