Gloria Dayer, vocación de trabajo

En esta nota se cuenta la intensa vida y el aporte que viene realizando esta santafesina de nacimiento a la comunidad de Vera y Pintado. Fue maestra rural, presidenta de la comuna de esa localidad y promotora de actividades culturales, además de investigadora del origen de su pueblo.

TEXTOS. ANA MARÍA ZANCADA. FOTOS. LUIS CETRARO Y GENTILEZA GLORIA DAYER DE VANETTI.

Gloria Dayer, vocación de trabajo

En 1902, el gobernador Freyre entregó las escrituras de las tierras a los aborígenes de Colonia Dolores.

 

De físico delgado, mas bien pequeño, nadie diría que Gloria Dayer de Vanetti es dueña de una férrea voluntad que la lleva a concretar con entusiasmo todo lo que se propone. La conocí hace más de dos décadas cuando publicó su primer trabajo: “Vera y Pintado, síntesis de su historia”. Pero comencemos por el principio.

- ¿Naciste en Vera y Pintado?.

- Nací en Santa Fe pero mi familia es de ahí; vivía en el campo y nos fuimos a vivir a Fives Lille, cuando yo tenía tres años.

- ¿Fives Lille era Vera y Pintado?

- Primero fue Fives Lille y desde 1952 fue Vera y Pintado, el nombre era el de una metalúrgica que construyó las vías ferroviarias. El lugar de origen -en realidad- era Lilles Fives en Francia y el nombre de la fábrica era Fives Caill Baicox. Con los dos primeros nombres se formó el del pueblo.

- ¿Así empezó el asentamiento?

- Sí, en 1888 se autorizó la línea férrea al norte de Santa Fe hasta Resistencia. En 1890 comenzó a funcionar la estación pero recién se inauguró en 1891. Había unas casas que se habían edificado alrededor de la estación, que pertenecían a los obreros que trabajaban también en “La sin Nombre”, que era el campo de los hermanos Cabal, un establecimiento ganadero. En 1904 comenzó la construcción de la fábrica de tanino; la primera fue la de Calchaquí, luego La Gallareta y después Fives Lille. Allí estuvieron hasta 1917, cuando se trasladaron a Río Arazá, cerca de Reconquista porque por acá se había terminado la materia prima.

- O sea que devastaron.

- Sí, completamente toda la zona, también en Margarita. Tuve la suerte de poder hablar con un hombre que en 1907 tenía 17 años y me contó que cuando se fueron le dieron orden de demoler todo el obraje. Había un barrio de viviendas hechas de quebracho blanco que eran para los obreros de la fábrica. Desarmaron todo pero no pudieron con la chimenea, que era altísima, y decidieron dejarla.

- ¿Está todavía?

- Sí, pero un rayo destruyó la punta. Está ahora en un campo privado.

- Entonces vos naciste allí.

- Sí, mis padres fueron Guillermo Dayer, hijo de suizos y mi mamá Juana Vega. Mi abuelo paterno, Nicolás Dayer, era suizo, del cantón de Valois, casado con Rosa Junco, criolla. Mi abuelo materno era hijo natural de una española, casado con Martina Bertoti, piamontesa. Mis padres se casaron en 1943 y en 1948 se vinieron a Fives Lille y pusieron un bar comedor.

- ¿Hiciste allí la escuela primaria?

- Sí y hasta tercer año en el Colegio del Niño Jesús de San Justo. No había entonces aquí, ni siquiera en Calchaquí, y ahí había chicas de todas las poblaciones de la zona, como Huanqueros y San Cristóbal. Estábamos pupilas. Después pedí el pase a la Escuela Normal de Santa Fe porque me había quedado previa Historia de segundo año. La aprobé y aquí me quedé.

- ¿Dónde parabas?

- En el Archivo Histórico Provincial.

- ¿?

- Sí, a raíz de este hecho nace todo esto que ahora me apasiona. Un tío mío, Ruperto Galván, vivía en el mismo archivo y trabajaba haciendo la encuadernación de los documentos históricos. Él vivía en unas habitaciones que tenían salida por 9 de julio. Catalina Pistone, que entonces era directora del Archivo, lo había mandado a España a hacer un curso. Arriba de la mesa había unos cuadernillos que habían presentado a las Cámaras para iniciar la “Historia de los Pueblos”. Era una guía con todos los aspectos de lo que se debía considerar, como costumbres, tradiciones, comidas, vestimenta o la parte histórica. Yo empecé a leerlos y le pedí a mi tío que -a través de la señora Pistone- me consiguiese uno. Se llamaba “Herencia abierta”. Lo leí y comencé a hablar con la gente grande para que me contara. Eso fue en 1964. Empecé a anotar y ensobrar para hacer algo algún día, cuando me jubilase. En 1981 mandaron a todas las escuelas ese mismo folleto para hacer la Historia de los Pueblos de Santa Fe. En noviembre de 1982 se hizo el primer Congreso. Me sirvió mucho lo que yo tenía investigado, pero nos dividimos en grupos y a mí me tocó la parte de creencias y supersticiones.

Maestra rural

- Pero retomemos, ¿terminaste la secundaria en Santa Fe?

- No, en Calchaquí, porque se creó el 4º año de Magisterio y mis padres me enviaron allí porque quedaba más cerca. Ahí me recibí; formé parte de la primera promoción de maestros. Tuve que dejar de lado otra vocación que era la música, la danza. Hice todos los cursos que pude, también dibujo, pintura, piano, declamación. Con un amigo organizamos Amigos del Arte, en 1960. Éramos 10 u 11 y preparábamos obras de teatro, danza, festivales, desfiles de modelos.

- Pero había que trabajar.

- Sí, me designaron en una escuela rural que estaba a 14 kilómetros de Calchaquí hacia el oeste. Era una escuela de cuarta categoría, en la que había de 1ero. a 6to. grado. Yo tomaba a los más chiquitos.

- ¿Dónde vivías?

- Los dueños del campo, la familia Dotti, me llevaban en camioneta. Yo vivía en el molino: arriba tenía el tanque de agua, había un entrepiso (adonde dormía) y abajo era un depósito. Me quedaba allí porque si llovía no podía entrar. Lo mismo pasaba los fines de semana que estaba feo.

- ¡¿Y qué hacías?!

- Ahí funcionaba un obraje, había una cantina, una carbonería, eran todos santiagueños. Yo había hecho muy buena relación con los padres de los chicos, iba a visitarlos, pero de noche me quedaba absolutamente sola.

- ¿No tenías miedo, cuántos años tenías?

- Tenía 18 años; no, no tenía miedo. También trabajé en la escuela de Los Galpones, que es una colonia que está de Calchaquí al este. Después hice un reemplazo en la Escuela Nacional de Calchaquí. ¡Para mí eso era la ciudad! Luego me nombraron en la escuela de doble jornada de Pedro Gómez Cello, en La Gallareta, en Colonia La Negra y en 1984 pedí el traslado -me había casado- a Vera y Pintado y ahí me jubilé en la escuela 6.051 María Esther Rodríguez de Elguezábal.

PRESIDENTA COMUNAL

- ¿En qué año tomás la presidencia de la comuna? Eso fue una nueva etapa, ¿qué fue lo que te decidió a participar?

- En realidad, nunca había actuado en política, sí en las organizaciones sociales. Pensé que desde la comuna podría lograr muchas cosas. La primera vez que me presenté, en 1992, perdí por pocos votos. La segunda armé un partido vecinal, uniendo a justicialistas y radicales que tuviesen ganas de trabajar por el pueblo. Gané por el período 1995-97, en la reelección perdí pero volví en 2001-03.

- ¿Te sentiste cómoda la primera vez?

- Quería solucionar todo y no podía, por supuesto; tuve que asesorarme.

- Pero vos tenías experiencia en el manejo de la gente.

- Sí pero eso es diferente, había quien decía: “Qué puede saber una mujer de caminos, escuelas y trámites legales?”.

- Fuiste la primera mujer en ese lugar?

- Tengo entendido que sí en Vera y Pintado, pero creo que antes hubo una en Escalada. La primera elección la gané en la mesa de los hombres. Las mujeres no me votaron. Pero nunca me sentí discriminada.

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Primera mujer

Gloria Dayer fue la primera mujer que ocupó dos cargos públicos importantes en Vera y Pintado. Fue presidenta de la comuna y también de la Cooperativa de Servicios Públicos durante ocho años. En la cooperativa había ingresado como síndica suplente, luego pasó a titular y posteriormente fue suplente en el consejo de administración y de allí a la presidencia, desde 2000 a 2008.

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Gloria Dayer de Vanetti en diálogo con Nosotros.

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Esta foto de la administración del campo de “La Sin Nombre” de 1922 surgió en una de las investigaciones de Gloria Dayer.

Propuesta cultural

- Hablame de la Casa de la Cultura.

- En 1989, en vísperas del centenario del pueblo (fue en 1991), con dos compañeros de trabajo, Isabel Belegni y Elio Carnero, empezamos a trabajar en este proyecto. Después a ellos los trasladaron y quedé yo sola. En 1990, inauguramos la Casa y funcionó siete años.

- ¿Que te llevó a hacer esto?

- Una de las cosas que me convenció que teníamos que hacerlo fue el hecho de que los chicos conociesen la historia de su lugar. Además pensaba que en Vera y Pintado hay muchos jóvenes con diferentes capacidades e inquietudes pero sin posibilidades, como me pasó a mí. Desde la Casa de la Cultura tratábamos de que cada uno hiciese lo que le gustaba, por ejemplo, a uno le gustaba la locución y armó un programa para la FM de Gobernador Crespo y otro en el cable.

Allí, los interesados en los medios de comunicación eran columnistas de diferentes temáticas. Incluso se adelantaron a cosas que después sucedieron. Por ejemplo, uno de los temas a debatir fue si el servicio militar era o no conveniente. Al poco tiempo sucedió lo del soldado Carrasco. También debatieron sobre la seguridad en los boliches, incluso hicieron notas con los padres de los chicos y luego sucedió lo de Cromañón.

Era un hermoso grupo, organizamos un museo, una biblioteca. Después se creó la Agrupación Tradicionalista Frontera Norte. Prácticamente todo el pueblo participaba: la juventud que integraba la Casa de la Cultura, 60 más o menos, los padres que colaboraban y la gente del campo que también se integraba.

- Estabas entusiasmada con eso.

- Sí, lo que me desanimó fue que no se fueron incorporando chicos nuevos. Los que ya estaban se empezaron a ir a estudiar o consiguiendo trabajo afuera y no volvieron más. Otro de los inconvenientes era que no encontrábamos un local propio para reunirnos. Anduvimos de un lado para otro hasta que, en 1996, decidimos donar la biblioteca que habíamos armado al colegio secundario y la escuela media de Vera y Pintado.

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Playones de la estación del ferrocarril de Fives Lille mientras se descargaban bolsas de cereales, en 1938.

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Capilla del pueblo de Gloria Dayer de Vanetti en construcción, en 1945.

Comunidades aborígenes

- ¿Ahora estás investigando y documentando la historia de la región?.

- Sí; esto me apasiona cada vez más. Comencé con mi pueblo, pero luego seguí con Calchaquí.

- Hace algunos años me mencionaste la presencia de indígenas en la zona.

- Sí, era zona de mocovíes. Colonia Dolores, por ejemplo, es una comuna con descendientes de ellos. Conservan sus costumbres, su cultura, incluso tuvieron un presidente de comuna, Dorita Salteño, que era mocoví.

- El diario El Litoral te ha publicado artículos sobre este tema.

- En 1991 presenté el libro “Comunidades aborígenes” y luego vino la investigación sobre el origen de las parroquias: los franciscanos, desde 1870 a 2006, y la orden de los diocesanos. El padre Gerardo Bonet me sugirió que armase la historia y durante un año estuve buscando material. Tuve el apoyo del párroco de Gobernador Crespo, el padre Adalberto Lobato. Me fueron alcanzando fotos, recuerdos, cartas, libros de actas, archivos. También obtuve testimonios orales de los habitantes más antiguos, por ejemplo Teresina Zanier, quien murió con 101 años.

- Se trata de un trabajo muy minucioso.

- Seguro. Ahora comencé a investigar y compaginar la fiesta de Santa Rosa de Colonia Dolores, de la comunidad mocoví.

- Qué tiene que ver Santa Rosa con los mocovíes?

- Si bien el patrono de la capilla es el Santo Cristo, la comunidad mocoví celebra la fiesta religiosa el día 30 de agosto desde hace muchísimos años. Van de pueblo en pueblo llevando a la Virgen y en cada lugar se suma gente con guitarras. El 30 a la noche es la gran fiesta. Ahora estoy trabajando en las costumbres, sus festejos, su forma de homenajear a la Madre Tierra, ya que hacen una fogata y ofrecen pan y granos.

También estoy investigando sobre el origen de todos los pueblos de la zona, desde la época de la colonia y la construcción de las primeras capillas. Va a ser un homenaje al padre Buenaventura Giuliani, que fue uno de los primeros misioneros de la zona, estuvo hasta 1960. Este trabajo se va a llamar “Testimonios de fe”, porque eso fue realmente lo que se hizo en aquella época en medio del monte, cuando no había caminos, estaban aislados. Hacían las mesas, las sillas, los altares con una fuerza interior tremenda. También los inmigrantes, los italianos, españoles, suizos, alemanes, ucranianos, rusos, polacos. Hubo fuerza, voluntad, dedicación y trabajo en estas tierras que luego sería su hogar, el hogar de todos nosotros.

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Gloria Dayer de Vanetti ofrece charlas sobre las investigaciones que realiza, en este caso, sobre los aborígenes de nuestra provincia.